10. Pedra do Arpouador

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Llegaron a un enorme afloramiento rocoso donde el mar Atlántico reventaba sus olas con violencia, pero que brindaba un espacio majestuoso desde el cual se lograba una espectacular vista de Río y de la bahia de Guanabara

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Llegaron a un enorme afloramiento rocoso donde el mar Atlántico reventaba sus olas con violencia, pero que brindaba un espacio majestuoso desde el cual se lograba una espectacular vista de Río y de la bahia de Guanabara. Era la Pedra do Arpoador. Solo ellos dos estaban allí aquella tarde. La temperatura era muy agradable, una suave brisa refrescaba sus rostros llenando el aire de un olor a sal y a vida que emabrgaba los sentidos. El mar en calma se teñía de infinidad de tonos de azul hasta tocar el horizonte púrpura y dorado. Los reflejos del sol en el ocaso parecían derretir hilillos de plata sobre las suaves olas del horizonte.

Ella sacó un mantel de la cesta, un poco de fruta, un poco de vino. Se sentaron juntos, frente al mar. Él abrió la botella y sirvió los vasos, dándole uno a ella.

- Brindo por tí - le dijo con una sonrisa

- Y yo por tí - Le respondió ella muy emocionada, atreviéndose a recostar su cabeza en su hombro. Él pasó su brazo por su espalda y la atrajo hacia él.

- !Esto es hermoso! - dijo él sin poder reprimir por un momento más sus emociones. - Voce é linda demais - Ella levantó su rostro hacia sus ojos oscuros y profundos, cálidos y sinceros que la miraban arrobado - Si... muy hermosa.... - Atraviéndose a pasar el dorso de un dedo por su suave mejía, mientras se perdía en la luminosidad ámbar de aquellos pozos en calma con que lo miraba. - ¡Gracias!

- ¿Por qué? -preguntó sorprendida, esforzándose para que las mariposas de su estómago no salieran por su boca.

- Por existir, por encontrarme, por estar aquí, conmigo, por regalarme tanta dicha cuando ya no esperaba nada de la vida -

Ella, sin poder resistirse más, rozó sus labios contra los de él, sintiendo el tacto de su piel, en un acercamiento muy sutil. Apenas fue un beso. Quizá sólo fue el aleteo de una de las mariposas que ella sentía por dentro cuando estaba junto él y que había conseguido salir por su aliento. Él no se movió. No sabía qué hacer con esa hermosa mujer entre sus brazos que decía y hacía cosas que salían totalmente de sus esquemas mentales sobre lo que una mujer debía decir o hacer. Ella al ver que su beso no era tan bien recibido como ella había creído, bajo la cabeza muy turbada y empezó a balbucear:

- Disculpa... yo no... perdona.... - Cuando en un gesto desesperado, Georges colocó su mano por detrás de su nuca para acercarla a su boca y darle él un beso apasionado que había estado guardado por mucho tiempo dentro de su corazón, y que al salir, explotaba en deseo y urgencia. Ella entreabrió sus labios y él en un impulso desenfrenado invadió su boca con una lengua magistral, ávida de su humedad y su aliento. Ella echó su cabeza para atrás, para recibir aquella invasión tan deseada, mientras él la acercaba más a sí, amoldando su cuerpo al de él, que ya empezaba a buscar una correspondencia aún más estrecha.

Él se apartó un momento, queriendo observar la reacción de ella, dándole tiempo a negarse, a arrepentirse. Pero aquella magia que había escapado al romper el sello de sus labios, ocasionó una reacción en cadena que ninguno de los dos podía ni quería detener. Al sentirlo alejarse de sus labios, ella también lo observó, tratando de entender el porqué de su alejamiento. Al ver en sus ojos ansiedad y esperanza, enredó sus dedos en su corto cabello, atrayéndolo a sus labios. Ella lo buscaba, lentamente al principio, rozando con su lengua aquellos finos labios. Al sentir su lengua buscándolo, reclamándolo, Georges dejó caer todas sus reticencias y barreras con una mano en su nuca y la otra en su espalda la atrajo hacia sí con más ímpetu y penetró su boca haciéndole el amor con su lengua. Ella respondió con un suspiro que terminó en gemido al sentir cómo su cuerpo reaccionaba de una forma que ya había olvidado y que la derretía por todos lados: su cerebro, su boca, su corazón, sus pulmones, su estómago... su vientre. Cuando se quedaron sin aliento, el fue bajando la intensidad hasta juntar su frente con la de ella y así, muy cerca, le dijo:

Un Amor del MAR para el Caballero BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora