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☾ Capítulo 11☽

"Un sueño cumplido"

Habían pasado muchos días desde que comencé a vivir con la familia Dianetti. Mis días fueron mejorando al igual que los de mis padres cuando comenzaron a vivir en el Parque de las Caravanas, ese sitio quedaba bastante lejos de los juegos de apuestas donde antes frecuentaba mi padre a perder su mente. El poco dinero que alcanzaba era para los pasajes en bus para que pudiera asistir a las instituciones de salud mental. Por lo menos ya no se había metido en la boca del señor Mendoza de nuevo.

Hablé muchas veces con mi padre de que pensara en lo que me costaba conseguir el dinero a la hora de que su ludopatía lo tentara una vez más, y él me explicó que siempre tuvo presente nuestra situación, pero que su problema tiraba muy fuerte de él y que por odiarse así mismo se rendía fácilmente.

Desde que se mudaron, comencé a administrar en su totalidad el dinero. Hacía grandes compras de productos para que pudieran vivir bien, hasta pagaba las cuentas para que mi madre no tuviera nada por preocuparse más que cuidar a mi padre y él de ella. Mi único temor era que a papá se le pasara por la cabeza vender algún material del hogar para conseguir un poco de dinero y poder apostar. No iba a rendirme con él, no lo haría.

Por lo menos mis semanas fueron llevaderas, cuando los llamaba podía escuchar a una feliz pareja disfrutando de sus salidas al aire libre, por ejemplo. Solo con esa tranquilidad pude ocuparme de mi trabajo y de la universidad, el estrés y el cansancio ya casi no existían como antes que eran una gran tormenta en mi día a día.

Descansada y feliz porque era viernes y porque vería a mis padres, ingresé a la habitación de los niños y fui corriendo las cortinas de las ventanas. Primero me dirigí a la cama de Kia y la destapé mientras le hablaba con una voz suave.

—Buenos días, pequeña Kia.

El primero que abrió los ojos fue Doguie quien dormía abrazado a su amiga, me dio los buenos días lamiendo mi mano y luego lamió la cara de su niña. La pequeña Kia por fin abría sus ojos y se desperezaba en su cama, abrazó a Doguie y le dejó un beso en su pelaje.

—Buenos días, Ara... Mis mañanas empiezan con alegría porque estás aquí conmigo —habló somnolienta, sus palabras me alegraron demasiado y me hicieron sentir querida.

—¿Nos preparamos para ir a la escuela? —animé.

—Y desayunamos juntas.

Me dirigí a la cama de Ciro, él tenía un ojo abierto observándome con el ceño fruncido. Odiaba despertarse temprano.

—Buenos días, Ciro.

—¿Qué debo hacer para que me dejes faltar a la escuela?

Abrí la boca para responder hasta que escuché la voz de Dam interrumpir mi charla con su hermano, diciendo:

—Arriba, tenemos un desayuno especial. ¿Acaso se olvidan de qué día es hoy?

Tenía su pantalón de algodón negro, su ajustada camiseta azul de dormir y calzaba únicamente de calcetines blancos. Mayor parte de la semana llegaba a la mansión una hora antes de que saliera el sol y dormía hasta el atardecer, pero esta vez al parecer no salió a ningún lado, tampoco escuché que tenía planes como casi siempre avisaba a la familia.

Kia se sentó en su cama y mostró sus dientes con una gran sonrisa.

—¡Oh, es verdad! ¡Es tu cumpleaños, Dam!

Ciro saltó de su cama y fue directo a abrazar las piernas de su hermano mayor.

—¡Feliz cumpleaños, Dam!

Cuando la noche sea eternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora