Epilogo

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Santana

Un sonido que ninguna persona quiere escuchar me sacó con un sobresalto de mi sueño.

Mientras me frotaba los ojos, intentado despertar, el ruido de vómito vino otra vez.

Arrojando las mantas, me levanté de un salto y corrí al baño para hallar a Brittany sosteniendo su cabello hacia atrás mientras se abrazaba al inodoro.

Me moví rápido, agarrando un trapo y humedeciéndolo mientras me inclinaba para tomar su cabello, así podía sostenerse al inodoro con las dos manos.

Le di al trapo un apretón con una sola mano.

—¿Por qué no me despertaste?—pregunté, frustrada de que estuvo aquí vomitando sola.

—No. No quiero que veas esto—dijo con un gruñido.

—Tienes razón, no quiero verte enferma, pero por supuesto que no voy a dejarte vomitando sola.

Se alejó del inodoro.

Estiré una mano y tiré la cadena, entonces me dejé caer de rodillas y comencé a limpiar su cara con el trapo en mis manos. Lucía pálida, pero tenía una mirada aliviada en sus ojos mientras me dio una sonrisita.

—Gracias. Estoy mejor ahora. Solo desperté y fui a hacer café, cuando lo olí, me dieron ganas de vomitar—dijo, bajando la vista como si no pudiera mirarme.

Me puse de pie y la ayudé a levantarse también.

—Vamos a meterte en la cama. Llamaré a Sue y le diré que no irás hoy.

Sacudió la cabeza.

—No. Tengo que hacer dos colores y algunas extensiones hoy. Estoy bien. Estaré bien.

Tiré el trapo en el cesto de ropa sucia y la conduje al lavabo con mis brazos aún alrededor de ella.

—Acabas de devolver, Britt-Britt. No estás bien. Anda y cepíllate los dientes. Entonces puedes volver a acostarte. Pondré el cesto de basura al lado de la cama. Una vez que lleve a Santy a la escuela, les avisaré que no puedo ir hoy y estaré aquí.

Brittany tenía el síndrome supermamá.

Siendo una mamá soltera tan joven y sin tener a nadie que la ayudase, aprendió a pasar por mierda como esta ella sola.

Yo estaba aprendiendo que tenía que ser firme con ella. Ella intentaría continuar cuando tenía fiebre.

Una vez la mujer loca intentó volver a trabajar el día después de que le sacaron la muela del juicio.

Nadie hace eso.

—En serio. Me encuentro excelente. Yo… yo estoy bien.

—Eres contagiosa. Si vas a trabajar, vas a enfermar a todas esas personas. Preferirían no hacerse el color hoy que conseguir un virus estomacal. Lo prometo.

La única forma de lidiar con ella era señalar cómo su decisión afectaba a otros.

Se preocupaba sobre todos los demás. Pensaba que ella podía luchar a través de cualquier cosa.

—No lo soy—discutió.

Puse la pasta dental en su cepillo y se lo entregué.

—Quítate el sabor desagradable de la boca. Te compraré un nuevo cepillo hoy—terminé de discutir.

Lo agarró obedientemente y se cepilló los dientes. Llené una taza con agua y se la entregué para que pudiera enjuagarse. Mientras se cepillaba, continuó mirándome nerviosamente.

AgarrateWhere stories live. Discover now