CAPÍTULO XVII

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El tacto de unos dedos ásperos sobre su mejilla hizo que Jimin se estremeciera, el calor de aquel cuerpo inclinado sobre el y el suave roce de unos labios sobre los suyos. Jimin estaba convencido de seguir delirando, abrió su boca para buscar aquel conocido sabor familiar. Jungkook, tenía que ser un sueño, besaba su cuello con una suave caricia mientras pasaba su mano por la nuca de Jimin para acercar su cuerpo al de él.

—Jimin, mi testarudo Lobo, cuándo dejarás de meterte en problemas.

Los fuertes brazos mantenían a Jimin tan cerca de él que hundió la nariz en el pecho de Jungkook solo para encontrar que llevaba puesto aún su armadura de guerra, se obligó a abrir los ojos, los pesados parpados tardaron en reaccionar y, cuando lo hizo, aquellos ojos azules color del cielo en las Montañas altas lo miraban con atención.

—¡Jungkook!

La sencillez de su nombre entre el murmullo de los labios de Jimin lo conmovió, se alegraba de verlo, no podía ocultarlo con su sonrisa aún débil y el brillo de sus ojos.

—Dime, Jimin, ¿estás mejor? Han Jo estaba muy preocupado, hizo llamarme al ver que no despertabas.

—¿Qué? ¿Cuánto llevo...

—Dos días, Jimin, tu guardián estaba preocupado, al igual que tus hermanas y Lay.

—¿Y tú, Jungkook?

Él rio como si fuera un niño, la barba había comenzado a crecer de nuevo y ocultaba en parte su sonrisa, la mirada de Jungkook contenía un brillo que lo hizo estremecerse. Jimin no se dio cuenta de la preocupación de Jungkook, tal vez fuera por la debilidad, acarició el rostro de él con delicadeza. Las pupilas de Jungkook se dilataron y su cuerpo se alejó de Jimin.

—Debo irme, Jimin, tu hermano se ha retirado, pero no dudo que volverá con refuerzos de los goguryeo. Me esperan en el campo de batalla, solo quería ver con mis propios ojos que estabas mejor.

—¿Has recorrido toda esta distancia solo para verme?

Jungkook lo estrechó entre sus brazos para acariciar con su nariz la suave piel del cuello de Jimin.

—Y para que me digas quién hizo esto, quién quería mi muerte y la de mis hombres. Han Jo dice que esa copa estaba aquí en mi habitación, era yo el destinatario de ese veneno, yo y mis hombres.

Jimin se retiró al instante.

—¿Intentabas distraerme con besos para que hablara? Astuto... —se apartó con toda la fuerza que podía sin resultado, Jungkook lo atrapó de nuevo contra su cuerpo con una carcajada.

—Jimin, te dejare ganar por ahora, pero volveré y serás mi esposo. No habrá más dudas, más discusiones porque entonces me deberás a mí solo toda tu lealtad. Dime, mi Lobo, quién fue, eres el alma de este castillo, al menos tienes que sospecharlo.

Jungkook advirtió cómo Jimin se mordía el labio, con ese simple gesto supo que el mentiría, la duda en su rostro estaba presente, aún no sabía si podía confiar en él o la persona a quien debía acusar era demasiada cercana.

—Jungkook, cuando vuelvas a salvo, prometo contártelo, pero aún debo cerciorarme. Permíteme esto al menos, después te diré quién ha sido.

Él frunció el ceño, obstinado como un niño al que le negaran un pedazo de tarta.

—Ten cuidado, Jimin, quien ha sido capaz de cometer un acto de vileza lo repetirá sin duda cuando vea que todos estamos bien, por fortuna los soldados olieron la extraña acidez del vino y no lo probaron siquiera, sino hubiera significado la muerte de muchos hombres.

Jimin no lo había visto de ese modo, no solo el había corrido peligro, sino también hombres inocentes que no tenían más culpa que ser Jeon. ¿Y desde cuándo el sentía piedad por su enemigo? La respuesta la tenía delante, Jungkook.

—Tienes que volver de la batalla, Jungkook, tienes que salvarte por mí, por nosotros.

Jungkook lo miró perplejo, era la primera vez que Jimin le hablaba con el corazón, podía verlo en su expresión, las lágrimas retenidas en sus ojos y el pequeño mohín de su boca. Besó sus labios para borrar de su mente aquella que sería su última imagen de él antes de volver a partir, deseó olvidar esa guerra, a Park Bo Gum y sus pretensiones de grandeza y quedarse toda la noche en aquella cama con Jimin. Quizá era mejor, el aún estaba muy débil, necesitaba empezar a comer, descansar y con él allí no sería exactamente lo que tenía en mente hacer. El tacto de sus labios, cálidos y húmedos, tendría que servir para mantener su alma y no perder lo que quedaba de el en el campo de batalla. Unos minutos más tarde lo dejó, ya no tenía dudas acerca de convertir a Jimin en su esposo, no por sus tierras, no por Yusan-dong ni la guerra, sino porque aquel día en Gyodong-do debió comprometerse con el hombre que ahora dejaba atrás. Apoyó un instante la frente contra la madera de la puerta que acababa de cerrar luchando contra sus propios deseos de volver a hacer a Jimin el amor una y otra vez hasta que pudiera mitigar aquel latir rápido de su corazón. Se incorporó al sentir los pasos de Han Jo por el pasillo oscuro. Ambos hombres se miraron con la confianza de toda una vida siendo hermanos de armas.

—Quédate con el, Han Jo, me da igual si echa a correr en mitad del fuego, protégelo con tu vida, amigo.

El enorme guerrero arqueó la ceja.

—Siempre he estado cubriendo en la batalla tu lado izquierdo y el derecho de Namjoon, no me quedaré aquí como una nodriza.

Jungkook sonrió con tristeza, esta aventura tendría que ser sin su amigo.

—Ahora, Han Jo, proteges algo más que mi lado izquierdo, proteges mi vida entera —dijo mirando hacia la puerta cerrada.

—Nada volverá a pasarle al chico, te doy mi palabra, Jungkook.

—Lo sé, amigo, por eso confío en ti. Si tienes el menor indicio de quién ha podido casi matar a Jimin, actúa, tienes mi permiso.

Han Jo asintió con reticencia, si sus sospechas eran ciertas el muchacho no diría nada y él tampoco hasta estar seguro.

Nos leemos... Cuídense mucho... Besitos...


Mi clan o mi corazónWhere stories live. Discover now