— Madre... Madre despierte... Tengo miedo.— dije mientras zarandeaba sus hombros con miedo.
— Ivetta... no llores... mamá siempre estará contigo...
— No madre, por favor... No puedes morir... No me dejes sola...
— Ivetta... tienes que hacer algo por mi... ve a casa del doctor Gilbse... dale este colgante y dile que venga... ¿lo harás?— cogí temblorosa la joya y la miré como si fuese la última vez que la veía.
— Si madre... vuelvo enseguida...Corrí tan rápido como pude por esas calles adoquinadas y oscuras, mientras la lluvia golpeaba gota a gota mi rostro desencajado. Un camino de no más de tres minutos que se se hizo eterno. Y cuando por fin alcancé la puerta, las noticias fueron más frías que el propio viento de la noche.
— Lo siento querida. Pero el doctor partió esta tarde a la villa del Duque y aún no ha vuelto. Su mujer está enferma.
— No... ¡NO¡... ¡MI MADRE SE MUERE!— un nudo se formo en mi garganta y volví a retomar la compostura.— Necesito que venga conmigo, por favor.
— Tranquila hija, tranquila... mira, si quieres, puedes ir a esta dirección. Es la villa del Duque y quizás pueda ayudarte...Cogí el papel y puse rumbo, sin saber que aquella noche sería una de las más tristes y terroríficas de mi vida.
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— ¿Como está Doctor?
— Sinceramente, no creo que pase de esta noche. Además, me gustaría hablar con usted en privado.
— Claro, acompáñeme a mi estudio.
— Creo que su mujer ha sido envenenada Gran Duque. — Los ojos del duque fulminaron al médico tras su insinuación.
— ¿En que se basa para decir eso Doctor?
— Cuando la estaba examinando, descubrí que su lengua y uñas están teñidas de azul. Es algo común cuando existe envenenamiento por Estricnina.
—¿Está diciendo que mi mujer a sido envenenada con mata ratas?
— Bueno... no necesariamente tiene que ser por mata ratas... Esto... Duque... La planta de ese jarrón... — El pobre doctor palideció con rapidez.—Veo que le gusta doctor. La encargue hace unos meses. A mi mujer le encanta. ¿No le parece realmente hermosa?
— Duque esa planta es Nuez Vómica...
— Así es. Increíblemente hermosa, tan bella y mortífera como una sirena.
— Duque. Si su esposa comió esos frutos, es esa entonces la causa de su condición. Por suerte traje algunos antídotos de los venenos más comunes y creo que podríamos salvarla.— El gran duque se levantó y caminó hacia el médico rodeando el escritorio.— No lo creo doctor. Para ella al igual que para usted ya es demasiado tarde.
— No le comprendo...
— Bueno, la copa de coñac que está bebiendo está hecha con dichos frutos. Por desgracia cuando son destilados la concentración del veneno aumenta y la muerte es mucho más rápida que consumiendo el fruto. Como comprenderá doctor, hubiera sido suceso de sospechas el no haber llamado a un doctor para examinar a mi esposa. Pero no sabía que usted sería tan elocuente. Lo supe desde que se quedó algo inquieto al mirar sus manos y garganta.— la copa del doctor cayó al suelo ante su estupefacción.— Veo que ya empiezas a sentir esa sensación de ahogo. Pero tranquilo, apenas sufrirás, en treinta segundos estarás espumando por la boca y se te parará el corazón. Mucho mejor que mi pobre esposa. Meses de vómitos sanguinolentos, ahogo, dolores de cabeza... pero que le voy a contar a usted que no sepa ya, ¿verdad doctor?
*Toc Toc Toc*
— Padre... abra por favor... es urgente.
El duque observo durante unos segundos más como el alma de aquel doctor abandonaba su cuerpo caliente. Después camino tranquilo hasta la puerta del estudio y abrió con un rostro serio y frío.
— ¿Que quieres Klaus? ¿No ves que estoy ocupado? ¿Cuántas veces te dije que no me llamaras padre?
— Lo siento duque... mi madre... mi madre... ha muerto... *Snif-Snif*
— El futuro Duque no debería mostrar debilidad ante los demás, y menos por algo tan banal. Compórtate a la altura del título que recibirás.
— Si duque...El duque salió de la estancia con la mayor de las indiferencias. Dejando que Klaus viera horrorizado el cadaver del doctor.
— Padre. El doctor..
— KLAUS!... Recuerda que ese hombre ha dejado morir a tu madre... dile a Jeffrey que limpie el estudio... — Klaus asintió con decisión. Pero en su interior, un sentimiento de frustración creía desde mucho antes.⋅✧⋅ ────── ⋅✧⋅ ────── ⋅✧⋅
Cuando llegué a la mansión apenas tenía aliento. Subí los últimos escalones, apoyándome en el portón con desesperación y toque la aldaba con las pocas fuerzas que me quedaban.
— ¡Ayuda! ¡Ayuda por favor!
— Señorita. No se quien es usted pero no es hora de llamar a ninguna casa de esta manera.
— Por favor, mi madre se muere, ¿está aquí el doctor?
— El doctor... acompáñeme hasta la sala, avisaré al duque de su visita.El mayordomo caminaba como si fuera la santa muerte. Debía de llevar sirviendo en aquella casa casi un siglo. Pero lo más espeluznante era la decoración de la mansión.
El Duque debía ser alguien bastante oscuro y siniestro pues las paredes estaban decoradas con un papel negro con patrones victorianos, las filigranas de madera de esquinas y ventanas te hacían sentir observada por criaturas del infierno. Cualquiera diría que aquello, más que un hogar, parecía el escondite de un monstruo.
— Quédese aquí hasta que llegue el duque con el doctor. Ni se le ocurra tocar nada.
El estruendo de la puerta hizo cruzar un escalofrío por mi espalda. Sentía miedo de todo aquello, pero aún temía más por la muerte de mi madre, así que hice de tripas corazón y permanecí en silencio, implorando en mi mente a la diosa que hiciera un milagro, solo por esta vez.
— Duque.
—¿Has limpiado el estudio?
— Si Duque.
— ¿Entonces, cuál es el motivo de que me interrumpas mientras celebro mi victoria ?
— Duque, una niña ha llegado en busca del Médico. Le está esperando en la sala.
— ¿Por qué perdería mi tiempo con una cría? Echala de aquí y no me interrumpas más por tonterías. — dijo mientras aireaba su mano con desdén.— Mi señor... es la hija de aquella mujer.
— ¿Ivetta?
— Si mi señor.
— Lleva a la sala un pastel y un buen cuchillo para cortarlo. Y no te olvides del té. — El mayordomo se inclinó con pulcredad, intuyendo lo que el Duque decía entre lineas.
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Raíces del Silencio
RomanceEn un pequeño y extraño pueblo, nacen Klaus e Ivet. Dos jovenes que sin conocerse comparten oscuros secretos y aunque parezca un cuento de princesas, nada más lejos de la realidad.