🥀 Capítulo 19: El destino inevitable 🥀

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Tras la maravillosa noche que tuviese con Aurora, el rey Edward ya deseaba otro encuentro. No obstante, debía olvidar tal deseo en pos de sus obligaciones. Permitió que el día transcurriese, se reunió con los consejeros cuando el sol empezaba a dar paso al atardecer.

—Esta noche, iré a la guarida de los fieles de Artemisa —mantuvo una expresión fría, cruzó los dedos sobre la mesa.

Los consejeros tenían bastante que decir al respecto. Durante un rato, les escuchó exponer lo que creían respecto a la decisión que tomó. Les preocupaba en demasía su seguridad, temían una emboscada e incluso un secuestro.

—Comprendo vuestros temores —el rey Edward hizo callar a los consejeros al hablar —Sin embargo, no planeo ir a tan arriesgada aventura solo.

lord Herbert le miró interesado.

—¿A quién llevareis como escolta? Imagino que habréis notado el riesgo que supone llevaros a demasiados hombres.

—En efecto, por ello me acompañará mi fiel campeón, lord William.

Los consejeros se mostraron complacidos con ello y se dió por terminada la reunión. Edward no perdió ni un instante, mandó a informar al campeón de la tarea que llevaría a cabo. Tras tales acontecimientos, se hallaban en el bote que los conduciría a la isla de la que habló su espía.

El castillo derruido pronto estuvo a la vista, el fiel que les trajo bajó primero una vez tocaron la orilla.

—La diosa os espera en el antiguo salón del trono, majestad.

—¿Nos guiarás hasta ella?

—Puesto que tal es el deseo de mi diosa, así lo haré.

Se detuvieron ante una puerta de madera entre los dos árboles. El fiel dió un toque firme, no tardaron mucho en abrir. Doblaron a la derecha, el salón del trono se encontraba a tan solo unos pasos.

—Al fin nos conocemos, rey Edward —la mujer sentada en un trono de enredaderas, atrajo su atención —Mis fieles hablan maravillas de vuestra persona.

—¿Quién sois? ¿Me hallo acaso ante la que dice ser Artemisa? —Edward trató de acercarse al trono y advirtió que no podía moverse.

—No es necesario que os halléis tan cerca. Comprendo que dudéis de mi identidad mas, no toleraré que os creáis un igual.

Edward sintió que las rodillas le cedían, luchó contra ello mientras le ofrecía una sonrisa a Artemisa.

–Aunque vos bien podrías ser una reina, no tendríais derechos sobre el reino de Beyorn.

Artemisa río a carcajadas, el rey cayó de rodillas al sentir que una gran fuerza le obligaba. Este comenzó a creer que en verdad resultaba ser una diosa, tras ver el brillo anormal de sus ojos. Ondas de energía la rodeaban cuando se alzó del trono e hizo aparecer un arco y un carcaj. lord William, que todo este tiempo se mantuvo a su lado en silencio, ahora era una estatua de piedra.

—¿Qué hicisteis? Bien podría creer que sois en realidad El Diablo.

La voz de la diosa se volvió oscura, causó que la ira del rey Edward fuese derrotada por el miedo. ¿Osó contrariar a una diosa con tanto poder? Si le llegaba la muerte la culpa recaía solo en él.

—Poseéis la determinación de vuestra madre, la reina Editera.

—¿Cómo sabéis...?

—No me corresponde revelar tal secreto. Solo puedo deciros que el destino os favorecerá.

—Mi siervo transmitió vuestro mensaje. Eso no me revela lo que queréis.

Artemisa regresó al trono, se sentó de manera perezosa.

Fuerza de amorWhere stories live. Discover now