XVIII. DIAMANTE

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Hermione volvió a pasar por la misma situación de la noche anterior frente a su guardarropa, solo que esta vez no tenía ni la más mínima idea del lugar al que iría. Estaban en otoño, el clima era más bien frío y Draco había mencionado naturaleza. A lo mejor se había acordado de lo que ella había mencionado del Bosque de Dean la semana anterior y se preparó para una visita a un lugar así.

Apenas si había podido dormir por la anticipación. Había confirmado que los sentimientos que Draco le había declarado en su carta seguían presentes, pero se extrañaba que él no hubiera vuelto a tocar el tema o hubiera avanzado más que un beso en la mejilla. Claro, ese beso la había tomado completamente desprevenida, y no podía negar que le había gustado y había puesto a mil por hora su corazón.

No sabía cómo dar el primer paso, no sabía cómo actuar ante una situación así.

Su único novio formal había sido Ron, y su primer beso se había dado en un momento de gran temor y angustia. El beso que había compartido con Viktor apenas si se le podía llamar así, pero con Draco sentía que las cosas serían muy diferentes, claro, si es que en algún momento llegaba a suceder.

Recordar ese momento le hizo sonreír. Jamás se hubiera imaginado a Draco como un hombre tímido, mucho menos el poder compartir cómodamente la compañía de él, ansiar esa compañía.

Eligió un jeans negro, zapatos cómodos para caminar en el bosque, una blusa de franela blanca manga larga y un abrigo impermeable con gorrito. Estuvo tentada a agregar una bufanda por si bajaba mucho la temperatura, pero al final prefirió que de ser necesario, transformaría el abrigo en algo más caliente o haría algún encantamiento. Se hizo un desordenado recogido en la zona alta de la cabeza, se maquilló ligeramente y volvió a aplicar un poco más de perfume esta vez en la nuca. Había desayunado tarde así que se comió un poco de yogurt con melocotón y un puñado de nueces, luego cepilló los dientes, retocó el labial y se sentó frente al televisor a esperar a Draco mientras pasaba por todos los canales sin detenerse mucho en alguno, tal era su ansiedad.

Puntualmente al ser las dos de la tarde escuchó los toquecitos en la puerta y con el corazón latiendo rápido la abrió. Draco llevaba una gabardina en su antebrazo y vestía un suéter ligero de lana con cuello alto, todo de color negro. Llevaba un curioso objeto en su mano y sonreía al mirarla.

—Hola —saludó ella, como siempre, sintiendo sus mejillas ruborizarse.

—Buenas tardes. ¿Estás preparada? —Se cercioró que llevaba la varita y asintió—. Usaremos un traslador.

Lo que dijo la tomó completamente desprevenida. Por lo general no se usaban trasladores para viajes dentro del país, a no ser que fueran en viajes grupales. Su gesto de asombro debió ser muy evidente porque Draco inmediatamente la tranquilizó.

—Confía en mí —le dijo tendiéndole una mano; ella la tomó y sonrió.

El mago murmuró unos encantamientos sobre el objeto que segundos después empezó a vibrar; luego de tocarlo con su mano libre, sintió la desagradable sensación de estar siendo arrastrada hacia un vórtice acompañado del ensordecedor ruido en sus oídos. Súbitamente se vio arrojada en un hermoso lugar junto a un lago e imponentes montañas.

—Los Alpes Suizos —dijo Draco con una sonrisa de satisfacción.

—¿Estamos en Suiza? —preguntó sin ocultar su asombro.

Había un denso bosque de abetos y pinos frente a ella, creando un interesante contraste con las montañas nevadas en el fondo. El agua reflejaba los matices otoñales de los árboles a su alrededor y se veían unas embarcaciones de madera navegando en el lago.

—En Interlaken, específicamente en el lago Brienz, y si estás anuente, podemos dar un paseo en bote, después caminar por el pueblo y más tarde cenar. He hecho una reservación en el Harder Kulm, un restaurante de tipo panorámico desde donde podremos ver también el lago Thun.

—Vaya, no dejas nada al azar, ¿cierto?

—¿Logré impresionarla, señorita Granger? —preguntó con sonrisa y mirada traviesa.

—Ya veremos —respondió levantando un poco la nariz, sonriendo con complicidad.

El agua cristalina al navegar, veleros y barcos a vapor, los alpes como telón, el ambiente cargado de aroma a pino, todo parecía de ensueño. Luego habían caminado por las pintorescas calles de la ciudad y cerca del anochecer, habían subido en funicular por una empinada pendiente hasta el restaurante, desde donde habían disfrutado de hermosas vistas panorámicas, se habían detenido un rato en el mirador y después habían ordenado una deliciosa comida suiza basada en fondue de queso, trucha fresca a las hierbas y ternera en salsa de vino, todo absolutamente delicioso.

—Esta mañana me ha escrito Potter —le comentó Draco cuando estaban comiendo de postre un rösti de manzana con chocolate suizo caliente —. Al parecer a Theo se le escapó que he estado recientemente en Inglaterra y ahora quiere que les colabore en un caso que se les ha complicado.

—Debe ser el relacionado con una mujer cuya única pista que tienen es que lleva tatuado un diminuto diamante en su muñeca izquierda; además, deja en la escena del crimen una nota cifrada en runas antiguas en la que firma con ese mismo símbolo. Estuve ayudando con lo de las runas, pero no hay ningún sentido en lo que escribe, ni siquiera al unir las notas.

—Interesante... —Hermione casi podía ver los engranajes del cerebro de Draco moviéndose con la información que ella le había dado—. Pues mañana me reuniré con él en su oficina. Ya me he acostumbrado a no tener un jefe, a no cumplir un horario, pero quizá acepte ayudarles y así puedo estar más tiempo en Londres —sonrió de lado. Ella sintió un escalofrío recorrer su piel ante la voz sugerente.

Hermione pudo sentir, con algo de tristeza, que la velada estaba llegando a su fin. Después de la cena, Draco había sugerido caminar por uno de los senderos. Tímidamente, él la había tomado de la mano, lo que puso en evidencia lo extremadamente pálido de su piel, a pesar de que ella también era de piel clara. Sonrió ante este análisis pues nunca se hubiera imaginado estar tan cerca de él como para comparar esas cosas.

Finalmente alcanzaron el extremo del camino. Las luces de la ciudad a sus pies, la brisa fresca, la noche tranquila, todo parecía haberse acomodado para ser perfecto. De repente sus miradas se encontraron y pudo ver que sus ojos parecían arder a pesar de la oscuridad; sintió como él acariciaba su mano con cariño, los latidos de su corazón enloquecidos y sus mejillas ardiendo por la anticipación.

Draco empezó a acortar la distancia hasta que rozó suavemente sus labios con ternura, contacto que recorrió todo su cuerpo como una corriente eléctrica que encendió su deseo, ese que había intentado contener toda la tarde, un beso que cerraba con broche de oro todas las emociones que habían compartido ese fin de semana. El tiempo pareció detenerse. El beso se iba intensificando; Draco soltó su mano y la abrazó por la espalda y el cuello para acercarla más a su cuerpo, sus lenguas parecían realizar un sensual y embriagador baile que provocaban quedos gemidos en ambos y aumentaban la pasión del momento.

El beso llegó a su fin y Draco juntó su frente a la de ella mientras recuperaban el aliento. Cuando logró abrir sus ojos, observó que él la veía con un brillo especial y sonreía con complicidad. De pronto, se sintió muy tímida por lo que había pasado y escondió su rostro en el pecho del mago, quien la abrazó nuevamente con fuerza. Como deseaba no tener que volver al mundo real nunca más.  

  

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Dulce sufrimientoWhere stories live. Discover now