CAPÍTULO XII

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En los días siguientes el otoño pareció adelantarse con atrevimiento, los árboles en el lejano bosque se tornaron rojizos y marrones, el brezo florecía en la pradera y la constante brisa del mar se volvió fría. Repentinas lluvias hacían brillar la piedra del castillo ante los tibios rayos del amanecer. Algunos hombres Park habían sido liberados de los calabozos al jurar lealtad a los Jeon, la mayoría los más jóvenes, que habían sido llamados por su hermano de aldeas lejanas. Jimin no podía reprocharles que desearan abandonar la oscuridad bajo tierra por una vida en el exterior. La noticia de la muerte de su señor había dejado, tanto a Jimin como a todo el castillo, sumido en la pena y la incertidumbre. Bo Gum su hermano, no era muy querido y todos temían lo mismo que Jimin, jamás vendría a liberarlos. Jimin pidió la libertad para el resto de los presos, entre ellos la de Lay, el ahora jefe de la guardia, y para su sorpresa ellos también juraron lealtad a los Jeon. Así era la guerra, una sucesión de despropósitos que Jimin no comprendía.

Caminaba durante horas, absorto por el vacío que había dejado su padre en su corazón, con la distante vigilancia de Han Jo por el exterior de las murallas, necesitaba soledad y pensar. Por fortuna, Jungkook no pasaba demasiado tiempo en el castillo, preocupado en asegurar las tierras que antes fueron de los Park, y no tenía que sentir su presencia cada vez más apabullante. Intentaba evitar las estancias en que él estaba, el estudio de su padre, donde se encerraba a solas durante horas, comer a las mismas horas que él y solo salía de sus habitaciones cuando lo sabía fuera del castillo. Caminó esquivando las piedras de los senderos resultado de la toma frustrada del castillo hasta llegar al bosque, se giró para ver a Han Jo abrir la boca aburrido, un hombre silencioso que apenas le dirigía la palabra.

Él se acercó unos pasos más, nervioso al ver que el entraba en el bosque. Jimin pensó qué pasaría si echara a correr entre los árboles, sabía que no podía llegar muy lejos a pie, pero podía ser divertido ver al gigantón correr tras él. Tuvo que sonreír, era la primera vez en días que sentía cierto impulso de continuar vivo. Jimin se detuvo cuando escuchó unos gemidos entre la espesura. Curioso intentó no hacer ruido. Han Jo, lo bastante lejos para no ser oído, lo imitó con sus pasos lentos, se ocultó tras un tronco y Jimin miró alrededor en busca del origen de aquellos ruidos. No podía ser un animal, sonaban sofocados murmullos, inclinó su cuerpo para asomarse y entonces los vio. Su hermana Jisoo estaba atrapada contra el tronco del árbol, su blusa desabrochada mostraba parte de su blanca piel, el pelo color del oro sobre los hombros desnudos, unas manos rudas agarraban su cuerpo con ansia. El pelo rubio del hombre sobre su rostro, se besaban, la complexión lo engañó por un momento y unos extraños celos recorrieron su cuerpo. El guerrero se giró y Jimin exhaló un suspiro de alivio, no era Jungkook, sino su hermano que tanto se parecía. ¡Ese demonio Jeon estaba abusando de su inocente hermana Jisoo! Iba a dar un paso cuando Han Jo tocó su hombro y lo detuvo. Indicó a Jimin que los mirara y se fijó en el rostro de su hermana, gemía de placer, y palabras de elogio acerca de su belleza salían de los labios de Namjoon. Jimin frunció el ceño, ¿Jisoo y el hermano de Jungkook? No estaba bien, se decía, pero sus ojos no podían dejar de mirar a su hermana entregada al placer, el cuerpo de él medio desnudo, los músculos en tensión. Un repentino hormigueo recorrió su cuerpo al pensar que podían ser Jungkook y el, se giró abochornado más por el que por la actitud descarada de su hermana. Jimin jamás había compartido un beso con nadie y la única vez que se sintió atraído por alguno había sido por Jungkook. Los misterios de aquel placer en el rostro de su hermana eran desconocidos y a la vez intrigantes. Han Jo, sin decir nada, lo siguió de regreso al castillo mientras Jimin pensaba cómo advertir a su hermana de los peligros que corría al dejarse llevar por la pasión. Jisoo era inconstante, caprichosa, pero aquello iba más allá de cualquiera de sus chiquilladas, incluida la de intentar huir y que por su culpa cayera el castillo.

Jimin apartó de nuevo de su mente la imagen de los dos amantes y entró en el castillo. Suzy salía de una de las casas del pueblo, tenía la costumbre de acudir a coser con las otras mujeres una vez que los heridos habían sanado y no tenían gran cosa que hacer encerrados. Su prima era amable y comprensiva, pensó en contarle lo que había visto en el bosque y al momento desechó la idea, Suzy era tan inocente en esas cuestiones como él. El caballo de Jungkook estaba a las puertas del establo, los hombres que lo solían acompañar se desprendían de sus capas. Así que el Jeon se había dignado a regresar. Jimin llevado por la furia dejó a Suzy y Han Jo a las puertas del salón y echó a correr furioso. Jungkook tenía que escuchar lo que el sinvergüenza de su hermano le estaba haciendo a Jisoo y alejar a Namjoon de ella. Irrumpió en el que había sido la habitación personal de su padre y cerró de un portazo, Jungkook estaba donde esperaba encontrarlo, con una botella sobre la mesa de su padre, la copa en la mano, sus pies sobre la fina madera labrada del escritorio, el barro de las botas y de su ropa auguraba que tampoco había tenido un día muy bueno.

Mi clan o mi corazónWhere stories live. Discover now