2. Salvador de Bahía

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El barco atracó en Salvador de Bahía

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El barco atracó en Salvador de Bahía. Hermosa y orgullosa ciudad como su gente de origen africano en su gran mayoría, aunque como todo puerto importante, la procedencia de sus habitantes es cosmopolita. Sus calles empinadas ofrecían vistas maravillosas del mar que ahora la bañaba de bienes de comercio como un siglo atrás la había bañado de esclavos.

La luz del trópico hacía destellar los vivos colores con que estaban pintadas las casas y los edificios públicos. Las iglesias católicas cegaban con su blancura. Sobre los pequeños cerros, casitas coloridas parecían enterrar raíces en las rocas para no despeñarse. Las calles bullían de personas de todo tipo, vestidos con trajes de todas las formas y colores imaginables. Los puestos de comida en la calle llenaban el ambiente de aromas exquisitos que rivalizaban con los olores, formas y colores de los puestos de frutas tan extrañas y apetitosas que ellos no habían visto nunca.

Albert, Candy y Georges paseaban por las calles abstraídos por tantas cosas hermosas que embelesaban todos sus sentidos. En aquel abigarrado concierto de culturas, formas y colores, ciertamente no desentonaban por su aspecto, pero sí por su comportamiento. Era obvio que eran turistas, que no conocían el lugar, que estaban a un paso más cerca de perderse en el enorme mercado ambulante que eran los alrededores del puerto de Salvador de Bahía.

- !Albert, amor, mira! - dijo Candy emocionada como una niña señalando un puesto que vendía hermosos pasadores de cabello a base de conchas de mar. - ¡Quiero llevar algo a las chicas, por favor!.

- !Claro amor!, lo que tú quieras - Dijo Albert con una gran sonrisa en el rostro, buscando su billetera. Al no encontrarla en el bolsillo de su pantalón, buscó en el otro, pero tampoco la encontró.

- !Por Dios!, la dejé olvidada en el camarote - Dijo recordando que al momento en que la iba a guardar, Candy lo abrazó por detrás, metiendo sus manos traviesas por debajo de su camisa. En ese momento, él soltó la billetera para tomar sus dos pequeñas y conducirlas sensualmente a su entrepierna y..... !la olvidó por completo!

- No te preocupes William. Yo sí traje la mía. Señora, con confianza, compre lo que desee.

- !Gracias amigo! Te lo compensaré...

- ¡Por supuesto que sí! - sonrío Georges sacando su billetera del pantalón y abriéndola para darle a Candy el dinero.

En ese momento, una ráfaga en forma de mozalbete moreno, de pelo rizado con destellos rojizos especialmente en las puntas, pantalones cortos y camisa sin mangas, arrebató la billetera de las manos de Georges y corrió escondiéndose entre el mar de gente que los rodeaba.

- !William, nos vemos en el barco! - Alcanzó a decir Georges antes de salir corriendo detrás del joven, con una inusitada velocidad para su edad.

- Albert, ¿Irás con él?

- No amor, él sabe defenderse. Yo me quedo contigo. Terminemos de ver la ciudad y volvemos al barco... total, ya no tenemos nada que nos roben, pero no por eso dejaremos de pasarla bien. Vamos.

Un Amor del MAR para el Caballero BlancoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt