CAPÍTULO III

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Jungkook observó al muchacho Park, mantenía la cabeza baja al despedirse de las hijas de Sung Jong, le hubiera gustado aliviar el peso que se ceñía sobre sus hombros, para el como para tantos otros. Nacías en un clan, te enseñaban a odiar a tus enemigos y a ser fiel a tus aliados y con suerte esto se mantenía así por muchas generaciones teniendo claro a quién debías enfrentarte y temer. Jimin no era diferente, no había nada que pudiera convencerlo del extraño proceder de su padre. Park Seung iba delante de él, mantenía su barbilla altiva y Jungkook quiso sonreír al ver cómo el chico lo imitaba. Algo más, eso era exactamente lo que veía en Park Jimin, no solo eran sus turbulentos ojos grises de tormenta, sino sus delicadas facciones, la forma de caminar apresurada y su media sonrisa tímida. Tras su cabello que caía sobre sus hombros suelto escondía una mente ágil y despierta y unos graciosos hoyuelos en la mejilla al morderse el labio. Jungkook no sabía qué lo intrigaba más, si el muchacho en sí o saber que había estado a punto de ser su prometido si su padre lo hubiera considerado siquiera. Se trataba de una alianza que, al conocer a Jimin, no habría sido tan horrenda como cuando su primo se lo propuso en su momento, tanteando el terreno para ver si uniría su existencia a la de un Park, desoyendo el juramento hecho a su tío en el lecho de muerte. Por lo menos, entendía el odio de Jimin hacia los Jeon, el mismo que su clan había alimentado contra los Park. Todo aquel asunto del compromiso había quedado en nada, su padre no quería desprenderse de Jimin y menos a manos de un Jeon y él tampoco había insistido; sin embargo, al verlo caminar, Jungkook se preguntaba si no estaba un poco decepcionado. Jimin se despedía de la mayor de las hijas de Sung Jong, una belleza que le sacaba unos cuantos centímetros al muchacho mientras su padre atravesaba el salón. Jungkook se encontró dando un paso tras otro hacia el mientras contemplaba su sonrisa. Jimin enseguida lo vio y un intenso rubor le cubrió las mejillas al ver cómo se encaminaba directamente hacia él, su oreja descubierta por el pelo se tornó también encarnada y le hizo sonreír a su vez.

—Sunny, os llama vuestro padre —osó decir Jungkook a la hija de Sung Jong, que con una sonrisa coqueta se dio la vuelta tras despedirse de Jimin.

—¿Te marchas, Jimin?

El frunció el ceño con cierta sospecha.

—¿Otra vez vos, Jeon? Tenéis la costumbre de aparecer en todas partes, ayer en el banquete parecíais estar en todas las conversaciones.

—Sería maravilloso que pensaras eso, Jimin, ¿no será que me ves en todas partes?

Jimin resopló, aunque no pudo evitar que la arrogancia de Jungkook le hiciera sonreír. Ya no estaba cubierto de polvo y barro y lucía vestido de gala con los colores de su clan, parecía acabar de tomar un baño y su pelo castaño se oscurecía mojado, algunos cabellos le caían sobre los ojos. Jimin, tan respetuoso del orden, estuvo a punto de colocárselo, por fortuna sus ojos azules no consiguieron atontarlo tanto como para cometer esa imprudencia.

—¿No será que me estás siguiendo, Jeon?

Jungkook echó a reír a carcajadas y su camisa se tensó al cruzar los brazos. Jimin hubiera querido morir al irse su mirada hasta los músculos de los brazos que resaltaban bajo el tejido blanco inmaculado.

—Eres tú, Jimin, quien tiene ese defecto, no tengo por costumbre seguir a las personas por los rincones.

—No hace falta que lo juréis, esa arrogancia vuestra os precede antes de dar cada paso.

Le tocó esta vez a Jungkook fruncir el ceño, ¿por qué Jimin tenía el don de hacerlo parecer un tonto cada vez que hablaban? ¿No sería más fácil que él se mostrara como Sunny, coqueto y tímido en lugar de arrogante?

—No era mi intención discutir contigo, Jimin, venía tan solo a despedirme. —El abrió los ojos sorprendido, tal vez todo aquel enfrentamiento se redujera a que él no era coqueto por naturaleza y su relación con los hombres, fuera de su familia, era nula—. Que tengáis buen viaje, Park Jimin.

Jimin lo miró desconcertado al ver cómo Jungkook se daba la vuelta. Se mordió el labio inferior como castigo por su brusca manera de proceder, él solo había sido amable con el e incluso el día anterior lo había salvado de cometer una imprudencia en el juramento. Dio un paso y tomó su brazo. Sus dedos se cerraron sobre el antebrazo y notó toda su fuerza, Jungkook era un guerrero y bajo su tacto sintió el poder de sus músculos ejercitados con la espada.

—No pretendía ser desagradable —admitió ante los ojos de él con timidez—. Debí comenzar por daros las gracias al detenerme ayer, mi padre desea dar una oportunidad a Gyeongju, por eso juró ante los otros clanes, estuve a punto de avergonzarlo ante todos y vos lo evitaste, Jungkook.

Jungkook cubrió el espacio que los separaba al oír por primera vez su nombre en los labios de él y admiró una vez más el rostro de Jimin antes de separarse. De verdad que no le hubiera importado unir su destino al de él y los Park. Cierto era que llevaba implícito un poder que jamás ningún Jeon había acariciado siquiera, poseer todas las tierras de Yusan-dong y el castillo de Yangsan, pero el muchacho le gustaba de verdad y, aunque no hubiera obtenido tierras con ese matrimonio, habría desposado a Jimin a pesar de ser un Park y, como Hoseok decía, cualquier precio por someter a los Park no sería suficiente.

—No tiene importancia, Jimin, creo que nuestro encuentro nos ha traído un intercambio de favores que algún día podremos resolver como amigos ahora que no somos de clanes rivales. Espero que entonces creáis en la palabra de un Jeon.

—Mi padre me espera —le interrumpió separándose, si seguía tan cerca podía quedarse sumergido entre los anchos hombros y ya sentía las mejillas lo bastante rojas y ardientes como para sentirse avergonzado durante una buena temporada. Su mano sin darse cuenta aún seguía sobre el brazo de Jungkook—. Cuídate, Jungkook, si lo que nos espera es una guerra, con eso me basta para que cumpláis vuestra deuda conmigo.

Jungkook no pudo decir nada más, aquel deseo sincero de él lo dejó pasmado como un tonto, anclado al suelo mientras la silueta de Jimin se perdía entre los que salían y entraban al salón, observó su cabello castaño, los destellos cobrizos reflejados por el fuego de las antorchas, el, al llegar a las grandes puertas de madera, se giró un momento para cubrir con la capucha su rostro y le dedicó una última mirada de tonos grises, una que perseguiría los sueños de Jungkook durante mucho, mucho tiempo.


Mi clan o mi corazónWhere stories live. Discover now