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Su piel me hace cosquillas cuando sus dedos recorren los míos y entrelaza nuestras manos. Tengo que tragar grueso para ahogar a las mariposas que se descontrolan en mi estómago.

─Tengo algo de miedo por la mudanza ─dice Kayden, bajito, rompiendo en silencio.

Todo lo que tiene Kayden me gusta. Todo. Absolutamente todo. Pero su voz es de mis cosas preferidas de él. Esta tiene el poder de convertir en un oleaje manso y cristalino un mar furioso que amenaza con apuñalar la arena cuando una ola rompe en la orilla.

─La cosa aún no está clara del todo ─añade.

─¿A qué te refieres? ─me doy la vuelta sobre la cama para mirarle mejor.

Luce algo asustado, cansado. Conozco muy bien unos ojos así. Los ojos no mienten, no saben guardar secretos, y podría defender a capa y espada que está comiéndose una y otra vez la cabeza y eso no le deja tranquilo.

─Sé que no me iré con ella, pero ¿y si tengo que hacerlo? ¿Y si acabo haciéndolo? Akira, te quiero mucho, muchísimo, más que a nadie en el mundo, lo sabes. Pero Lúa es mi hermana, y... No quiero dejarla sola. No puedo. No quiero que piense que soy un mal hermano.

Odio verle así de mal por Lúa, porque sé perfectamente que ella le adorará igual, se mude con ella o no, son hermanos. Se quieren más que a su propia existencia, una mudanza no va a definir la relación que tienen. Pero Kayden eso no lo tiene claro, y me duele muchísimo.

─No piensa que eres un mal hermano, Kayden ─acaricio su mejilla con la palma de mi mano.

─No quiero que se sienta mal, Akira, pero tampoco puedo dejarte a ti. Es que me resulta imposible hacerlo ─niega con la cabeza, como si necesitara con urgencia alejarse de sí mismo, como si quemara el hecho de ser él.

─Escúchame ─centro su rostro con las manos para que me pueda mirar directamente a los ojos y deje de pensar y pensar─. ¿Tú qué quieres hacer? No pienses en Lúa, no pienses en mí. No pienses en nadie. Piensa en ti. ¿Qué quieres hacer tú?

Estudia mi rostro unos instantes, pensándolo. Traga grueso y me dedica una sonrisa triste.

─Quiero quedarme contigo ─dice por fin en un susurro vulnerable─. Siempre. Quédate conmigo siempre.

No puedo evitar la sensación de alivio que recorre mis venas cuando escucho sus palabras.

─Te quiero ─le respondo en el mismo tono que usa él.

Apoya la frente sobre la mía y respira el mismo aire que yo. Me encantan estos momentos.

─Te quiero ─confiesa de nuevo.

Deposito un beso sobre su piel y respira profundamente.

─Lúa y tú habéis solucionado las cosas, relájate.

El momento dura poco, porque puedo sentir que se paraliza al oír mis palabras bajo mis labios.

─¿De qué hablas? ─enarca una ceja. Me separo un poco de él para estudiar sus facciones. Está extrañado. ¿No sabe a qué me refiero?

─¿No te llamó Lúa después de mi llamada?

─¿Qué llamada?

─La llamada que le hice hace dos semanas, esa misma que no me dejaste acabar porque estabas muy ocupado metiéndome mano ─digo con sorna para aligerar su tensión.

Pero no da mucho resultado, porque parece extrañarse todavía más.

─Lúa me llamó por última vez en mi cumpleaños. Aún estamos algo tensos. Llevo comiéndome la cabeza desde entonces.

Cuando las estrellas dejen de brillar (destacada de ROMANCE JUVENIL 2023) [#1]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu