CAPÍTULO VIII

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Park Bo Gum estaba eufórico, había casi arrinconado a los hombres de Yoon Gi en la batalla de Geumgwan, «Bacach», le llamaban desde niño, «el cojo» por culpa de aquel maldito caballo que había pisado su pie siendo niño y, aun así, había tenido en mitad de la batalla la capa del pretendiente entre sus dedos, había arrancado el broche de su pecho como una hazaña que ahora recorría toda Gyeongju de boca en boca. Su padre le había recomendado que enviara aquella joya a Yangsan para que Jimin la escondiera, demasiado valioso, no por sus cuatro joyas ensartadas en torres, sino porque simbolizaba la derrota de su mayor enemigo.

—Vuestro padre os reclama, señor.

Bo Gum dejó el vaso de barro sobre el suelo con gesto cansado, llevaban tres días en persecución de los restos del ejército de los rebeldes y vivían como ellos, en los bosques, como bandidos, sucios y en precarias condiciones. Con lentitud por culpa de su pie, se levantó apoyado en la empuñadura de la espada y fue hasta la tienda donde su padre, Park Seung agonizaba. Pronto se convertiría en el nuevo señor de los Park. Apenas entró en la tienda su padre abrió los ojos, en pocas horas la herida de la espada había realizado su cometido y no le quedaba mucho. Bo Gum se acercó con lentitud y vio cómo su padre intentaba hablar.

—Yangsan... Jimin. Bo Gum, debes entregarle Yangsan a Jimin, el sabrá qué hacer. Vuelve en su ayuda.

Asintió como si comprendiera, sin intención de hacer caso, que el viejo se fuera tranquilo, no pensaba dar la vuelta, ¿por qué habrían de tomar el castillo? Era mucho más importante continuar la persecución de Min Yoon Gi, atraparlo ahora que era débil y recibir su recompensa de manos del rey goguryeo, ver muertos a todos los Jeon y un asiento en el Parlamento goguryeo, tierras, riqueza, nunca los Park tuvieron tanto al alcance de la mano. ¿Dejar Yangsan en manos de Jimin? Su padre deliraba, ordenó salir a la curandera y a los dos guardias y, cuando estuvo solo, ayudó a su padre a hundirse en la oscuridad de la muerte sin remordimiento alguno.


Mi clan o mi corazónOù les histoires vivent. Découvrez maintenant