🥀 Capítulo 23: Cambios 🥀

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La princesa Emily esquivó el ataque que lord Ernest lanzó hacia su estómago. Ella retrocedió para protegerse, él aprovechó para ganar terreno. La obligó a enfrascarse en un continuo choque de espadas.

La princesa evitó caer en la desesperación. El sudor le caía por la frente, las manos le temblaban y la pobre iluminación de la habitación no la ayudaba.

—En un combate, no siempre tendréis la ventaja —Ernest presionó el ataque, Emily resistió el morderse los labios —Deberéis de crear la oportunidad, princesa.

Ella pasó de la defensa al ataque, con la intención de que su maestro no la acorralara. Este le sonrió satisfecho, bloqueó cada golpe antes de quitarle la espada al realizar un giro.

La princesa soltó una maldición por lo bajo, su maestro tenía ambas espadas ahora.

—Pese a todo este tiempo, soy incapaz de ganaros.

Lord Ernest guardó ambas espadas en el cinturón, se sentó en el suelo e invitó a la princesa a acercarse. Ella se sentó a su lado, apenas dejó distancia alguna entre ellos. Pese a que sabía lo incorrecto que resultaba para una joven, poco podía importarle tal cosa.

—Os confesaré algo, princesa. Puede que no lo creíais pero sois la mejor pupila que he tenido.

Emily pestañeó por la sorpresa.

—Carezco de vuestra fuerza, lord Ernest, solo podría igualaros en agilidad.

Ernest le sonrió, eso provocó que la princesa se sonrojase. Ante cualquier gesto de su maestro ella sentía una calidez en el pecho.

—Aún recuerdo cuando la reina me ordenó que os entrenase. Las dudas me asolaban pero vuestro primer entrenamiento, cambió todo —Ernest le dedicó una mirada de ternura —No poseíais la fuerza para alzar una espada, pese a ello, tratasteis de hacerlo al quitármela. Lograsteis sorprender a un hombre que creía haberlo visto todo. Tenéis alma de guerrera, princesa.

Emily sabía que pronto, su hermano Edward le buscaría un prometido. Elizabeth se había casado y Adeline estaba próxima a ello. Sin embargo, aquello no le preocupaba o asustaba. ¿Podría casarse quizás con lord Ernest? Solo en él, la princesa encontraba a alguien digno.

Lo único que le importaba era el camino de espada, cosa que a su maestro no parecía molestarle. Soñaba con ser la mejor espada del reino de Beyorn, un caballero al servicio de su hermano. No obstante, aquellos eran anhelos que no confesaría en voz alta.

—Lord Ernest, vos me habéis enseñado el camino de la espada. Por vos, me esforcé en ser una gran bailarina, he conseguido dominar el arco y otras armas —Emily dejó que la emoción se manifestara en una sonrisa —Soy capaz de cabalgar con maestría, de pelear cuerpo a cuerpo porque aprendí el arte del pancracio. Tengo muy claro, que os estaré siempre agradecida.

Ernest negó con la cabeza.

—Vuestra voluntad es lo que os llevó a lograr tales cosas. Como vuestro maestro, no puedo sino estar orgulloso.

Emily alejó las lágrimas al pestañear, tales palabras la conmovieron. ¿Alguien que no fuese su maestro sería capaz de halagarla de esa forma? La más joven de las princesas de Beyorn no lo veía posible.

—Princesa, os he traído un regalo.

Ernest sacó del cinturón y luego de su funda, una daga de doble filo. La princesa la contempló unos instantes, notó una inscripción al girarla.

—Reconozco el idioma, es aquel que se hablaba en imperio ya desaparecido.

—En efecto, princesa, es latín. ¿Sois capaz de leer la inscripción?

Fuerza de amorWhere stories live. Discover now