XXV. UNIFORME

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Draco pasó media hora intentando fingir que tener a Hermione así de cerca frente a todos los empleados del ministerio era lo más natural del mundo, que dentro de él no se estaba poniendo a prueba su gran fuerza de voluntad por aparecerse en su casa y besarla hasta perder completamente la cordura. Se sorprendió descubriendo que, de forma casi refleja, había tenido que recurrir a la Oclumancia para proteger sus sentimientos, para no exponerse a los demás, y es que quería respetar la decisión de la bruja de esperar, pero fingir que ella no le importaba cuando era todo lo contrario no estaba siendo muy efectivo, mucho menos si tomaba en cuenta que en ese vestido se veía muy hermosa.

De todos modos, Draco estaba muy consciente de que a esas alturas de su vida, incluso la vería hermosa con el nada provocativo uniforme de Hogwarts y los para nada seductores colores de Gryffindor. Y es así como empezó a hurgar un plan en su mente, esperando que Hermione estuviera de acuerdo con todo.

Kingsley Shacklebolt pidió que todos volvieran a sus mesas para decir unas palabras antes de que la fiesta continuara y eso fue perfecto para lo que Draco planeaba. Luego de unos diez minutos de agradecimientos y buenos deseos por parte del ministro, Draco aprovechó el final del discurso y se despidió de todos en la mesa alegando que la fiesta estaba muy aburrida. Theo le recriminó el ser un aguafiestas, le hizo notar que a nadie le había extrañado que hubiera estado bailando con Hermione, que todavía faltaba el postre, pero no lo convenció de quedarse y cerciorándose que Hermione lo estaba viendo, Draco le guiñó un ojo antes de dirigirse a la zona de aparición.

No habían pasado diez minutos cuando la vio aparecer en el vestíbulo de Sunserley donde la estaba esperando con el broche celta en sus manos. La tomó entre sus brazos y la besó como llevaba deseándolo desde que la había visto llegar a la actividad.

—Abrázame fuerte —le dijo al oído pocos segundos antes de activar el traslador que los llevaría a Lauterbrunnen. La joven se aferró a su cuerpo con fuerza y segundos después estaban en el chalet. Con un movimiento rápido de su mano, encendió las velas de la sala de estar.

—¿Dónde estamos? —preguntó Hermione con asombro pasando la mirada por el lugar y luego sonrió emocionada—. Draco, ¡este lugar es precioso! Acá es donde vives, ¿cierto? Este lugar tiene tu estilo.

—¿No te molesta que te haya traído sin consultar?

—Llevo días preguntándome cuándo me ibas a traer —le dijo con voz melosa volviendo a abrazarse a su cuerpo.

Sus miradas se encontraron y pudo leer en ella el mismo deseo que llevaba devorándolo toda la noche. Draco quitó lentamente el abrigo que ella no se había molestado en abotonar y también se quitó su propia túnica, luego empezó a acariciar, con manos temblorosas, la piel desnuda de sus brazos. Hermione cerró los ojos en respuesta y pudo sentir su piel erizada, reacción que provocó un escalofrío de deseo recorriendo todo su cuerpo. La besó primero con suavidad, pero poco a poco la excitación fue en aumento, su ritmo cardiaco se había acelerado, la respiración más agitada, sentía que podría explotar de felicidad en cualquier momento. Quería detenerse pero a la vez sentía que no tenía el autocontrol suficiente para parar; eran muchos años, mucho el deseo contenido, y sentir que Hermione correspondía a sus besos y caricias de la misma forma lo excitaba aún más.

—Eres tan hermosa —le murmuró al oído al tiempo que soltaba el peinado que se había realizado, aspirando el aroma floral avainillado que desprendía su cabello, hundiendo su nariz en él para percibirlo mejor.

Hermione dejó expuesto su cuello al sentirlo sobre ella y él no dudó en dejar un camino de besos por esa piel suave y tibia que la hicieron emitir quedos gemidos que fueron directo a cierta zona de su cuerpo.

Detente, Draco le decía su entendimiento, pero no ayudaba el que Hermione estuviera tan dispuesta a recibir sus besos y caricias, y que igualmente lo besara con pasión cada vez mayor cuando volvía a su boca, sus lenguas acariciándose, las manos pasando a partes que antes no se habían atrevido a explorar.

No se habían movido de la sala, y temía romper la magia del momento si daba un paso hacia cualquier parte, preferiblemente a su cama en la segunda planta del chalet, pero es que tampoco quería detener el beso que lo estaba llevando al cielo pues él la había alzado y ella había envuelto sus brazos alrededor de su cuello y cruzado sus piernas en la cintura de él para besarlo más apasionadamente, aumentando su contacto físico. Sus cuerpos se habían ajustado tan perfectamente como nunca antes había experimentado y aún así, debía preguntarle, necesitaba saber... Deteniendo el beso y pegando su frente a la de ella, suspiró profundamente.

—Si me pides que me detenga...

Pero ella no lo dejó continuar. Colocando el dedo índice sobre sus labios, negó con la cabeza y él pudo leer la pasión ardiendo en sus ojos. Sin dejar más paso a las dudas, Hermione buscó sus labios con renovado deseo, un beso urgente, hambriento, un beso que dejaba claro que no deseaba perder la conexión que tenían en ese momento, que al igual que él, lo necesitaba y supo que no había retorno. Se concentró y se apareció en su dormitorio y la acostó sobre su espalda con sumo cuidado para empezar nuevamente las delicadas caricias que volvieron a estremecer la piel, que provocaban suspiros en ambos y la prodigó de besos que llevaban camino a ser su perdición.

Podía sentir el corazón de Hermione latiendo tan rápido como el suyo, como marcando el ritmo del inminente éxtasis que se avecinaba, las palabras susurradas llenas de promesas íntimas, sus cuerpos fundiéndose en una bella danza que los llevaría al clímax.

Después de compartir ese momento tan íntimo y plagado de pasión, sus cuerpos aún cálidos se entrelazaron y se instauró un significativo silencio. Draco la abrazó con ternura y acariciaba lentamente su espalda como una continuación del momento compartido previamente. Hermione sonrió y sintió que debía decirlo, no podía encontrar otro momento más perfecto, no le importaba si ella no le correspondía del mismo modo, porque la conexión que habían tenido momentos antes no podía fingirse.

—Te amo...

Sus ojos se encontraron de nuevo y casi pudo leer en los de ella la promesa de que pronto escucharía la misma confesión de sus labios. Con esos pensamientos y con las emociones aún al máximo, envueltos en una sensación de paz y satisfacción, se quedaron dormidos arrullados por el susurro de sus propias respiraciones.

 Con esos pensamientos y con las emociones aún al máximo, envueltos en una sensación de paz y satisfacción, se quedaron dormidos arrullados por el susurro de sus propias respiraciones

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