Capítulo 6. Cucharas

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POV Luz

Llevaba cuatro días. Cuatro días pelando la verdura que se iba a utilizar en los menús. Cuatro dias limpiando la cubertería. Cuatro días en los que no había tocado un solo instrumento que fuera para cocinar. Y la verdad siendo ya Viernes, tenía fe de que Ainhoa cambiase de dinámica, pero parecía que se había olvidado de dónde venía y lo que era capaz de hacer. De verdad, me daba una rabia inmensa haber apostado todo a esto, al dos de jotas, pensando que era el as de oros.

Me encontraba en una esquina de la encimera que se me había asignado, pelando zanahorias sin pensar mucho en lo que estaba haciendo, por que tampoco era tan complicado. Al otro lado se encontraba Ainhoa seleccionando unas piezas del pescado del día, ya cocinadas. Algunas se servían, si quedaban muy feas se reservaban para los caldos, salsas y demás. Todo importaba, incluso pelar perfectamente las dichosas zanahorias. En realidad no tenían culpa de que estuviera pagando con ellas toda la frustración acumulada de los últimos cuatro días. No le quitaba la vista de encima a la Chef. Parecía tan maja, que no me dio por pensar que podría hacerme esto. Tal y como había puesto mi plato el primer día, que el dueño me hubiera contratado y todo lo demás, no pensé que estuviera así la primera semana. 

—Ays —me pillé el dedo gordo con el pelador. Dolía mucho —Mierda, mierda... —metí el pelador en mi delantal y con un trozo del mismo envolví mi dedo, girándome para que Ainhoa no viera el estropicio que había liado. Lo que me faltaba, que pensara que ni siquiera sirvo para pelar zanahorias.

—¿Todo bien Luz? —escuché que la chef me preguntaba.

—Si, si, todo bien —dije sin girarme, aún de espaldas a ella.

—A ver, déjame —noté su voz mucho más cerca. Giré sobre mi misma y la tenía detrás. —¿Pero que has hecho? —me miraba con los ojos abiertos, sorprendida —Luz, esto hay que curarlo ya, joder —me negué a mirar, si lo hacía a lo mejor me desmayaba, o no. ¿Era fuerte? Cogí aire y bajé la mirada.

—Vale, si, la he liado... y duele —Se lavó las manos y me cogió del brazo para llevarme al vestuario. Una vez dentro abrió una balda que había a la izquierda de la puerta donde claramente se leía "Botikina" que supuse que era botiquin en euskera. Yo aún seguía apretando el dedo con mi delantal, en el cual cada vez quedaba menos blanco. Ainhoa con gasas, alcohol y un apósito se sentó a mi lado, en uno de los bancos del vestuario.

—Dame la mano, venga —en ese momento recordé el dolor que sentía cuando mi madre me curaba las rodillas cuando era cría y pasaba más tiempo en el suelo que jugando. —Joder Luz, venga, que no tenemos dos años —me cogió la mano firme y la colocó sobre su pierna. Me sentía una auténtica cría. —¿Qué les estabas haciendo a las pobres zanahorias para hacerte esto? Mira que cuesta cortarse con un pelador...

—Me he despistado un segundo, perdona —sonrió sin retirar la vista de mi mano, estaba a punto de poner la gasa con alcohol sobre la herida para desinfectarla.

—Coge aire —en ese momento me miró e hizo conmigo el proceso de inspirar y expirar. Cuando menos lo esperaba posó la gasa húmeda sobre la herida. Al principio no sentí nada, pero un segundo después, vi las estrellas. Apreté la  mandíbula para no gritar allí mismo. Mi otra mano se cerró en un puño, Ainhoa me miraba con lástima. —Perdón, perdón... —retiró la gasa —¿Ya mejor? —asentí sin poder hablar. Respiré hondo.

—Ha dolido bastante, pero todo bien —dije más para convencerme a mi, que a ella.

—Te pongo esto y te dejo un dedal para que no te manches ¿Vale? —con cuidado envolvió mi dedo en un apósito que lo envolvía. —Lleva antibiótico e inflamatorio, no te lo quites, se caerá solo —sacó el dedal de una bolsita de plástico y me lo puso. Tenía que confesar, que se me había pasado bastante el cabreo que tenía con ella. Había sido todo un detalle.

Bajo La Lluvia [Luznhoa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora