🥀 Capítulo 26: Tiempo de celebraciones 🥀

3 1 0
                                    

Una capa color castaño, con bordados de piel de lobo, se arrastraba por el piso del ala este del castillo. Los sonidos algo fuertes de las botas que calzaba, delataban la presencia del rey. Este iba rumbo a la habitación de su hijo Elric. Al entrar, lo halló jugando con caballos de madera, caballeros y espadas del mismo material. El cabello del joven príncipe era igual que el de su madre, negro como el carbón. No se podía decir lo mismo de sus ojos, cuyo tono de azul se asemejaba a los del rey Whater.

-¡Papá!

El príncipe llamó con alegría a Edward, al darse cuenta de su presencia en la habitación. Cada palabra que le enseñaban a pronunciar era nueva para él. Justo este día cumpliría un año de vida por ello, "papá" era una de esas pocas palabras que sabía decir. "Mamá" aún no lo aprendía bien y era entendible, la figura materna del niño murió en cuanto este nació.

Los delicados y diminutos pies de Elric se inclinaron, se apoyó en sus manitas para levantarse e ir hacia los brazos de su padre.

-¿¡Cómo habéis amanecido, mi futuro rey!? -Edward lo levantó para cargarlo y le dio un abrazo.

-Juguetes -Elric señaló los caballos con el dedo índice mientras era cargado por su padre.

-¿Queréis jugar con vuestro padre?

En respuesta, Elric asintió con la cabeza. El rey Edward le dejó en el suelo, lo tomó de una mano para ayudarle a caminar hacia donde estaban los juguetes. Mientras, las sirvientas personales y la nodriza del príncipe heredero se mantenían distantes. Observaban en silencio, preparadas ante cualquier pedido de Elric o de Edward.

Cuando el rey se sentó a jugar con su hijo, la puerta de la habitación se abrió y se anunció la llegada de la reina Editera.

-¡Retiraos!

Ella les dirigió una mirada severa a las sirvientas y a la nodriza, las primeras bajaron la cabeza en respuesta.

-Marchaos, deseo hablar a solas con mi madre -el rey le dedicó una mirada igual a la reina viuda, había cierta molestia en su tono.

Una vez solos, pues incluso su hijo fue sacado de la habitación, Edward fue el primero en hablar para amonestarla.

-Respeto vuestros consejos y enseñanzas, querida madre. Sin embargo, debéis recordar que ahora soy el rey, ya no toleraré un tono irrespetuoso.

Editera parpadeó unos instantes antes de suspirar hondo, olvidar el lugar que le correspondía no era propio de ella. No obstante, la ira no le permitía pensar con claridad.

-Disculpad, hijo mío, ciertas preocupaciones asolan mi mente y hacen brotar la ira en mi corazón.

Ambos se aproximaron a dos muebles de madera, que se hallaban ante una chimenea. El rey fue el primero en sentarse, le siguió luego la reina viuda.

-¿Qué os preocupa, madre? La prosperidad de Beyorn ha crecido, pese a las desgracias que hemos vivido.

Editera mostró una leve sonrisa.

-En efecto, no solo le debemos tal cosa a vuestra gran gestión. La alianza con Winterfall, con Wessex, e incluso con el reino de Essex.

-Pese a la desaparición y posterior muerte de mi hermana, logramos saldar la deuda con Essex -Edward se acarició la barbilla - Tal vez, ¿os preocupa que intenten presionarnos?

-En lo absoluto, hijo mío. El lazo de sangre nos une con Wessex, impedirá cualquier presión que planeen ponernos.

-Lo sé, madre, por ello son tan importantes las alianzas. Entonces, ¿qué aqueja vuestro corazón?

Fuerza de amorWhere stories live. Discover now