Antes del Cielo [Wattys 2024]

Capítulo 15

Sé que debo tener unas ojeras más grande que el océano pacífico, también siento los músculos agarrotados y lloro mirando el techo cada cierto tiempo.

En otras circunstancias encendería mi estéreo, pondría música de One Republic e iría al baño bailando, pero ahora, a duras penas, puedo ir caminando y no arrastrándome por el suelo.

En serio, tengo el mismo ánimo de una tortuga con sueño.

Son las dos de la tarde, lo sé por la alarma de mi celular que indica que mamá podría llamar en cualquier momento para preguntar cómo estuvo mi día en la universidad.
Las cortinas de mi habitación han permanecido cerradas desde el día que fui a realizarme la biopsia, así que no puedo distinguir la mañana de la noche.

Tomo una ducha, me lavo los dientes y cepillo mi cabello, las hebras se quedan enredadas en el cepillo y me detengo a observarlas.

Si me harán quimioterapia...

¡Ya basta! Debo parar o moriré antes de siquiera recibir la noticia de que tengo esperanza.

Dejo el cepillo tirado en alguna parte y vuelvo a mi habitación, a mi cama fría con  sabanas arrugadas.

Doy tantas vueltas en ella que termino mareada.

Para cuando recibo un mensaje de Paola diciendo que ya está en el edificio y que espera por el ascensor, un nudo enorme se ata en la boca de mi estómago. Tomo varias respiraciones profundas y me pongo de pie, acercándome al espejo de cuerpo completo de mi habitación.

Diviso mi reflejo en él.

Acaricio mi cabello, ondulado y pelirrojo, que con el tiempo va a caerse.

Reparo en mis mejillas, quienes perderán su color.

Las ojeras bajo mis ojos, las cuales pronto serán más pronunciadas y se volveran permanentes en mi cara.

Había perdido peso y ni siquiera lo había notado.

Analizo mi reflejo vivaz a pesar de sentirme decaída.

También va a perderse la calidez y luz que poseo, todo se volverá parte de la oscuridad.

Una lágrima solitaria baja y la quito de inmediato.

Es todo, no hay nada que pueda hacer además
resignarme y esperar a que el destino se haga cargo de mí. He evitado los hospitales desde que tengo uso de razón y ahora la vida me sale con esto.

No me jodas, por favor.

Y me resulta imposible no pensar ¿pude haberlo evitado? ¿Tuve esa oportunidad?

No, lo más probable es que no.

Dejo que la calidez de mis lágrimas bañen mi rostro. Me duele.

Retrocedo abrazada a mi misma. Me dejo caer sobre mi cama y en posición fetal, de a poco, me sumerjo en el pánico silencioso.

Escucho las bisagras de la puerta de mi departamento crujir.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? No dejo de preguntarme.

Los sollozos se acumulan en mi garganta y a pesar de que me prometí a mi misma ser fuerte, luego de que me dijeran que tenía cáncer, no puedo y rompo a llorar desconsoladamente.

Sé que si sigo así voy a quedarme sin lágrimas, pero tal vez es lo que necesito, drenar la angustia que está carcomiendome, sólo me pregunto ¿en cuanto tiempo podré lograrlo? ¿Voy a dejar de llorar en algún momento?

¿Me acostumbraré?

Estoy segura que sí. Pero por ahora solo me queda llorar.

Me cubro la cara con las manos y aferro mi cuerpo a la cama como si me abrazara, como si de un momento a otro fuese abrirse y devorarme hasta hacerme sentir mejor.

Escucho el pequeño click y la puerta de mi habitación se abre lentamente.

Paola me mira desde el umbral, su cabello castaño está hasta la mitad de su espalda, luce totalmente enredado, sus ojos están hinchados y luce cansada. Sus mejillas están aun mas rosadas de lo normal y lleva uniforme de hospital.

Ella se acerca y tomo una posición sentada. La cama se hunde con su peso y ella abre instantáneamente sus brazos para mí. No puedo luchar contra el nudo en mi garganta y sin pensarlo me dejo envolver.

Me siento tan pequeña y débil.

Paola huele a vainilla y sus brazos me sostienen mientras lloramos juntas.

—No quiero esto. Tengo miedo.

Siento los latidos de mi pulso tras mi oreja y la cabeza me punza.

Quizá ya estoy en la fase de aceptación... Aunque claro, eso no hace que duela menos.