Mi clan o mi corazón

CAPÍTULO XIX

Cuando se invocan las fuerzas del destino todas parecen alinearse en una imperceptible cadena. Esa misma noche Jimin soñaba con Jungkook, con sus besos, su sonrisa inmersa en un sueño extraño y lleno de presentimientos. Los sonidos lejanos alejaron la niebla del sueño para tomar conciencia de que algo ocurría. Los pasos de Han Jo tras su puerta hicieron que su cuerpo reaccionara, se levantó de la cama, apoyado en la columna del dosel y se cubrió los hombros con la capa de los Park. Apartó las telas de la ventana que cubrían el grueso cristal y miró hacia la pradera. El ejército de Jungkook había regresado y las sombras de los soldados se deslizaban entre las hierbas como espectros. Jimin ni siquiera pensó en el frío de la noche o en cubrirse más. Jungkook, ¿por qué no estaba él a la cabeza del ejército? Ya en aquella habitación intentando besar sus labios. Bajó las escaleras y fue hacia el salón. Allí comenzaban a reunirse los hombres, junto al fuego. Los criados aún adormecidos traían agua caliente y bebidas para atender a los soldados. ¡Han Jo! ¿Dónde estaba su guardián? Jimin corrió fuera, cubierto solo por la lana de su capa cuando vio la figura alta de Han Jo junto a Namjoon, el hermano de Jungkook. Parecía preocupado. Entonces Jimin lo vio, en una carreta, cubierto de sangre y barro, era él, Jungkook estaba herido.

—¡Jungkook!

—Jimin, está inconsciente, le hirió la espada de tu hermano, pero no se rindió, una y otra vez embistió contra su acero, eran demasiados a su alrededor hasta que cayó.

Bo Gum, su hermano, no había dudado en atacar a Jungkook junto a más hombres para asegurar su victoria. Jimin subió a la carreta y tomó la cabeza de Jungkook para colocarla en su regazo, buscó de manera frenética las heridas, el cuello sangraba, el costado y una pierna.

—Llevarlo arriba, ahora —ordenó a Namjoon y Han Jo—. A su habitación.

Jimin se dio cuenta de lo que había dicho, admitido sin intención alguna que Jungkook tenía sus propios aposentos en Yangsan, su hogar ahora, el de un Jeon. Parpadeó confuso intentando ordenar sus pensamientos mientras los hombres lo apartaban sin miramientos para coger el cuerpo de Jungkook.

Junto a Jimin estaba una muchachilla del castillo, la envió en busca de So Ra, la curandera, mientras los hombres seguían sus indicaciones y cargaban con Jungkook. Tardaron en subirlo debido a que aún llevaba la armadura y su envergadura no era fácil de manejar. Jimin los siguió por la escalera.

—¿Y mi hermano? —preguntó al fin Jimin temiendo la respuesta.

Namjoon, que iba tras él, asintió.

—Vivo, Jimin, y no por su pericia, sino por Jungkook, estoy convencido que lo hirieron porque se negó a matarlo.

Jimin asintió al comprender la ira de Namjoon. La nobleza de Jungkook lo había postrado herido e inconsciente, sabedor de que, si mataba a Bo Gum, Jimin no podría olvidar quién había sido el culpable de la muerte de su hermano. ¿Hasta qué estúpido limite su hermano había llevado la rivalidad con Jungkook?

¿Y si ahora lo perdía? Tenía que haberle dicho tantas cosas. Jisoo apareció en camisón en el pasillo y, sin ningún pudor, se abalanzó sobre Namjoon entre lágrimas de dicha. Al menos su hermana sería feliz, Jimin intentaría de cualquier manera que lo fuera.

Los hombres dejaron a Jungkook en la cama y Jimin acarició su mejilla para sentir el calor y el pulso de su cuerpo. La curandera no tardó en llegar. Jimin se disponía en ese momento a cortar las cintas de la armadura de cuero y la mujer ayudó a desnudar a Jungkook. Con cada prenda que le quitaban mayor era el horror de Jimin, cardenales negros, cortes por todas partes, pero solo el del costado parecía ser grave. ¿Cómo un hombre podía sentir tanto dolor y permanecer en la batalla? Jimin recibió instrucciones de la curandera de limpiar las heridas mientras ella pedía una daga a Han Jo, que estaba tras ellos. Namjoon sacó la suya y la anciana fue hasta el fuego. Jimin supo qué quería hacer cuando el metal se tornó rojo y hubo de ayudarla a seguir calentándolo.