🥀 Capítulo 9: La desgracia. 🥀

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Las aves alzaron el vuelo por los gritos de la dríade, quien no lograba creerse lo acontecido. Cual planta marchita su cabello, perdió un poco de color y brillo debido a la pérdida de algunos mechones. El dolor le abrumaba todo el cuerpo gracias a la herida del hombro e incluso le impedía moverse. Instantes después, el suelo la recibió y se entregó a la inconsciencia.

Aurora no dudo en ir hacia el grito de su amiga, antes de esto le advirtió al rey Edward que escapara pues no quería que fuera atrapado por una de sus hermanas. Ella estaba a las afueras del bosque y no iba a poder hacer nada por él. Edward agradeció las palabras dichas por Aurora, notaba la preocupación en ellas pero no pensaba quedarse de brazos cruzados tras aquel grito.

Esperó que la dríade se alejara un poco para ir detrás suya, con miedo por lo que podría pasarle a esta. Se detuvo en cuanto ella entró al bosque, también porque notó el cuerpo inmóvil de alguien.


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—¡Dalia, Dalia, despierta!

Aurora la tomó entre sus brazos mientras lloraba desconsolada, sumida en la preocupación al ver que esta no reaccionaba. Fijó la atención en el cabello de Dalia y en el hombro, comprobó con el tacto que aquello que veía no era falso. Lo que había sucedido cambió su estado de ánimo por completo, aquel cabello que tantas veces trenzó en el pasado se hallaba seco y del hombro de esta manaba sangre. Tal cosa le hizo entender que su amiga fue atacada, por alguien con el poder suficiente para cortar unos mechones del pelo a una dríade y herirla.

El horror de comprender esto causó que un grito que viajó por el bosque brotara de ella. Aquel desgarrador sonido lo oyeron las otras dríades quienes, guiadas por el grito de Dalia de hace varios segundos más todo aquel sufrimiento que el de Aurora transmitía, llegaron pronto a su encuentro. La duda y el asombro les asaltó a partes iguales una vez la recién llegadas vieron la escena.

—¿Que sucedió aquí?

Muchas de ellas preguntaron a la vez, vieron a Dalia en los brazos de Aurora, notaron que de aquel cabello gris, fino y largo, muy llamativo entre las dríades solo quedaba un pelo seco descuidado. De igual forma, la piel de Dalia estaba cercana al color de la muerte.

La duda ganó por sobre el asombro, la ira que reinó en el ambiente le hizo compañía y entre ellas la soldado de mayor rango reflejaba tales emociones en el rostro. Esta señaló a una de las dríades, le dió la misión de que comunicase a la Reina Suprema lo que pasaba, pero no hubo necesidad, antes de que ella se movilizara esta última hizo su aparición. Las que se encontraban allí crearon una fila para abrirle el paso. La reina caminaba de manera etérea, se notaba como el bosque y cualquier otra presencia se inclinaba ante ella.

—Aurora, ¿qué ha sucedido? Y espero que seas sincera.

La nombrada miró a la reina, aún sostenía a su amiga mientras las lágrimas corrían por las mejillas.

—Mi Reina, solo escuché los gritos de mi amiga y me dirigí hacia ella. Al llegar se encontraba en esta situación.

Su mirada mostraba ira, miedo, desesperación, muchos sentimientos pasaban a través de los ojos. Pese a que disímiles pensamientos transitaban por su mente si tenía algo claro, todo debía ser obra de un humano.


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Con cautela, el rey Edward se acercó a la silueta humana cerca suya. Justo a tan solo pocos pasos se detuvo, trastabilló y apartó la vista. El cegador brillo plateado de algo que no lograba identificar atrajo su atención. ¿Qué era capaz de irradiar de tal forma? Según las leyendas, solo el cabello de una dríade. Se decía incluso que podía causar desorientación, mas tal cosa solo ocurría si este lograba ser cortado. No obstante, se requería de una espada muy específica.

Fuerza de amorWhere stories live. Discover now