CAPÍTULO VII

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Jimin y el resto del clan esperaban en el patio a pesar de que sus hombres le habían pedido que lo hicieran en sus aposentos, hasta el último momento insistieron en que debían protegerlo y él se negó. Su hermana Jisoo entró a pie, junto a los soldados a caballo, para demostrar el desprecio de sus enemigos ante la huida que había intentado llevar a cabo mientras su clan y su hermano permanecían dentro.

—¡Jimin! —gritó Jisoo corriendo hacia él. Jimin no correspondió a su abrazo hasta que la tuvo encima, no tenía sentido guardar rencor entre ellos—. ¡Lo siento tanto! Me asusté cuando comenzó el ataque y me uní a unas cuantas doncellas y sirvientes del castillo que querían escapar.

—Ya no importa, Jisoo, estás bien, con eso me basta.

Jimin pensó que seguramente habría sido la propia Jisoo quien había convencido a esas muchachas para escapar, pero ya no tenía sentido lamentarse, ahora tocaba asimilar que había perdido el castillo, ante un Jeon y no uno cualquiera, sino Jeon Jungkook, que avanzaba por el patio como dueño y señor de todo ante la impotencia de su clan. Todos se habían reunido allí por exigencia de él y aunque Jungkook no había formulado una sola amenaza contra su hermana, Jimin había comprendido que no podía poner en peligro a ningún miembro de la familia de ninguna forma. Él se detuvo, vencedor ante ellos, imponente en su caballo negro, la capa de cuero manchada de barro igual que el resto de su ropa. La barba ocultaba parte de su rostro, una cara que Jimin recordaba a la perfección, de ángulos hermosos, rasgados por una pequeña cicatriz hasta el mentón, sus ojos azules visibles entre aquella maraña de pelo largo y rubio que lo alejaba tanto de la imagen de él en Gyodong-do. Jungkook se había convertido en un isleño como los hombres de Kim, por eso las hijas de Sung Jong le conocían tan bien, porque se estaba adiestrando junto a ese clan para convertirse en el hombre despiadado que ahora Jimin tenía delante.

La mirada de ambos se cruzó, Jimin pensó que al igual que él lo observaba con atención, él hacía lo mismo. En medio de la seriedad del momento se sonrojó, habían pasado casi dos años y él también había cambiado, ya no era tan ingenuo ni tan niño.

—¡Aseguraos de que no haya armas en el castillo! ¡Desarmad a los soldados! —ordenó a su lado el otro Jeon, más joven, con gran parecido a Jungkook, debía de ser su hermano.

Jungkook escuchó impasible las ordenes de su hermano y desmontó, acercándose a él con paso firme.

—Jimin, habéis hecho lo mejor, hubierais perdido esta lucha.

—No lo creo, pero ¿qué podía esperar de un Jeon, si no que utilizara a una mujer como rehén para vencer? Solo os pido que no hagáis daño a nuestros hombres y tengáis clemencia con mi clan.

Jungkook sonrió por primera vez, allí de pie con la mirada de todos sobre él y la mano en la empuñadura de su espada.

—¿Pides clemencia para los demás?, ¿y para ti?

—He perdido el castillo, no espero clemencia, Jeon, haced lo que debáis.

Tenía coraje, Jungkook tenía que reconocerlo, nadie en su sano juicio le retaría ante aquella situación ni en ninguna otra, ahora era el vencedor, si quería podía acabar con todos ellos y destruir el castillo de los Park piedra por piedra, quemarlo e incluso matar a sus soldados. Bien sabía el cielo y su alma que ya lo había hecho demasiadas veces en el último año—. Encerrad a todos los hombres en los calabozos, te debo un favor, Jimin, da gracias a eso, tendré clemencia con ellos.

Jimin se puso colorado al recordarle su conversación en Gyodong-do, cuando le dijo que algún día podía serle útil que le debieran un favor, sobre todo con una guerra en ciernes. Tuvo que morderse el labio, impotente, él tenía razón y por sus soldados aceptaría tomar esa deuda, pero eso no quería decir nada excepto que estaban en paz, ninguno de los dos debía ya nada al otro.

—¿Éstas son vuestras hermanas? —preguntó el otro Jeon que tanto se parecía a Jungkook señalando a Jisoo y a Suzy.

—Mi hermana y mi prima —contestó al momento.

—¿Y la otra? ¿La pequeña? —Jungkook entrecerró los ojos al realizar la pregunta—. Creo recordar que las hijas de Park Seung eran dos.

Jimin sintió cómo la respiración se le cortaba, si sospechaban que Somin había escapado junto a Moon Bin para ir en busca de la ayuda de su hermano y su padre irían tras ella.

—No sé de quién habláis —Jimin lo retó impasible con la mirada, la tensión en la mandíbula de Jungkook le gritaba que él sabía que mentía.

—¡Cerrad el túnel por el que salió la chica! —ordenó Jungkook mirando a Jisoo, sin querer seguir preguntando. En algún momento, como sospechaba, alguien había salido del castillo en busca de ayuda. Al menos es lo que hubiera hecho él y era posible que la hermana menor fuera uno de aquellos que habían escapado—. Llevar a los tres a la misma habitación y vigiladlos.

El tono de voz de Jungkook era exigente, enfadado, el jefe que Jimin sospechaba que sería con el tiempo.

—Podemos ir solos, Jeon.

De nuevo Jimin lo llamaba así, en sus labios el apellido de su familia sonaba como un insulto cada vez que se dirigía a él, mientras Jungkook insistía en llamar a Jimin por su nombre. Él estaba asustado, se veía en sus labios temblorosos y en cómo agarraba la tela de su pantalón hasta que los nudillos se pusieron blancos. Admiraba a aquel muchacho y por el bien de todos esperaba que nadie se diera cuenta. Vio cómo partía, con la barbilla en alto y un gesto de reprobación, al pasar junto a su desobediente hermana cogió su brazo para que lo siguiera, la otra muchacha, una belleza como Jimin de cabellos oscuros siguió su camino antes de dirigir una mirada de odio a su hermano y a él.

—Jungkook, ¿cuánto has dicho que tenemos que estar aquí? —rio su hermano al ver el gesto hosco de su rostro—. No me gustaría que esos tres Park me asesinaran mientras duermo.

—Hasta que Yoon Gi reagrupe a los hombres, nos han derrotado, pero cuando reúna a otro ejército necesitará castillos y un puerto al que llevar los barcos de los Kim. Si no aseguramos Yangsan el hermano del chico puede volver y tomar de nuevo la fortaleza.

—¿Crees que el chico lo sabe? ¿Que su hermano, en lugar de acudir en su ayuda, se dirigirá al Norte?

—No seré yo quien se lo diga.

Nos leemos... Cuídense mucho... Besitos...


Mi clan o mi corazónWhere stories live. Discover now