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Cinzia.



29 de Diciembre, Yeferson salió cómo todas las mañanas a entrenar, yo viendo que hacer, todo está tranquilo, no hay nada que hacer.

Estoy aburrida.

El reloj marca las diez de la mañana, la puerta de la casa empieza abrirse, es él, admito está raro este último tiempo conmigo.

Ni lo saludo ya que ni me dirigió la mirada y subió para darse una ducha eso es lo que me imagino yo.

Miren mí vida está muy tranquila cómo para que yo vaya y hable con él sabiendo que de esa puerta voy a salir enojada y estresada, mejor me quedo tranquila.

Que sea él que se desahogue, yo no le tengo nada que decir, bueno, sí lo del embarazo, pero ajá eso es aparte porque estoy esperando el último día del año para poder decírselo.

Tomo mí laptop para echarme en el sofá y empezar a ver qué hay de nuevo, escucho sus pisadas, empieza a bajar las escaleras, puedo oler desde aquí el olor que desprende de él, su perfume varonil, y el olor a jabón tropical.

Vaya, creo que el embarazo está haciendo que tenga superpoderes.

Vá y se toma un vaso de agua, luego vé algo en su teléfono y hasta que por fin me dirige la mirada, pero yo me hago la que estoy concentrada en mí laptop.

Se sienta enfrente de mí, suelto un suspiro antes de hablarle.

—Dime lo que me quieres decir —Le soy directa de una buena vez—.

—¿Por qué intentaste suicidarte...? —Dejo de mover mis dedos en el manejar de la laptop—. Desde hace días lo sé, solo que no me cabe en la cabeza que lo intentaste hacer.

—Fué mí hermano verdad...

—No importa quién me lo haya dicho Cinzia, estamos hablando de tí, de tú vida —Cierro los ojos un momento, buscando paz, dejo la laptop a un lado para verlo mejor—.

—No hay porqué hablarlo, no hay porqué discutirlo...

—¡Cinzia, te ibas a quitar la vida! ¿¡Cómo carajos no iba hablarlo!? —Su alteración me impresionó, se levanta del sillón—. ¡No me imagino cómo hubiera sido mí vida si Wilmers o Nieves me llamaran diciendo que te habías suicidado!...

Veo sus ojos cristalizarse, me levanto de mí lugar para irlo abrazar, es ahí dónde se rompe a llorar.

—¡Te amo Cinzia, no me imagino una vida sin tí...! —Lo abrazo aún más fuerte—. No me imagino todo si lo hubieras hecho —Vuelve a repetir con un hilo de voz—.

Hace que mis ojos también se humedezcan, es la segunda vez que lo veo llorar, la primera cuándo nos despedimos hace siete años atrás.

—Ya mí amor, no llores, aquí estoy, no pasó nada... Nunca me voy a ir de tu lado, de tú lado.

—¿Lo prometes? —Se separa un poco para verme, sus ojos están rojos—.

—Lo prometo —Nos damos un beso pequeño—. ¿Vamos al cine? —Le propongo para que se despeje la mente, el de una vez asiente sin rechistar—.

Eclipse | Yeferson SoteldoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora