8. Parque Nacional Tijuca

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Al día siguiente, una alegre comitiva los acompañó al Jardín Botánico y al Parque Nacional Tijuca, al pie del Corcobado

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Al día siguiente, una alegre comitiva los acompañó al Jardín Botánico y al Parque Nacional Tijuca, al pie del Corcobado. Decidieron no subirlo por el embarazo de Candy, y porque estaba en obras.

Recién habían iniciado la construcción de un Cristo Redentor de 38 metros de alto, que se convertiría en el símbolo de la ciudad. Pero en ese momento la construcción hacía un poco más peligrosa la subida.

Esta vez, además de Carminha y sus primas, Xandé, George y los rubios, los acompañaron Joao y Edoardo, hermanos mayores de Carminha cada uno con su respectiva familia. Sus hijos eran más o menos de la edad de Xandé y se llevaban muy bien. Edo y Joao eran hombres jóvenes, muy altos y fuertes, de hermosas facciones. Edoardo, o Edó, como le llamaban todos, Carminha y Augusta o Gutta como le decían de cariño, tenían los ojos muy similares, de un ámbar claro muy luminoso y muy a tono con su color piel como de fino chocolate con leche. Joao tenía los ojos oscuros, hermosos, con una mirada atenta y penetrante. La más pequeña, Caridad, que no habían conocido todavía, estaba ya casada y era la única con los ojos azules de la madre.

La algarabía de tanta gente hacía un poco difícil disfrutar y observar la naturaleza. Aún así, para los rubios era una visita de ensueño. Hacia donde vieran, no terminaban de creer que fuese posible una naturaleza tan insolentemente exuberante.

- !Mira Albert!, !Sería fantástico poder subir a ese árbol! - Dijo Candy señalando una inmensa caoba que se alzaba más de 40 metros sobre el piso.

- !Noooo!!Ni se te ocurra! - Le interrumpió sonriendo Edó - No quisieras encontrarte con todo lo que puede habitar ese tronco: serpientes, arañas, hormigas, gusanos, hongos, musgo resbaloso. No niña, estos árboles no son para trepar. - Sentenció siguiendo el sendero junto a todos los demás.

Candy se quedó frustrada, viendo el árbol como a la fruta prohibida del Edén. Albert la abrazó por detrás mientras le decía al oído.

- Yo sé que sí podrías y en el algún momento tendremos la oportunidad. Pero no con esta barriguita ocupada. - Le dijo acariciando su vientre aún plano y besando lentamente su cuello.

- Mmmmm... quizá podrías ayudarme a hacer otras cosas que se me ocurren - dijo echando su cabeza hacia atrás para que él continuaran su camino de besos.

- Podría ser...... - aceptó él y tomándola de la mano, se escondieron detrás del árbol, esperando que los otros se fueran.

El grupo hizo el recorrido del sendero en un poco más de una hora. Georges iba fascinado con todas las especies de plantas y animales que pudieron ver en la selva. Carminha quería mostrarle una colorida bromelia que observó fuera del sendero y que Georges no alcanzaba a ver. Lo tomó de la mano para guiarlo por un camino alterno descendiendo por una pendiente muy pronunciada de unos cinco metros, que los llevaba justo por delante de la planta en flor. Cuando llegaron, tuvieron 3 minutos para admirar la belleza de aquella planta, cuando sin previo aviso, un aguacero tropical abrió los cielos con una furia inusitada. Parecía como si un millón de personas subidas en los árboles tiraban agua a cubetazos sobre ellos. Georges salió corriendo cuesta arriba para regresar al sendero principal, con Carmiha tomada de su mano. De pronto, debió detener su carrera porque ella se quedó clavada en aquel lugar.

Un Amor del MAR para el Caballero BlancoWhere stories live. Discover now