04

46 34 1
                                    

Llegando a Margarita nos encontramos con un escándalo armado. Gente corriendo de un lado a otro, había una ambulancia y dos de los paramédicos llevaban algo así como un colchón muy grande.

—¿Qué está pasando aquí?— vimos a los lados totalmente confundidos—. Ven, vamos a buscar a mis tíos— seguido de mi amigo Daniel caminamos hasta la oficina de mi tío Marcos

—Hijo, ya llegaste— se notaba preocupado—, ¿quién es tu amigo?

—Es Daniel, de quien te hable

—Ah, sisi, ya recuerdo. Hijo hablamos luego porque tengo algo importante que hacer— él siempre estaba ocupado pero el modo en cómo se comportaba me daba a entender que nada bueno pasaba, ademas después de todo el alboroto de afuera es obvio del porque se comportaba así

Seguimos a mi tío sin que se diera cuenta y cuando salimos de nuevo afuera lo perdimos entre la gente que se encontraba admirando algo en la altura

—¡Coño!— exclamó Daniel—. Mano no te vallas a preocupar ni a volver loco pero...

—Te aclaro que cada vez que me dices eso hago todo lo contrario porque nada bueno sale de tu boca, pero aún así me dirás así que, desembucha pues— mi amigo solo apuntó con su dedo indicie un punto fijo en lo alto. Como si apuntara al cielo pero al ver me di cuenta que en realidad no apuntaba al cielo sino que al techo de los departamentos que tenían como seis pisos de altura

—Daniel... ¡esa es mi mamá!— corrí con miedo, con angustia y una preocupación enorme que se apoderaba de mi.

No quería perderla.
Yo había perdido a mi papá y fue la cosa más horrible que pudo haberme pasado y si la perdía a ella también no sé qué sería de mi. Me quedaría sin nada y solo y con un dolor inmenso. A penas y estaba intentando sobrellevar la pérdida de mi héroe. Esto sinceramente era demasiado para mi.

Por andar corriendo tropecé con alguien

—¿Qué no ves por dónde caminas?— le dije levantándome del sueño al igual que él

—Pregúntate eso tú— sacudió su suéter

No me quedé discutiendo porque la verdad no tenía tiempo para eso.
Fui al ascensor y subí hasta el piso en dónde se encontraba mi madre, cuando llegué a la azotea ella estaba sobre un pequeño pilar que si daba un paso más terminaría cayendo

—Mami...

—Mi Jay— su voz se oía entrecortada. Estaba llorando—. Tú papá está esperando por mi, ya es hora de que deje de esperar y me valla con él

Bien, si no quería echar todo a perder debía ser fuerte y firme en cuanto a mis emociones. Me tragué mis lagrimas y el miedo. Di unos cuantos pasos más y me acerqué a ella sin subir a su lado

—Mami, no puedes irte—ella me observó—. ¿Piensa dejarme solo?— negó con la cabeza—, ¿y entonces?. No lo hagas, ven conmigo— extendí mi mano para ella la tomara pero no lo hizo—. Okey, no piensas venir conmigo entonces yo iré contigo— subí a su lado y tomé su mano—. Si decides irte yo también lo haré— me observó desliéndose unas cuantas lágrimas por su pálido rostro lleno de tristeza en esos ojos color miel

—Mi Jay— sonrió sin dejar ver sus dientes—. Tu tienes mucha vida

—Tú igual mamá

—No mi Jay, no tengo vida desde que tu papá se fue— bajo la mirada y de nuevo me vio a los ojos—, por eso debes quedarte— me empujó y ella se lanzó

—¡NO!...— grite tan fuerte que sentí que desgarre mis cuerdas vocales. No me atrevía a ver. Me aterraba—. ¡Dios mío!

No sé qué empecé a sentir pero era la segunda vez que me pasaba. Se me empezaba a dificultar respirar, se me nubló la vista y sentía también este fuerte dolor en el pecho aún así también había tomado la locura de lanzarme junto con ella porque sentía que después de esto ya no tenía a nadie, que estaba solo y que no tenía nada que perder.

—¡Jairo!— lo escuché y luego sentí como me abrazo sin ánimos de querer soltarme—. Hermano, escúchame

—Se lanzó Daniel, mi mamá se lanzó— le dije entre llanto

Junto a ti, siempre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora