Capítulo 4. Son de arroces

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Comencé rápidamente con la organización de los ingredientes, en la cocina era primordial el orden, sin eso estabas perdido. Corté y aparté cada alimento mientas se calentaban los fogones y las cabezas y piezas de marisco en la olla. Podría haber optado por un caldo de marisco envasado, pero no era ni el momento ni el lugar. Así que tendría que hacerlo por mi cuenta. Mientras se cocían las piezas, sellé el atún e hice las verduras, para pasarlas más tarde por la batidora.

—Diez minutos, Luz —cortaba el perejil bajo la atenta mirada de la Chef. Si que era cierto que había tenido tiempo de sobra, pero en vez de conformarme con bordar la receta que hice el día anterior, decidí jugármela con algo que nunca se debe hacer en una prueba para un nuevo puesto de trabajo, innovar. Decidí en los último minutos, añadir un poco de azafrán y tuve que corregir algunos matices, rezando para que el dulzor de la cebolleta cocinada a fuego lento hiciera su trabajo, contrarrestándolo. Podría ser una carta a mi favor, o en mi contra.

Cogí el plato hondo que tenía preparado previamente para el emplatado y, con cuidado, usé una cuchara para no romper la capa gelatinosa que se había creado, serví el risotto suavemente. Con unas pinzas, retiré un par de cubos del Atún, posicionándolos en el centro del plato. Recogí un poco del perejil fresco que acababa de estar cortando, repartiéndolo cuidadosamente por encima, si me pasaba mataría completamente el sabor que quería que tuviese el plato.

—Ya está Chef —le dije acercando el plato delante suyo. Había adoptado una posición desenfadada, sentándose en la misma posición en la que la encontré el día anterior sobre el taburete. Observaba constantemente cada movimiento que hacía. Si su presencia de por sí me ponía nerviosa, no tenía siquiera palabras para describir lo que sentía con sus ojos fijos sobre mí constantemente. Pero estaba temblando. 

Sacó una cuchara de detrás suyo, supuse que la tendría preparada previamente. Se levantó de la silla y sin mirarme, cogió un poco de arroz y un trozo del atún, y cerrando los ojos se metió la cuchara en la boca. Observé cada movimiento que hacía, por si algo en su cara pudiera adelantarme lo que me esperaba en los siguiente segundos. Volvió a abrir los ojos, y sin mirarme, repitió los mismos movimientos, cogiendo más cantidad del plato. 

—Luz —dijo sin abrir los ojos aún, la miré. Estaba nerviosa, por favor que dijese algo ya.

—¿Si chef? —Di algo, di algo.

—¿Cómo se te ha ocurrido esto? —dijo sin ningún tipo de entonación, más que la interrogativa. No sabía si era una pregunta a la que contestar de forma positiva o si tenía que ir quitándome el delantal y recogiendo las cosas. Si todo iba bien, trabajar con esta mujer iba a ser un desafío mucho más duro de lo que me había imaginado.

—Eh... Pues... —ante mi nerviosismo, me miró e hizo una leve mueca con la boca, casi imperceptible, como animándome a hablar —Pensé en sustituir la patata con el arroz. Al querer hacerlo meloso, pues en vez de presentarlo como un arroz con cosas, quise aprovechar la verdura de la receta del marmitako para cocinar el arroz en la mezcla pasada, y con el fumet de marisco pues cocerlo... —parecía que la explicación le iba convenciendo.

—Pues es que el sabor es muy bueno, Luz —ahí ya pude respirar. Pero tampoco podía bajar la guardia, por que seguía seria, impasible e infranqueable. Que tensión, estaba agotada ya —La única cosa que debo apuntar, es que para la próxima vez tendremos que reducir un poco el toque de sal, no llega a ser ese salado seco —explicaba moviendo sus manos y entrecerrando los ojos cuando me miraba —, pero si que a la segunda o tercera cucharada puede ser más que evidente. Mi enhorabuena Chef —tendió la mano para felicitarme.

Le devolví el saludo confusa. Eso era bueno, corregir la sal y sería el Rissoto al Marmitako perfecto. No era difícil. ¿Había dicho "próxima" y "tendremos"? Eso solamente podría significar una cosa.

Bajo La Lluvia [Luznhoa]Where stories live. Discover now