Physical

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Penelope's POV

La imagen de él sosteniendo aquella flor frente a ella la había dejado en estado de shock varios segundos. Sus mejillas se enrojecieron y no estaba segura de como reaccionar.

Odiaba admitir lo bien parecido que era, pero la verdad es que Coriolanus Snow era demasiado guapo. Penelope estaba segura de haber visto a un hombre más atractivo antes, o eso quería creer, pero en ese momento no podía recordar cuándo. Había algo en él que hacía sus rodillas temblar.

Su mente viajó a un lugar diferente y por un momento solo quizo lanzarse sobre él y besarlo, pero luego la confusión la invadió.

"¿Qué estás haciendo aquí?" Preguntó jalándolo del brazo al interior de la habitación, antes de que alguien pudiera verlo. No estaba entendiendo nada. "Alguien pudo verte viniendo hacia acá." Habló en voz baja.

"Pero no lo hicieron." Respondió él, susurrando igual. La tomó de los brazos y pegó su cuerpo a la puerta. "Es solo un pequeño detalle." Explicó sobre la flor, rozando los suaves pétalos con la mejilla de ella. "Puedo ser un caballero a veces, ¿sabes?"

Penelope dudaba que fuera así, pero no tenía energía para insultarlo o algo por el estilo. Igualmente apreciaba el lindo gesto, aunque le extrañaba. "Es hermosa." Dijo sobre la rosa. "Pero estoy confundida, ¿porqué viniste?"

Coriolanus la tomó del rostro para colocar la rosa sobre su oreja, adornando el cabello de Penelope. "Sólo creí que sería divertido pasar la noche..." se quedó callado a mitad de la oración, inspeccionando su rostro. "¿Has estado llorando, Penelope?"

Ella intentó zafarse de su agarre, pero él no la dejó. "No, solo estaba..." Coriolanus la interrumpió.

"¿Te pasó algo?" Ella negó bajando la mirada. "Dime la verdad." Insistió.

¿Debería contarle sus problemas? No, él jamás la entendería. Creería que es absurdo y le restaría importancia como todos los demás. Ni siquiera se preocupaba por ella. Entre ellos no había confianza ni una relación verdadera y esa era la realidad. Lo que había entre ellos era solo físico y nada más que eso.

"Esa es la verdad." Habló con una expresión seria. "Estoy bien."

Coriolanus no pareció creerle, pero no dijo nada al respecto. Sintió como usaba la mano detrás de ella para poner el seguro de la puerta. Y luego la tomó en sus brazos. "¿Qué haces?" Preguntó ella aferrándose a sus hombros.

Él se dirigió hasta su cama para luego recostarse, colocándola encima de él, sosteniendo su cintura. "Puedes hablar conmigo." Dijo mientras acomodaba la rosa que se había movido en el cabello de ella. "Soy bueno escuchando."

"No lo pareces." Respondió mirándolo, sus manos seguían sobre los hombros de él.

Ante sus ojos Coriolanus era un narcisista, no creía que pudiera preocuparse por alguien más que si mismo, su ego estaba demasiado inflado como para dejar espacio para algo más.

"Puedes preguntarle a Sejanus si quieres." Dijo metiendo sus manos bajo la camisa de ella, acariciando su piel.

"¿Porqué siquiera te interesa?" Preguntó ella. "Tenía entendido que me odiabas."

"Lo hago." Se había quedado callado unos segundos, pero finalmente respondió. "Pero eso no significa que te deseo lo peor del mundo, solo no te soporto a veces."

"La mayoría del tiempo." Corrigió ella.

"Exacto." Él la acercó más a su cuerpo. "Deja de cambiar el tema y cuéntame qué te pasó."

Penelope soltó un suspiro, ¿sería tan malo desahogarse con alguien una vez? Coriolanus no parecía la persona indicada para hablar sobre sentimientos o crisis existenciales, pero su hermano lo había elegido como su mejor amigo, así que algún lado bueno debía tener aunque estuviera muy pero muy escondido.

Igualmente no quizo extenderse y contarle todo. No estaba segura hasta que punto podría confiar en él. "Simplemente no me siento cómoda aquí, extraño mi casa y mi antigua vida."

"No sabes cuantas veces tuve esta conversación con Sejanus." Dijo él sin dejar de acariciarle la espalda.

"Es diferente, toda mi vida estaba allá."

Así era como se sentía. Su hermano se había mudado al Capitolio apenas siendo un niño, pero Penelope tenía diecisiete años y todo lo que había conocido alguna vez se encontraba en el Distrito Dos.

"Tú misma lo dijiste, estaba." Coriolanus llevó una mano al rostro de ella. "Esta es tu oportunidad de empezar una nueva vida. No sabes todas las personas que quisiéramos..." se aclaró la garganta. "Quisieran tener a su familia y tener tanto dinero."

¿Quisiéramos? Penelope siempre pensó que las personas en el Capitolio tenían mucho dinero, que todos vivían llenos de extravagancias y vanidades y que nada les faltaba. Por su cabeza jamás pasaría el hecho de que alguien allí tuviera reales necesidades, y mucho menos imaginó que una persona como Coriolanus no lo tendría todo en la vida.

"¿A que te refieres con quisiéramos?" Preguntó confundida, él detuvo las caricias en su cuerpo. "Pensé que tú..."

Coriolanus la interrumpió dejando un casto beso en sus labios. "No estamos hablando de mi." Dijo. "Estás intentando cambiar la conversación otra vez."

Penelope se dio cuenta rápidamente de que él era quien estaba evadiendo hablar sobre su vida personal. Lo sintió tensar su cuerpo, por lo que no quizo insistir.

"Es algo tarde, Snow." Dijo separándose un poco de él. "Creo que deberías irte."

"¿Y si mejor me quedo aquí?" Volvió a jalarla cerca de él. "No creo que sea buena idea que estés sola."

Ella estuvo de acuerdo, sabía que si se dejaba a si misma pensar demasiado volvería a tener un bajón emocional. "Pero no tengo ánimos de hacer nada, ya sabes, físico."

"No tenemos que hacerlo." Respondió él sobre sus labios. "Solo estoy aquí para hacerte compañía."

Penelope unió sus labios con los de él en un beso lento, él la tomó del cabello suavemente como asegurándose de que ella no se alejara. Y ella se quedó allí sentada encima de él, besándolo toda la noche, no sabía cuánto tiempo había pasado pero nunca se alejaron. Este beso se sentía diferente al resto, no era nada sexual, simplemente era intimo.

Forbidden | Coriolanus Snow +18Where stories live. Discover now