🥀 Capítulo 10: La amenaza de Aurora 🥀

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Cada Dríade y ser vivo del Bosque Gryde sabían lo sucedido. Dalia aún se hallaba inconsciente tras aquella batalla. El hecho de que le cortasen el cabello daba mucha preocupación a todos los habitantes, sobre todo a la reina y las juezas. Estas tomaron la decisión de reunirse con el pueblo dríade, puesto que se debía de tratar el problema de Dalia. Esta era una víctima, atacada por un humano que solo ella pudo ver. No obstante, se decía que Aurora fue la otra testigo de aquella tragedia. Por tal motivo, sería una de las que expondría los hechos en la reunión.

Aurora sabía que debía de ser cautelosa y permanecer firme sin dar a conocer su secreto, aquel que solo conocía su fiel amiga. ¿Dalia lo hará público en la reunión? ¿Le haría quedar como una traidora? Solo esta conocía la respuesta.


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Dalia se encontraba en su hogar, dormida en el lecho confeccionado de paja y algodón. Mantas suaves, creadas con este mismo material por las propias dríades, lo cubrían. Ella se movió un poco con tal de buscar una posición cómoda, pero apenas hizo tal cosa gimió de dolor. Esto provocó que Aurora, sentada sobre un sillón de palos, con cojines hechos de esponjosas hojas verdes, fuera rápido al encuentro de su amiga y le tomara las manos.

—Amiga mía, ¿Cómo te sientes? ¿Te duele mucho? —el rostro de Aurora tenía una expresión deprimente, se culpaba del mal despertar de Dalia.

—¿Sabes que esto sucedió por tu culpa? Si no hubieras ido a las afueras del bosque, para encontrarte con ese humano, nada de esto hubiera sucedido —la voz de esta se oyó débil y seca. Aurora notó que tenía los labios pálidos al igual que el rostro.

Dalia se sentía débil, una dríade guerrera nunca debía de estar así. Podían tornarse esclavas de sus emociones por considerarse a sí mismas inútiles. Con la pérdida de sus cabellos ella no solo dejaba atrás una poderosa arma, sino también la voluntad de luchar.

—Lo siento mucho, si hubiera sabido esto —Aurora le soltó las manos, la culpa le pesaba en el corazón —Fue un humano, ¿cierto? El que te hizo esto.

—Sí, nunca ví a un humano tan resistente, capaz de darle una batalla digna a una dríade. Su espada y armadura, eran diferentes a las ya vistas —Dalia trató de sentarse, pero solo logró tal cosa con la ayuda de Aurora.

—¡Perdóname! Todo fue mi culpa. Asumiré las consecuencias, la Reina Suprema y las Juezas reunirán a todo el pueblo para debatir lo sucedido. Les diré a todos la verdad, por favor, ¡perdóname!

De repetir tantas veces la misma frase, con voz lastimera, Aurora acabó por llorar. Pensaba en lo que hizo y las consecuencias que ello provocó. Al ver tal aflicción en su amiga, el corazón de Dalia se ablandó y la perdonó. No comentaría nada de lo sucedido, solo tenía que mantener la misma declaración ya dada antes. Lo demás, dependía de ella.


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Aquel caballo corría tan rápido como las órdenes de su jinete, dejaba huellas muy profundas en la tierra del camino. El sol brillaba en el horizonte, la mañana era fresca por lo que el aire sacudía la capa del rey. Tras recorrer a toda velocidad la ciudad, este no tardó en llegar a las puertas del castillo. Había varias figuras allí, muchos eran guardias, dos eran su esposa y madre preocupadas por la ausencia de Edward de la noche anterior.

El rey hizo a su caballo detenerse y luego se desmontó rápido, mientras preguntaba por tal reunión en las puertas.

—¡Edward! —la antigua reina abrazó con fuerza a su hijo, tenía los ojos húmedos por las lágrimas.

—Madre, estoy bien, no os preocupéis —dijo Edward tras separarse de su madre.

—Mi rey, vuestra madre y yo no hemos dormido en toda la noche. La preocupación que teníamos por usted nos ha tenido en vela. ¿Dónde se encontraba? —preguntó la reina Stephany, ansiosa por saber la respuesta.

Fuerza de amorDove le storie prendono vita. Scoprilo ora