Capitulo 9

27 6 0
                                    

Brittany

Los López no se veían listos para dejar ir a Santiago.

Fue atendido todo el día, y le encantaba la atención.

Santana se fue alrededor de las cuatro, despidiéndose y diciéndole a Santiago que lo vería pronto.

Poco después de que Santana se fuera, intenté irme con mi hijo porque todavía no iba al supermercado. Siempre iba el domingo para prepararme para la semana.

Santiago, sin embargo, se aferró a la idea de quedarse con Maribel y Pedro mientras yo hacía las compras de comestibles. Así que se lo permití.

No estaba segura si podía recordar un momento en que hubiera ido al supermercado sin Santiago. Él siempre se hallaba conmigo, por lo que acostumbraba a decirle que no cuando pedía alimentos azucarados.

Esta era una experiencia mucho más tranquila y bastante pacífica. Amaba a mi hijo, pero decidí que me gustaba hacer las compras sin él.

Me tomé mi tiempo caminando por cada pasillo, pensando en lo que necesitábamos, y la cantidad de dinero que tenía para gastar. Mantenía una calculadora en mi bolso para ir de compras porque intentaba hacer los cálculos en mi cabeza, pero era vergonzoso cuando llegabas a la caja registradora y tenías que sacar cosas de las bolsas y devolverlas porque no tenías suficiente dinero.

Sin pagar el alquiler, teníamos más de lo normal para comida, y era agradable ser capaz de derrochar en el helado de menta con chispas de chocolate que Santiago tanto amaba y un poco de té de limón para mí.

Me detuve frente al pan y busqué un pan para sándwich que fuera saludable pero aun así que pareciera lo bastante blanco para convencer a Santiago de comerlo.

También tenía que encontrar uno que no costara demasiado.

Cinco dólares por una hogaza de pan era ridículo. La mayoría de las veces encontraba pan de trigo y miel que era lo suficientemente claro para que Santiago no se quejara.

—El pan es un asunto serio. Puedo notar que estás de acuerdo—dijo una voz masculina a mi lado, y me di la vuelta para ver a un hombre alto, de pelo rubio oscuro, que parecía tener al menos treinta años.

Sus pantalones y camisa de botones podrían ser una de las razones por las que parecía más viejo, pero las arrugas alrededor de sus ojos cuando sonreía era un claro indicativo.

Sin embargo, no tenía un mal aspecto.

—Complacer a mi exigente hijo es el asunto—expliqué.

Normalmente, si sacaba el tema de mi hijo, los hombres retrocedían. Si éste iba a tratar de coquetear conmigo, bien podría seguir adelante e irse por donde llegó.

El hombre asintió, sin dejar de sonreír, como si comprendiera.

—Sí, entiendo completamente eso. Mi sobrina siempre va por el pan blanco cuando viene de visita. Tiene nueve años, y su mamá no compra de ese tipo de pan en casa. Soy el tío rompe-reglas—escogió una hogaza de pan blanco de los más caros y me guiñó un ojo—Tengo que romper algunas reglas de vez en cuando para sentirme bien. Mi trabajo me hace tan poco genial que a veces necesito algo para levantarme el ánimo.

Era más allá de agradable. De hecho, era muy lindo.

Tenía ese aspecto limpio del que no era una gran fanática, pero él lo llevaba bien.

—¿De verdad? ¿Qué trabajo tan poco genial tienes?—pregunté, sorprendiéndome.

Normalmente no alentaba conversaciones con hombres. Pero éste me gustó.

AgarrateWhere stories live. Discover now