IV

564 53 2
                                    

Todoroki lo besó con ganas esa tarde, lo atrajo con fuerza y lo dejó sin aliento.

-¿Por qué? -insistió suave.

Katsuki no sabía cómo contestarle. No quería que nadie, nadie supiera lo bien que besaba o lo bien que se veía cuando lo hacía.

-Solo... no quiero que lo sepan.

No quería que supieran lo perfecto que le quedaba ese sonrojo en su lado derecho ni lo tentadora que podía ser su voz.

-¿Es vergüenza?

No quería que supieran lo fácil que le hacía derretirse entero y lo difícil que era dejar de besarlo.

-No. Es que no los quiero de chismosos.

Todoroki suspiró risas entre sus besos. Bakugou se preguntó cómo habían llegado a la cama y cuándo se había quitado la camiseta.

-Yo creo que sería más cómodo solo decir: hoy estaré con mi novio, en lugar de inventar excusas o fingir que dormimos temprano.

Katsuki lo imaginó, no pudo evitarlo.

-Lo sería -aceptó entre jadeos-. Y claro que quisiera refregarle en la cara a un par de personas que estás conmigo.

Shoto sonrió de lado, acariciaba lugares que nadie más había tocado.

-¿Pero?

Bakugou le tomó la cara con ambas manos y lo miró fijo. Todoroki dejó de tocarlo un momento. Bakugou respiró profundo.

-No quiero que sepan que este lado tuyo existe, ¿entiendes?

El más alto pestañó un par de veces, su lado derecho perdió un poco su frío cuando inspiró.

-Yo tampoco quiero eso. No todavía. Quiero... -Lo miró, todo ardía-. Quiero ver más antes de...

Bakugou no lo dejó terminar. El calor embriagaba. Se perdieron en un beso profundo. El rubio sentía que el sudor los haría volar en pedazos, pero no le importó.


Bakugou abrió los ojos antes de que sonara su alarma

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Bakugou abrió los ojos antes de que sonara su alarma. Giró sobre sí mismo, frunciendo el ceño lo más que pudo, en la oscuridad. El otro lado de la cama estaba frío. Enterró la cara en la almohada.

No quería levantarse.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero la alarma comenzó a sonar.

Cinco minutos más.

La voz de Shoto vibraba en su memoria, tan cerca como habían estado esa mañana.

Arremetió un puño, potente, contra el reloj. Dejó de sonar. Lo había roto.

Tabula rasaWhere stories live. Discover now