Un Amor del MAR para el Caballero Blanco

17. 1948: Carnaval de Río de Janeiro

Un septuagenario Georges no cabía en sí de gozo rodeado de su familia, en su palco sobre la avenida Marques de Sapucaí. Se habían dado cita allí, porque su hija de 18 años, Luciana Oliveira, participaría por primera vez en el desfile en la escuela de samba a la que había asistido por años.

Junto a Goerges, su mujer, Carminha, conservaba una belleza atemporal aún a sus sesenta años, matizada ahora por una dulzura tranquila que había desarrollado con sus nietos. Xandé había sido el primero en aportarlos a la familia. Ya en sus 40, era un empresario exitoso asociado a empresas Ardlay y tenía tres lindos niños. Jorginho, quien estaba próximo a cumplir 30 años también estaba ya casado, se hacía cargo de los negocios de su madre y compartía el palco con su esposa y sus dos hijos. Pero además, con ellos estaban los hijos de Albert y Candy, visitando "a su familia" de Río luego de su larga estadía en Inglaterra y de los cruentos años de la Segunda Guerra Mundial. Allí estaban en el palco, gozando de la fiesta, William Alistear y sus hermanas mellizas Eli y Rosi. A pesar de que la comunicación era constante entre sus padres, los chicos no habían tenido la oportunidad de conocerse. El viaje a Inglaterra y la guerra habían impedido la visita hasta entonces. Los chicos Ardlay habían conocido ya en Sao Paulo a Xandé y a Jorginho, pero no a Luciana, quien vivía en Río con sus tíos maternos y estuvo ilocalizable, concentrada al cien por ciento en todo lo concerniente a su participación en el desfile.

William Alistear, criado para ser el próximo patriarca de los Ardlay era un tiburón en los negocios. Viajó a Sao Paulo para supervisar las filiales de Brasil y junto con su hermana Eli quien tenía tambien buen diente para las negociaciones y las finanzas, empaparse de lo que estaba sucediendo en el sur. Rosi había estudiado medicina y estaría un tiempo de voluntaria en las clínicas populares que sus padres financiaban en Río y en Bahía y que eran atendidas por médicos locales, dirigidas por Inaris Freitas, la prima de Carminha.

William, con sus 1.85 metros, su cabello rubio y rizado, sus hermosos ojos celestes como el cielo y sus pecas salpicadas en los finos rasgos heredados de su padre, tenía la imagen de un ángel de dulzura, lo que aprovechaba en dos vías. En los negocios, le servía para despistar a la contraparte y sin que se lo esperaran, dar el zarpazo con la carta ganadora. Y con las mujeres, porque William Alistear era todo un casanova y se llevaba a la cama a cuanta mujer consintiera, encantadas por su dulce rostro. A sus casi 30 años era incasable. Ni siquiera se le había conocido una novia que durara más de dos meses.

La música invadía todos los sentidos y hacía bailar aún sin querer... si es que podemos suponer que había alguien allí que no quisiera bailar. Las carrozas, los trajes multicolor, las plumas, la pedrería, y aquellos cuerpos... !Por Dios!... !Aquellos cuerpos!... en todas las tonalidades del arcoiris, desde el más oscuro hasta el más claro, pero todos perfectos, todos esculpidos y bendecidos por los Orixá, casi desnudos, bailando sensualmente al ritmo de la samba, bamboleando las plumas al compás de las caderas, cubriendo lo mínimo con el mínimo posible de decoro. Aquellos cuerpos eran para mostrar y admirar, !Quién querría cubrirlos!. Un paseo por la playa lo atestiguaba y sobre aquellas carrozas, bailando, sudando, gozando... nadie veía una razón lógica para cubrirlos.

- ¿Esta es la escuela de Luciana, cierto? - preguntó Georges con el pequeño Pedro, de tres años, en sus rodillas.

- Si amor, esta es. Dame los prismáticos, para poder localizarla.

- Menos mal que traje los míos, porque sabía que me los quitarías. - Dijo Georges entregándoselos y recibiendo a cambio un caluroso beso.

- !uuuaajjjjj! - diijo el pequeño Pedro - !Los abuelitos se besan mucho!

- Sí hijo - Dijo Jorginho tomando al pequeño niño en sus piernas. - Por eso tuvieron a la tía Luciana cuando estaban ya viejitos. No aprenden que a su edad, hay cosas que ya no deben hacer.