XIV. MIMBULUS MIMBLETONIA

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Draco regresó a su chalet y esa noche le llevó un tiempo en poder conciliar el sueño, pero en esta ocasión las razones eran muy diferentes a la de los últimos tiempos: revivió una y otra vez su encuentro con Hermione, el cual aún le parecía irreal. Se percató que, ante su recuerdo, se sonreía con demasiada frecuencia. No quería ni imaginar el rostro de idiota enamorado que estaría poniendo. Blaise estaría feliz de restregárselo en la cara.

A la mañana siguiente, la vista desde su ventana era apreciada en toda su hermosura, el sol brillaba con fuerza y por algún motivo le parecía maravilloso. Todo lo estaba viendo con otros ojos, incluso las paredes rocosas empotradas en su sala de estar y dormitorio que siempre le habían parecido frías, le fascinaron, alabando la pericia del arquitecto que había diseñado el chalet. Se imaginó a Hermione encantada con el lugar y sintió cómo su corazón se llenaba de esperanza ante la idea de una visita suya. Se había acostumbrado a la tranquilidad de vivir en un país donde no era juzgado en cada esquina por su pasado, y no quería perder eso regresando a Sunserley House, aunque eso implicara estar mucho más cerca de Hermione, probablemente al alcance de una chimenea o de una aparición.

Esa mañana, el desayuno de Cavell no se enfrió en la mesa y el elfo lo felicitó por su buen humor de ese día. Olivia llegó una hora después con los pendientes del trabajo debido al viaje y él se tomó con calma la labor de revisar cada carpeta. Sin embargo, con demasiada frecuencia estaba pensando nuevamente en Hermione. Su triste realidad había dado un giro de ciento ochenta grados y lo que hasta hacía pocas horas había visto como un imposible, ahora parecía ser algo tangible en su vida.

Se recriminó el no haberse quedado el fin de semana en Inglaterra, y el broche celta en su escritorio era un constante recordatorio de que podía volver a su país en cualquier momento con solo recitar el conjuro adecuado. Se sintió tentado de tomarlo varias veces durante la tarde, pero se volvía a decir que no debía acosarla, debía darle su espacio. Probablemente ella ya tendría su fin de semana planeado con sus amigos y él no quería importunar.

Se levantó de su asiento una vez más, se quitó los lentes, restregó los ojos y empezó a caminar alrededor de la habitación para calmar su ansiedad. No podía creer que solo el hecho de haberla tenido tan cerca, a pocos pasos de distancia hubiera puesto su mundo de cabeza. Él, que había sido capaz de vivir sin ella desde hacía tantos años, ahora se estaba volviendo loco por verla otra vez y quizá intentar esta vez tocar su mano al despedirse, hacerle un cumplido porque se veía hermosa o simplemente perderse en el castaño de sus ojos mientras la veía sonreír.

De repente, se percató de que al menos podía escribirle. No es que Londres estuviera a la vuelta de la esquina, pero no tenía otra forma de comunicarse con ella más que por medio de una lechuza; también debía escribirle a Theo, ese tramposo a quien le debía por lo menos un gracias.

Sentándose nuevamente, se puso los lentes, buscó un pergamino en blanco en la primera gaveta de su escritorio y contrario a la vez anterior en que las palabras habían fluido sin pensarlo, analizó muy bien qué escribiría. Dos misivas tan distintas una de la otra, la primera había sido triste, la actual estaba cargada de ilusión y esperanza.

¡Hola!

Quería agradecerte por la bonita velada que pasamos. Disfruté mucho tu compañía y espero que pronto podamos repetirlo, si así lo deseas, por supuesto. Me aferro a tu propuesta de conocernos mejor.

Tengo planeado visitar Malfoy Manor con frecuencia debido a que mi padre está convaleciente; probablemente pueda hacerlo el otro fin de semana. ¿Puedo escribirte cuando esté en Inglaterra para saber si estás libre?

He estado pensando que quizá puedas venir algún día a visitarme en Lauterbrunnen, creo que te podría gustar. Suiza es un país hermoso.

Esperando verte pronto,

Draco.


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Hermione se encontraba escuchando el canturreo de la Mimbulus Mimbletonia de Neville el domingo por la mañana cuando escuchó un golpecito en una ventana. Neville siempre dejaba con ella su planta favorita cuando tenía misiones de más de cinco días fuera de su casa y a ella le gustaba tocarla para escucharla, pero del susto ante el inesperado ruido, por poco y se había pinchado con uno de los furúnculos, lo que hubiera disparado su fétido jugo.

Presurosa, deseando que su presentimiento se hiciera realidad, tomó la carta de la lechuza, que inmediatamente se quedó dormida por el cansancio.

Hermione había estado tentada de relatarle a Harry sobre su encuentro con Draco el día anterior cuando su amigo le comentó que la veía muy radiante esa mañana de sábado que se habían reunido para desayunar; sin embargo, tampoco era como que su salida del viernes por la noche hubiera provocado un cambio en su situación amorosa. Nunca se había atrevido a contarle sobre la carta y no estaba segura de si su amigo se tomaría la situación con buen talante. Habían aprendido a llevarse de manera cordial en el trabajo, pero ya decirle de buenas a primeras que ella tenía cierto interés romántico por Draco Malfoy desde hacía muchos años eran palabras mayores. Estaba segura que Harry le recriminaría el no haberle contado algo tan importante cuando se suponía que eran prácticamente hermanos.

Empero, si continuaba viéndose con Draco, en algún momento tendría que contárselo, no solo a Harry sino también al resto de sus amigos, y la idea de repente le generó angustia, por lo que prefirió dejar de adelantarse a los hechos y abrió el sobre con el corazón palpitando a mil por hora al reconocer la letra de Draco.

Hermione extrañó el «tuyo» que el mago había usado en la anterior misiva al despedirse, pero se convenció de que era porque las circunstancias eran completamente diferentes. Buscó pergamino para escribir una respuesta, nerviosa ante su primera carta para él, lamentando no tener la posibilidad de poderse comunicar con Draco por Skype tal como lo hacía con sus padres, ya que en el mundo mágico no existía la electricidad. Sintiéndose un poco traviesa y a la vez divertida por la idea de bromear con su antiguo rival del colegio, redactó una respuesta, feliz por la oportunidad de tener correspondencia con él.

Malfoy, ¿acaso me estás haciendo una propuesta indecorosa invitándome a tu casa?

¡Es broma!

Estuve viendo fotos del lugar que mencionaste y estoy segura de que me gustaría. Efectivamente, Suiza tiene paisajes hermosos.

También disfruté mucho nuestro encuentro. Creo que Theo no lo hizo mal, después de todo. Espero que no lo hayas regañado por lo que hizo.

Estoy anuente a vernos cuando estés de nuevo en Inglaterra. Mándame una lechuza cuando estés por acá para ponernos de acuerdo.

Hermione.


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Hermione...

Leer ese nombre en una carta dirigida a él lo hizo sonreír y llenó su corazón de esperanza. Estaba empezando a creer que había desperdiciado valioso tiempo durante los últimos seis años pensando que ella jamás aceptaría salir con él. 

 

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Dulce sufrimientoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt