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☾ Capítulo 16☽

"Pagar los errores"

Inicié la semana sin ver en horas tempranas a Damiano. Ni siquiera me tomé el atrevimiento de preguntarles a los niños durante el desayuno sobre su paradero, trataba de tenerlo lejos de mi mente, aunque era bastante difícil.

De hecho, durante el fin de semana no dejé de pensar en él y eso comenzaba a preocuparme porque aquellos pensamientos venían con esas mariposas revoloteando dentro de mi estómago. Inclusive obligué a mi cerebro que se quedara con la peor versión de Dam y así poder olvidarlo, pero de nada sirvió porque mi corazón se entrometía. Lo peor de todo era que no podía hablarlo con nadie y no por falta de confianza, sino por miedo a darle un nombre oficial a esos sentimientos.

Con la cabeza llena de tantos dramas, terminé de preparar a los niños y a Doguie, y finalmente los llevé a sus escuelas. De regreso a la mansión, con el permiso de la señora Florencia y del señor Leopoldo, y aprovechando que Mika tenía un compromiso con un amigo por la mañana, me dispuse a estudiar. Ya me quedaban pocos días de clases, ya luego tenía que rendir en tribunales por lo que necesitaba prepararme. Sin embargo, en lugar de leer conceptos en mis apuntes leía el nombre de Dam por todas partes. Incluso ese hermoso rostro aparecía en mis papeles. Gruñí ante mi falta de concentración y me obligué a despejar mi mente de cualquier distracción. Parecía una loca. Traté de leer los conceptos en voz alta, pero no había caso, opté por tomar un recreo de cinco minutos y beber té de tilo y valeriana.

Para mi suerte, el dueño de mis pensamientos apareció en la cocina de traje negro, su cabello perfectamente peinado, inundando el aire con ese delicioso perfume masculino y caminando hacia mí con sus manos detrás de su espalda.

Al inicio creí que era parte de mi imaginación, pero comprobé que era real cuando me saludó:

—Buenos días, Chiara.

No sabía si devolverle el saludo o no. Seguía muy molesta con él, pero lamentablemente seguía siendo hijo de mis jefes y no debía olvidarme de mi papel dentro de esta mansión. Además, mis padres me enseñaron buena educación.

—Buenos días, Damiano. —No lo miré. Junto a mi taza de té, me dirigí a la isla de la cocina a continuar estudiando. Posiblemente, se iría pronto.

—¿Qué tal se encuentra tu madre? —preguntó.

—Bien.

—¿Y tu padre que tal se encuen...?

—Bien —contesté a secas, sin dejar que termine la pregunta.

—Sigues molesta conmigo —se confirmó lo evidente.

No dije nada. Seguía sin mirarlo. Continué con mis cosas tratando de ignorarlo, pero era inevitable cuando su presencia me ponía demasiado nerviosa. Solo rogaba que no se diera cuenta que mis manos temblaban y de que mi respiración no era normal.

Dam se acercó a mí, de reojo vi que seguía con la misma postura derecha y con sus manos hacia atrás. Parecía que no quería rendirse conmigo y no podía mentir, me ponía muy feliz que tratara de arreglar sus errores. Quise sonreír, pero me obligué a estar seria para no echar a perder nada y, sobre todo, para que él entendiera cuánto me dolió su actitud.

—Quiero disculparme por cómo reaccioné esa noche. Es que tengo un problema y me estoy volviendo loco.

—Busca terapia entonces —sugerí.

—No es mala idea, pero... Ara, por favor, hazme caso. —Una de sus manos se posó en mi mentón y me obligó a mirarlo.

Su mirada era muy triste, se veía el dolor en su alma a través de esas noches oscuras que tenía por ojos. Incluso su mandíbula estaba tensa y su respiración entrecortada. No le gustaba que fuera indiferente con él, se había acostumbrado a ver a la Chiara dulce y tierna que no soportaba tener que batallar con esta versión que salió por su culpa.

Cuando la noche sea eternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora