Capítulo 5. El primer día

453 35 3
                                    

Tenía que confesarlo, la chavala me había sorprendido. Cuando la camarera vino a la cocina a indicarme que había una chica esperando para hablar conmigo, ya sabía a quién se refería, era la protegida de Pepe. Por así llamarlo, no es que sea este negocio una mafia ni nada parecido. Cuando alguien llega a un sitio nuevo con una recomendación, va con pocas cartas sobre la mesa. O tienes poca experiencia, o estás desesperada. En este caso, por la cara que traía cuando entró por la cocina, era lo segundo. Noté a Luz algo nerviosa, y a mi eso no me disgustaba, en absoluto. La emoción de una aprendiz, de alguien que traiga frescura y ganas de aprender a la cocina siempre es bueno, es positivo. Tanto para una Chef como para su equipo. 

—Andrés, de verdad, que lo ha bordado —le decía al dueño del Alluitz, intentando convencerle de que contratase a Luz.

—Ainhoa, el restaurante va bien, no te voy a mentir, pero no podemos contratar a alguien más —me crucé de brazos.

—Venga ya, ¿Qué me estás diciendo? —le repliqué, a mi jefe. Esto me iba a pasar factura, pero algo me decía que ella lo merecía. Me había recordado mucho a mí cuando empecé en esta profesión.

—Te estoy diciendo lo que estás escuchando. Que no... —me hablaba sin mirarme, mientras leía unos papeles en la mesa de su despacho.

Di un paso hacia adelante y me apoyé en su mesa, llamando su atención y queriendo que dejase lo que fuera que estuviera leyendo para prestarle atención al asunto que me traía entre manos.

—¿Qué haces Ainhoa? —frunció el ceño.

—Andrés, te juro que no te vas a arrepentir. Ha bordado un plato suyo ¡Una novel experimentando con un plato tradicional! Que es muy fácil cagarla, y lo sabes.

—¿Sabes qué? —Andrés adoptó una posición más relajada, dejando los papeles y apoyando su espalda en el butacón de cuero que estaba tras la mesa. Yo me erguí, esperando su respuesta.

—Venga. La contratamos —asintió —. Pero si la caga, os vais las dos fuera —tardé unos segundos en procesar lo que me había dicho. Pero estaba dentro, apreté los labios y asentí.

—Trato hecho —tendí la mano para dársela, cerrando con palabras lo que ambos habíamos acordado.

Al salir era demasiado tarde para irme hasta casa sin comer nada, así que decidí ir al bar K3 a comer un pincho rápido. Me dolía la tripa de haber pasado toda la mañana oliendo semejante elaboración sin poder comerla por completo. Andrés la había probado, pero la había desechado de la misma. Ser dueño de un restaurante no implica saber cocinar ni apreciar la cocina, eso siempre había que tenerlo claro. El hábito no hace al monje. 

Fue una sorpresa para mí ver de espaldas a Luz en la barra, por que todavía no le había mandado el mensaje de que estaba contratada. Mi intención era hacerlo mientras comía algo tranquilamente, seguro que de esta forma le hacía más ilusión. 

Y así fue, estuvimos toda la tarde charlando con Antxon. Jose Antonio era un nombre demasiado largo y formal para referirse a aquella persona con la que tantas charlas y tardes había compartido entre consejos laborales y amorosos. Era un sabio encerrado en un cuerpo de un chico joven. No como su hermano, que era básicamente todo lo contrario. 

Cuando quisimos darnos cuenta habían pasado siete horas. Como un suspiro. Me daba la sensación de que Luz no solamente había venido a aprender de cocina. Mencionaba mucho su pueblo, se notaba que lo echaba de menos, pero algo había. Mi intuición me lo decía. Pero lo importante era que tenía que ir a por todas con Luz, tanto su nuevo puesto como el mío estaban ahora en el punto de mira de Andrés. ¿En qué estaba pensando? Pues en poco, la verdad. Pero sabía que era una buena decisión, tenía que serlo.

Bajo La Lluvia [Luznhoa]Where stories live. Discover now