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☾ Capítulo 2 ☽

"Problemas y casualidades"

Esa entrevista fue demasiado fácil. Esperaba algo mucho más pesado, intimidante y jodido a tan punto de querer vomitar en los zapatos de la persona que me entrevistara. Sin embargo, fue agradable y cálido. Incluso, llegué a preguntarme si fue real o solo un tonto sueño más hasta que lo confirmé con un pinchazo en mi brazo.

En muchas entrevistas laborales, me hicieron tantas preguntas por minutos más allá de lo que veían escrito en las solicitudes de trabajo. Una de ellas es la llamada por la gente "La Explosiva", pues se trata de una pregunta fuera de lo laboral como, por ejemplo: "¿Cuántas pelotas entran en un autobús?" O también: "¿Cuántas escaleras necesitamos juntar para llegar a la luna?" Son preguntas para saber si la persona que requiere el empleo es capaz de responder con lo que sea sin salir a correr en el primer intento. Si responde con cualquier cosa que se le ocurra por la cabeza, es candidato al puesto; si no responde, simplemente lo dejan ir y botan a la basura su solicitud.

Así de simple.

Aunque, la respuesta fuera la más creativa del mundo, no te aseguraba un puesto ya que también contaban otras características importantes a tener en cuenta, como la presentación personal, el vocabulario, el respeto, entre otros.

Ahora solo me tocaba pedir al universo pasar la prueba y conseguir ese empleo, los niños parecían obedientes y muy educados al igual que el adolescente, pero no podía decir lo mismo del hermano mayor quien me dejó helada y sin palabras por lo que sucedió en su sala antes de irme. Aquel pequeño incidente hizo que recordara que debía tirar esa maldita camisa. Gracias al cielo no me faltaba nada para hacerlo, quería llegar a casa y hablar con Brenda sobre la entrevista y aquella propuesta.

Por fin llegué y abrí la puerta de mi casa, saludé a mamá que cocinaba un estofado de carne. Pregunté por mi padre y me enteré que todavía no llegaba de su paseo diario, me parecía extraño ya que a estas horas él siempre se hallaba en su viejo sillón leyendo el periódico con la televisión prendida para "hacer ruido en el ambiente". Decidí contarles la noticia sobre el posible empleo cuando estuvieran los dos juntos, a lo mejor mi papá llegaría muy pronto. Me dirigí a mi habitación y mientras me quitaba la maldita camisa y la arrojaba al bote de basura, llamé a mi mejor amiga. En el segundo tono su voz se escuchó, chillante.

—¡¿Y cómo te ha ido, Ara de mi vida?!

—Estaré de prueba unos días —le comenté—. ¡Dios mío, Bren! Es una mansión, literalmente. Es una familia bastante adinerada. La señora me prometió un gran salario en dólares.

—¡Dios te bendiga, Ara, y que ese trabajo sea tuyo!

—Eh... Brenda. ¿Recuerdas el incidente de esta mañana?

—¿El imbécil que por poco nos arrolla y nos convierte en picadillo?

Sí, ese exactamente... Todavía pensaba que el mundo era muy pequeño.

—Bueno... Ese imbécil era el hijo de la señora... —Esperé una respuesta por parte de ella, pero se quedó callada por primera vez en la historia—. ¿Brenda?

—Dame la dirección. Le diré a esa mujer que si no te contrata, voy a denunciar a su hijo.

—De hecho, la señora quiere... ¿recompensar el incidente?

—No hay mejor recompensa que darte ese trabajo, Ara.

—Ya veremos... —solté un suspiro a medida que me quitaba aquellos tacones dolorosos y el resto de la ropa—. Tengo mucho miedo. Son tres niños. Más bien dos niños y un adolescente. Desconozco sus edades.

Cuando la noche sea eternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora