Jacaerys I

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— Jacaerys, Jacaerys, Jacaerys, despierta. — Dijo la voz argentina de una mujer.

Una voz que se le hacía muy familiar.

— ¡Jacaerys! —Volvió a decir la voz agitando su cuerpo para despertarlo.

— ¿Qué pasa? — Dijo molesto. — ¡Oh! Madre, digo, Su Alteza, ¿ha pasado algo?

Su madre lo miró. Vestía un vestido rojo y en su mano derecha tenía una lámpara. No parecía que ella se hubiera levantado de repente y decidiera venir aquí. Sus acciones habían sido premeditadas.

— Jacaerys, acompáñame. — Ordenó su madre.

Eso le causó curiosidad. Ella solo lo llamaba por su nombre cuando era algo realmente serio. Él se levantó y siguió a su madre.

— ¿A dónde vamos?

— Ya lo verás.

Caminaron por los vacíos pasillos de la Fortaleza Roja, su madre guiando el camino a un lugar desconocido. Caminaron por un tiempo que pareció eterno hasta que llegaron a un lugar. Era una cámara. El cráneo de un dragón se encontraba en un pedestal y debajo de él en una mesa estaban varias velas encendidas, como si fuera una figura religiosa. Y para los Targaryen ese cráneo era de cierta forma, pues le pertenecía a Balerion. ¿Por qué su madre lo había traído aquí?

— Es magnífico, ¿no crees? Balerion, el dragón de Aegon el Conquistador.

— Se dice que era tan grande que podía comer mamuts de un bocado y que cuando volaba su sombra oscurecía aldeas enteras. Ni Vhagar se puede comparar en tamaño a Balerion en su vejez. — Dijo Jacaerys.

— Tu abuelo fue su último jinete, y una vez me preguntó algo, la misma pregunta te la hago a ti ahora, Jacaerys, ¿cuándo ves a los dragones, qué ves?

Jacaerys la miró de forma inquisitiva. ¿Por qué le preguntaba eso? Esa noche se ponía más rara conforme pasaba el tiempo.

— Todo el mundo sabe que Aegon y sus hermanas conquistaron Poniente, pero habrían fracasado si no fuera por sus dragones; y los valyrios eran solo pastores hasta que domaron los dragones y forjaron la civilización más grande que el mundo ha conocido. Para los Targaryens, los dragones son la fuente de nuestro poder. Un poder que al igual que el fuego nos permite prosperar o nos puede destruir.

Su madre lo miró un rato y sonrió.

— Una excelente respuesta. Tu abuelo pensaba de forma similar sobre los dragones. Él me dijo que Valyria abusó de su poder y pagó el precio, y que nosotros debemos tomar un camino diferente. Es imperativo que entiendas esto para ser Rey.

Jacaerys asintió.

— Hay miembros en nuestra Casa que son capaces de ver el futuro en sus sueños. Aegon el Conquistador tenía esa habilidad. Él le dijo a los maestres que conquistó Poniente por pura ambición, pero mintió, fue uno de sus sueños que lo guió a realizar tal hazaña. Soñó con un terrible invierno que vendría del lejano Norte, un invierno que traería una terrible oscuridad que amenazaría el mundo de los vivos. Cuando ese momento llegue, ya sea en una luna, diez años, cincuenta o en doscientos, tendremos que defendernos, pero si el mundo de los hombres va a sobrevivir, un Targaryen deberá estar sentado en el Trono de Hierro.

Jacaerys la miró más sorprendido todavía. No podía creer lo que su madre le revelaba. Pensó en Torrhen Stark, el Rey que se arrodilló. ¿Acaso Aegon le dijo ese sueño y por eso se arrodilló? Ahora que lo pensaba, cuando los Targaryen llegaron, tenían cinco dragones, ¿por qué no conquistar Poniente entonces? Su madre decía la verdad.

— Ese Sueño se llama la Canción de Hielo y Fuego. Y es un secreto que ha sido pasado a cada futuro rey Targaryen de generación en generación. Tu abuelo me lo pasó cuando me nombró heredera, y ahora te lo pasó a ti.

Danza de Azul y Negro (HOTD)Where stories live. Discover now