XXII. GRINGOTTS

261 24 14
                                    

Cuando Draco llegó a Sunserley ese sábado, inmediatamente había dispuesto con los elfos que prepararan el platillo favorito de Hermione para celebrar su primer mes con ella: pollo a la parrilla con brócoli y espárragos al vapor, puré de camote, y ensalada de nueces y manzana. Luego, había ido al invernadero por unas flores y aunque ya no estaban los tulipanes en flor, quería algo elegante y con rico aroma para adornar la mesa. Dejando de lado las rosas ya que le parecían muy predecibles, se decantó por lirios y jazmines, estos últimos porque le recordaban la suave fragancia que Hermione usaba.

Si su padre lo viera en esos menesteres, se pensó... «Y por una sangre sucia» casi le pareció escucharlo arrastrando las palabras. Lucius se convertía en un manso corderito cuando de Narcissa se trataba, y Draco sabía que a pesar de los problemas, sus padres se habían casado enamorados, pero también estaba consciente de que, aunque le había dicho lo contrario a Hermione, los Malfoy pondrían el grito en el cielo cuando se enteraran de su relación, sin importar que él la amara y que ellos prodigaran todo el tiempo que siempre deseaban su felicidad. Draco no tenía la misma relación de antaño con su padre, ya no trataba de complacerlo como antes, por lo que no le importaba si, especialmente Lucius, desaprobaba alguna decisión de su vida actual.

De todos modos, previendo cualquier posible consecuencia, años atrás Draco había abierto una cuenta a su nombre en Gringotts y no había vuelto a usar recursos de su familia. Sunserley House era una herencia que le había dejado su abuela Louisa —de soltera Burke—, esposa de Abraxas, al ser él el único descendiente de esa línea familiar. No quería que llegado el momento, Lucius o Narcissa le echaran en cara su manutención después de salir de Azkaban: el salario que cobraba especialmente por sus servicios de investigador privado le permitían llevar el estilo de vida al que estaba acostumbrado.

Cuando Draco y Hermione llegaron al vestíbulo principal de la mansión, él le ayudó con su gabardina y la llevó por uno de los largos pasillos hasta el comedor. Hermione iba comentando la belleza de la arquitectura y algunas piezas de arte que se encontraban a su paso; al llegar a unas puertas dobles de madera maciza, Draco las abrió para revelar la bonita estancia donde ya estaba la mesa preparada para ellos. La joven caminó hasta uno de los altos ventanales y apreció la belleza de los alrededores.

—Tienes un hermoso hogar, Draco.

—Era de la familia materna de mi abuela Louisa —comentó con una sonrisa—. ¿Almorzamos? —inquirió señalando la mesa.

Hermione se quedó de una pieza cuando vio lo que había en los recipientes. Draco sonreía de lado con satisfacción mientras le ayudaba con la silla.

—¿Cómo supiste?

—Tuve a tus amigos como compañeros de entrenamiento durante muchos meses, y créeme, no dejaban de hablar de ti. Aprendí mucho sobre Hermione Granger en ese tiempo.

La joven se sonrojó un poco ante la confesión, pero intentó disimularlo colocando la servilleta de tela sobre su regazo, aunque no pasó desapercibido para Draco.

—No es justo, me llevas ventaja en ese aspecto. No sé aún cuáles son tus platillos favoritos.

—¡Las golosinas! —respondió con entusiasmo.

—Eso no es comida, no cuenta.

—No creo tener algo en específico que prefiera, pero Cavell con frecuencia prepara guiso de faisán y me gusta mucho.

—¿Faisán? —preguntó levantando las cejas—. ¿Por qué no me sorprende? —dijo con una risita mientras se servía un poco de cada cosa en su plato.

—¿A qué te refieres? —inquirió sin comprender el punto.

—Que eso es gastronomía de lujo, Draco, prácticamente reservado para la realeza. Nosotros los plebeyos nunca lo hemos probado —rió y él comprendió que era otra de sus típicas bromas que intentaban tomarle el pelo ya que lo consideraba un snob.

—Pues le diré a Cavell que lo prepare en algún momento —sonrió para después empezar a comer.

—¿Y quién es Cavell?

Durante el tiempo que habían estado saliendo, Draco había tenido mucho cuidado de no mencionar a los elfos, recordando que era un tema que generaba hostilidad en ella por lo que casi se atragantó debido a esa pregunta. Tosió un poco y tuvo que tomar unos sorbos de agua para apaciguar la molestia.

—Mi elfo doméstico... —murmuró.

Hermione parpadeó con asombro.

—¿Y crees que tendré problemas con eso y por eso casi te ahogas? —Estaba seria y Draco rogó a Merlín porque esta no fuera su primera pelea, precisamente ese día que cumplían su primer mes juntos. Hermione puso los cubiertos sobre el plato, limpió su boca con la servilleta y con el mismo tono serio, continuó—. Hace mucho tiempo que sé que para la mayoría de los elfos, recibir una prenda de ropa es la peor de las humillaciones pues significa que han fallado, que ya no son queridos y por supuesto, para ellos eso es literalmente una catástrofe ya que están unidos a una familia por años... Existe un cierto vínculo, algo que tiene que ver con magia ancestral. Soy consciente de que no quieren estar a la deriva el resto de los siglos. Comprendí que no todos son como lo era Dobby —ante la mención del elfo que había pertenecido a su padre, Draco sintió una punzada en el corazón pues recordaba que solía maltratarlo en su niñez— y que ellos son felices de hacer todo por sus amos, porque para ellos no son órdenes sino peticiones. Lo que no concibo es el maltrato o el abuso pero quiero creer que ese no es el tema acá, así que puedes seguir comiendo tranquilo —sonrió—, pues estoy segura de que Cavell es un elfo feliz por atenderte.

Draco no podía dar crédito a lo que escuchaba, pero sintió que se quitaba un peso de encima con esa declaración. Llamó a su elfo, quien se presentó inmediatamente vistiendo una bonita y limpia funda color azul marino que reavivaba el color de sus ojos, también azules, y los impecablemente lustrados botincitos de cuero de dragón. Internamente, Draco se sintió un poco orgulloso de su elfo e hizo una rápida presentación.

—Cavell se siente honrado de conocer a la señorita —le dijo con alegría, pero con cierto tono pomposo que hizo que Hermione rodara los ojos—. Cavell espera que el almuerzo que ha preparado para la señorita sea de su completo gusto.

—Lo es, Cavell, muchas gracias.

Y diciendo eso, Draco hizo un gesto de que se podía marchar.

El almuerzo continuó sin inconvenientes y luego Draco llevó a Hermione en un recorrido por la planta baja de la mansión, donde ella, entre otras habitaciones, admiró algunas primeras ediciones de libros en la biblioteca. Él le dijo que podía llevar los que quisiera; Hermione con cierta timidez, escogió tres, asegurándole que los cuidaría como el tesoro que eran y que recién los terminara los devolvería. Al final de la tarde dieron otro paseo por los jardines, para regresar a la casa de ella para ver una película. 

 

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Dulce sufrimientoWhere stories live. Discover now