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☾ Capítulo 19 ☽

"La cara de la crueldad"

Al final de la noche Dam insistió en dejarme en la puerta de mi casa. Al inicio recordé la primera vez que tuve una cita con un chico y cuando quiso darme un beso y yo arruiné el momento vomitándole. No quise que eso me pasara con él, no me agradaba la idea de repetir el mismo patrón, por lo que dejé pasar ese deseo del primer beso para otro momento.

De igual modo, no se iba a poder dar en el caso que me animara ya que todos los vecinos se hallaban fuera de sus caravanas hablando entre ellos y caminando hasta el hogar de mis padres. Fruncí el ceño cuando una mala espina se clavó en mi pecho. Al acercarnos vimos la puerta abierta y las luces encendidas, algo inusual a esa hora de la noche.

—¿Tus padres no tendrían que estar dormidos? —preguntó Dam.

Nos abrimos pasos entre esa multitud que rodeaba mi casa, todos me miraban, preocupados. Cuando pisé el primer escalón para entrar a la caravana, escuché vidrios romperse debajo de mí. Dam me detuvo rápidamente y señaló el suelo y parte de la entrada de mi hogar.

—Ara, hay vidrios rotos.

Ingresé y lo primero que vi fue un pequeño pastel con algunas velas apagadas y un poco derretidas, la cera se había mezclado con la crema. Detrás había un hermoso cartel colgado con globos y cintas de colores que decía: "¡Feliz cumpleaños, Chiara!".

En otro momento me hubiera alegrado y brincado de felicidad. Sin embargo, mi reacción fue la contraria cuando vi manchas de sangre por todas partes, incluso la marca roja de una mano estaba como sello en el cartel.

—¿Qué carajos? —musitó Dam en cuanto vio la sangre y las pocas cosas que teníamos rotas.

—¿Mamá? ¿Papá? —los llamé rápidamente, cruzando los muebles que se hallaban arrojados en el suelo—. ¡¿Mamá?! ¡¿Papá?! —Esta vez grité, desesperada.

—¡Estamos aquí! —Oí a mi madre al fondo, en su habitación—. ¡Aquí! ¡Ayuda!

Corrí hasta su habitación y la encontré en el suelo abrazando a mi padre quien tenía un aspecto jamás visto. Estaba completamente sucio, mojado, lleno de sangre en su rostro y en su costado, e inconsciente.

—¡¡¡PAPÁ!!! —chillé, desgarrándome la garganta y arrojándome a su lado para despertarlo con sacudidas y gritos, pero no abría sus ojos. Parecía un muerto.

Dam se ubicó a mi lado tratando de sentarlo y luego poder cargarlo, pero mi padre era muy pesado.

—¡Ara, ayúdame a cargarlo! —ordenó, sacándome de mi bloqueo interno al estar en shock—. ¡Lo llevaremos al hospital!

—¡¿Qué pasó?! —Me dirigí a mi madre quien lloraba desconsoladamente.

—Fue Mendoza... Él atacó a tu padre.

Llevé mis ojos a una de sus piernas bañada en sangre. Al inicio creí que se trataba de la sangre de mi padre hasta que vi una enorme herida abierta por encima de su rodilla. Grité horrorizada.

—¡A ti también te hizo daño, mamá!

—¡Lo mío no es grave! ¡Ayuda a tu papá!

Mis manos temblaron al igual que mi mandíbula, mis ojos apenas me dejaban ver al estar llenos de lágrimas. No sabía qué hacer, no podía pensar con claridad por el horror que estaba viviendo con mi familia. Mi mamá herida y mi padre inconsciente.

Dam me tomó por los hombros y me obligó a mirarlo, me sacudió y solo de ese modo obtuvo mi atención.

—¡Oye, Chiara! Escúchame, necesito que te concentres. —Asentí con la cabeza, dudosa, a medida que él hablaba—. Necesito que me ayudes a cargar a tu padre en el auto. Si llamamos a emergencia va a tardar más en ser atendido.

Cuando la noche sea eternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora