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☾ Capítulo 9☽

"Una nueva propuesta"

La semana empezaba con un lunes de asueto por el día de la bandera de nuestro país, los niños ni yo tendríamos clases, aunque seguramente sus padres estarían trabajando como de costumbre, por lo que mi trabajo sería distraerlos y hacerles pasar un día divertido al menos para que no reclamaran la ausencia de sus padres como lo hicieron un par de veces la semana pasada. Mi idea era llevarles al parque para que gasten su energía y luego a tomar un helado, aunque estaba abierta a toda propuesta.

En cuanto toqué la puerta de la mansión de la familia Dianetti, oí gritos y objetos rompiéndose. Fruncí el ceño y de inmediato ingresé encontrándome con Damiano despeinado, con muchas ojeras y su piel blanca al igual que sus labios quebradizos. Su enojo era evidente en su mirada. Tenía a Ciro de cabeza tomándolo de su tobillo y a Kia aferrada a su pierna derecha como un monito. En tanto, Mika estaba bebiendo una taza y observaba la escena como si fuera una obra de teatro.

—¡Quédense quietos! —pidió Damiano, su voz fue fuerte y clara. Arrojó a Ciro al sofá y agarró a Kia por debajo de sus brazos para ponerla de pie—. ¡Hay clientes en el despacho de mamá!

—¡Queremos salir a jugar! —exigió Kia.

—¡Ahora no, Kia! —contestó Damiano, impaciente por la conducta de su hermana—. Hoy es el día que más insoportable estás.

—¡Me aburro aquí adentro! —chilló ella. De un manoteo agarró la mano de Dam y comenzó a jalarla de un lado a otro con toda su fuerza. Por supuesto Dam ni se movía al tener una fuerza mucho mayor, pero Kia creía que estaba derrotándolo de esa forma—. ¡No puedo oír música, no puedo jugar con Ciro, no puedo ni siquiera cantar, y Ara no está aquí para mí!

En cuanto vi que Dam se soltó de su agarre y alzó la mano a la altura de su rostro corrí hasta Kia.

—¡Ya cierra tu boca, Kia! —rugió Dam.

Su grito acabó cuando me vio parada en medio de ambos protegiendo a la pequeña de él. No podía creer que iba a levantarle la mano a su hermanita, no podía creer que fuera un violento de mierda. Dam me miró sin entender nada y dio un paso atrás.

—¡Ni se te ocurra levantarle la mano porque te juro por lo que más amo que te enviaré directo a la cárcel!

De inmediato, frunció el ceño y dio un paso adelante, apenas corría el aire entre ambos por lo cerca que nos hallábamos. Tuve que levantar el mentón para sostenerle la mirada y poner mis brazos en jarra para imponer respeto y, sobre todo, miedo ya que él al ser enorme me hacía ver como un pobre animalito queriendo mostrar los pequeños colmillos.

—Jamás podría levantarle la mano a nadie. Mucho menos a mis hermanos. —Con su dedo índice presionó mi frente—. Grábate eso en la cabeza, Chiara. —Luego se marchó dirigiéndose hacia el pasillo el cual conducía al despacho de su madre.

Aliviada, solté el aire que guardé en mis pulmones y giré sobre mis pies. Kia tenía la frente arrugada y la cabeza ladeada sin comprender absolutamente nada sobre mi forma de actuar ante Dam.

—Mi hermano nunca me golpearía —explicó—. Es un poco gruñón, pero no malvado.

Me puse de cuclillas y acaricié su mejilla. Si había algo que detestaba era discutir y peor si había personas a mi alrededor y más si eran niños. Ciro se acercó a mí y me dio un abrazo, supe con ese gesto que no le gustó verme enfadada.

—Lo siento, es que no conozco bien a tu hermano y solo quiero protegerte —intenté explicar la situación a Kia, ella parecía más preocupada que Ciro.

Cuando la noche sea eternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora