VII

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Las manos de Todoroki rodearon su cintura y se quedaron allí, la piel distanciada solo por el uniforme escolar.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —le gruñó Bakugou metiendo el dinero a la máquina expendedora.

—Tus músculos siguen creciendo, y acentúan tu cintura cada vez más.

El de menor estatura se tensó al instante y se movió brusco para quitárselo de encima.

—¿Qué demonios dices? Eres un imbécil, suelta, quiero comprarme un café.

—No deberías comprar tanto café, te hará daño.

—Lo dice el que quiere sobrevivir a base de soba.

Bakugou se giró, quedaron cara a cara, Todoroki no lo soltaba. Tampoco era que el chico explosivo realmente se estuviera esforzando por apartarlo. El otro debía apreciar eso, si fuera otra persona le hubiera volado la cara a la primera.

Todoroki se acercó de manera lenta, por un segundo Bakugou anticipó un beso y cerró los ojos. Después se maldijo, porque esa no era más que una señal de que había caído por completo y no tenía forma de escapar de ahí. No era un beso. Su novio terminó por apoyar la frente en su hombro, Bakugou expiró suave y, por inercia, su mano se enredó entre los cabellos finos y lacios de Shoto.

—Hacía mucho que no pasábamos tiempo juntos.

El bisbiseo cerca del cuello le produjo cosquillas y alguna que otra cosa que no iba a admitir.

—No es algo que podamos controlar. Tenemos responsabilidades. El estudio, el entrenamiento, las pasantías.

—Lo sé. No es un reclamo. Solo...

Presionó los brazos en la espalda de Bakugou e inspiró profundo. De a poco, se separaron. Shouto le sonrió leve, quizá con algo de timidez. Bakugou lo tomó de la corbata y tironeó un poco para que se inclinara y pudiera besarlo. Se balancearon un poco, compitiendo por quién dominaba, Shoto se rió cuando perdió el equilibrio y debió sostenerse de la máquina expendedora para no caer al piso y llevarse a Bakugou con él.

Entonces se oyeron los sonidos metálicos de la máquina, y una lata cayendo. Bakugou abrió los ojos como platos y se separó de inmediato. Eso era fruto de su dinero. Inspeccionó lo que habían extraído. No era café.

—¿Qué demonios apretaste, idiota?

—No recuerdas qué te apreté y qué no. Me ofendes.

Bakugou le dio un codazo brutal.

—Ciruelas y té verde, ¿qué porquería es esta? —Estaba bastante enfadado. Miró a Shoto con antipatía—. Hazte responsable.

—¿De apretar lo que aprieto? Siempre.

Bakugou le dio un golpe en la cabeza, esta vez, con la palma extendida.

Shoto abrió la lata y le dio un trago enorme, para mostrar que cumplía sus palabras. Los ojos le quedaron vidriosos por el sabor fuerte, una mezcla de dulce y ácido, no podía siquiera describirla.

—Dale un trago —le dijo. Bakugou pudo ver flores y brillos rodeándolo.

El rubio rodó los ojos, pero aceptó la lata y bebió. Ugh. ¿Por qué lo había hecho? Shoto esperaba con los ojos muy abiertos, como extasiado. Ah, lo hizo por eso.

—Está horrible, puaj.

Siempre directo. Todoroki se desinfló un poco, pero después pareció que una idea le surcaba la mente.

Tabula rasaWhere stories live. Discover now