🥀 Capítulo 16: El ritual. 🥀

1 1 0
                                    

Dos lunas después de que se llevase a cabo el gran baile, una figura encapuchada contemplaba el lago al que se dirigía. A esta le acompañaban otras, las cuales se cuidaban de no romper el silencio instaurado. Unos pasos después se aproximaron al pequeño muelle, montaron en el bote que los llevaría a la isla del centro. En aquel sitio se alzaba lo que quedaba de un castillo, derruido por el paso del tiempo y el desuso. Enredaderas trepaban por las pocas piedras existentes, la maleza se ocupaba de ocultar dicho lugar.

—Id delante, mi lord, ella se alegrará de veros —una figura encapuchada se dirigió así a otra cuando tocaron tierra, esta última asintió en respuesta.

La misma figura se acercó a dos árboles, que escondían una puerta de madera en el suelo. Dió un toque firme, esperó unos instantes antes de hacerlo de nuevo.

—Ella os espera, mi lord —dijo una de las figuras que, como las otras, llevaba una máscara de yeso.

El rostro de esta parecía hecho a mano. Nada era simétrico, no evocaba del todo el bello rostro de quien rendían devoción esta noche. A la figura que guió la bajada de todas las otras le molestaba, lo creía indigno e insultante para un ser superior. No obstante, dejó de lado ese detalle cuando alguien salió a su encuentro.

—Esposo mío, esperábamos con impaciencia vuestra llegada —la dueña de la voz hizo una reverencia, la figura líder la alzó del suelo al ofrecerle la mano.

—Disculpad la tardanza, esposa mía.

—Os perdono, ha llegado el momento de comenzar el ritual.

—Que así sea entonces.

Todos se agruparon alrededor de una jovencita, a la que en los ojos se le notaba el miedo. La piel de ciervo, que le cubría desde la cabeza hasta la espalda, era la única vestimenta que tenía.

—Os lo suplico, mi lady, apiadaos de mí —se arrastró hasta la persona que tenía delante y acto seguido, le besó los zapatos —Sabéis que no duraría en cumplir todo lo que pedís, mas esto...

—Es solo un mandato más, no tenéis derecho a cuestionarlo —la mujer apartó el pie, la sirvienta empezó a llorar —Colocadla de una vez sobre la piedra, no disponemos de toda la noche.

—¡Mi lady! ¡No me condenéis a un destino tan cruel! ¿No os he sido fiel acaso?

Ella se acercó a la sirvienta, que ahora estaba atada a una piedra. Esta última buscó con la mirada a la figura que antes fue reconocida como lord.

—He servido a sus propósitos, sin dudarlo ni un instante. Mi lord, mi lady, no os he fallado jamás.

El tal lord negó con la cabeza, la tal lady río de forma burlona.

—Nos falláis al quejaros, al no aceptar ser vuestro sacrificio en silencio —una de las figuras le dió una daga al lord, este se detuvo ante la sirvienta —Callaros y afrontad vuestra muerte.

Le colocaron un paño en los labios a la joven, la cual no paraba de llorar. Gimió por el miedo y empezó agitarse, a medida que el lord aproximaba la filosa punta de la daga. La clavó entonces en medio de los pechos, comenzó a bajar por la pálida piel y dejó un hilo de sangre que pronto se tornaría mayor.

—¡Gran diosa! ¡Os ofrecemos a esta joven en sacrificio! ¡Os pedimos que nos deleite con su aparición! —dijeron todos los que se hallaban alrededor de la piedra.

Alzaron las voces para repetir tales palabras, al mismo tiempo que el lord clavó la daga en el abdomen de la joven. El grito de esta quedó ahogado por el paño. Cuando la luna iluminó la piedra, el silencio reinó.

—No es necesario que la matéis —una de las figuras dió un paso al frente, las demás soltaron exclamaciones —He respondido a vuestro llamado.

—Diosa Artemisa —todos se arrodillaron ante ella.

Fuerza de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora