🥀 Capítulo 17: Amarga despedida. 🥀

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El sol abandonó el cielo, pronto la luna reinaría en este. La princesa Adeline suspiró ante un papel en blanco, no sabía cómo iniciar la misiva, ni explicar el dolor que llevaba encerrado en el pecho. ¿Habría de despedirse de su amada reina? Pensar tal cosa causó que brotaran lágrimas, que no se molestó en detener.

Tomó entre las manos temblorosas la pluma y la mojó en la tinta. Cuanto antes debía hacer llegar esta carta a su reina pues retrasar el contarle lo acontecido, lo acabaría por tornar complejo.

“Mi amada Kimberly, os confieso que no sé cómo expresaros mi dolor. Se halla tan impregnado en lo profundo de mi corazón, que bien podría morir debido a el. He de veros, probar la dulzura de vuestros labios, abrazaros con todas mis fuerzas y aspirar el aroma de vuestros cabellos. Deseo..."

Lágrimas cayeron sobre el papel y, en un acto de desesperación, Adeline trató de impedir que la tinta se corriera. Tal cosa hizo que las manos se le manchasen, que algunas palabras se tornasen borrosas. Dejó de lado los modales que le fueron enseñados, permitió que la ira que contenía estallara.

—¡Dios mío! ¿Es este vuestro castigo? —se limpió las manos en un pañuelo que encontró sobre el escritorio —¿Veis como un pecado que ame a una dríade? Entiendo, quizás por tal motivo mis rezos no sean escuchados.

Con brusquedad, se pasó la mano por el rostro para secarse las lágrimas. Todavía sentía que poco a poco, la tristeza se llevaba fragmentos de su alma. A la vez, la furia le hacía hervir la sangre. Se hallaba reacia a aceptar el matrimonio con el príncipe de Essex, pese a ser para lo que fue criada desde que nació. Mojó una vez más la pluma en tinta y escribió con rapidez.

“Comprendo que lo que haré será una imprudencia, no obstante, debo hablaros de algo importante. Iré al Bosque Gryde, mi reina."

A través de un pasadizo que conocía, Adeline se escabulló de la recámara. Este la llevó a una habitación vacía, la cual tenía acceso a una gran ventana. Los rayos de la luna parecían llamarle, cuando se acercó un pajarillo se posó delante suya. No tardó en reconocer al que siempre traía las cartas de la Reina Suprema.

—Juraría que reconozco a esta avecilla, aunque bien podría hacer enloquecido.

El ave pío en respuesta al susurro, ella lo acarició con dos dedos. Acto seguido, enrolló y le dió la misiva para que la llevase en el pico.

—Me alegra no estar equivocada, llevadle esto a la reina.

Cuando el ave alzó el vuelo, Adeline se colocó la capa sobre la cabeza y dejó la habitación. Pensó en ir a las caballerizas, pero la podrían descubrir si se llevaba un caballo. Apresuró el paso, tardó menos de lo que creía en llegar a las afueras del Bosque Gryde. Como por arte de magia, la neblina que lo rodeaba se apartó y su amada se encontraba delante.

—¡Reina mía! —no contuvo las lágrimas, tampoco el deseo de hundirse en su pecho.

—Mi fiel avecilla trajo consigo vuestra carta —la reina le acarició la cabeza —Me alegro de haberos encontrado primero.

La voz de Kimberly le resultó el bálsamo que requería para aliviar parte de la tristeza. Dejó de ocultarse en el pecho de esta, con tal de encontrarse con su mirada.

—Puedo decir lo mismo, reina mía, no os imagináis cuanto me reconforta teneros cerca.

La Reina Suprema atrapó uno de los mechones del cabello, lo colocó detrás de la oreja. En respuesta, la princesa la besó en la mejilla.

—Princesa mía, el amor que nos une va en contra de las reglas del bosque que gobierno. He castigado a muchísimas dríades por tal cosa, incluso a quien veo como mi protegida.

Fuerza de amorWhere stories live. Discover now