Cap.11 - Cuatro Copas de Coñac

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El silencio inundaba el gran salon como la neblina a una montaña. Solo el sonido de las manecillas del reloj indicaban la incómoda situación allí cometida. Yo sin embargo servía un par de copas de coñac para ver si el ambiente se relajaba un poco. Como era protocolario, en primer lugar serví al Príncipe heredero y después al duque. Después a Claris, la cuál solo de dedicaba a mirar a Klaus. Por último me dispuse a servir mi copa cuando Klaus se situó cerca de mi y sujeto la botella justo antes de que me echara. Lo miré, y su rostro estaba lleno de ira. Pero estaba harta de sus ordenes, sus reproches y su falta de afecto. Así que tire de la botella hasta que la soltó y me serví tal y como había planeado sin retirar la mirada. Después me senté junto al Príncipe e inicie conversación.

— Príncipe Heredero, ¿en que ocupa el tiempo ahora que usted ha finalizado sus estudios en la academia?
— Aun no pude hacer nada. Estuve ocupado con asuntos de la familia real. Pero estoy deseando acabar para poder disfrutar de una buena cacería. O de algún baile en la corte. Eventos en los que estaría encantado de contar con su presencia y la de su hermano.
—No me lo perdería por nada del mundo. Pero... ¿Que es lo que le trae por aquí?
—Actualmente el territorio del Norte esta sufriendo muchos ataque de los ejércitos del reino vecino. Por supuesto las misivas enviadas desde palacio siempre han sido respondidas con excusas, como que los responsables son rebeldes. Pero la forma de matar, saquear y pelear que tienen, están muy lejos de ser actos producidos por rebeldes. Son dignos de pequeños batallones.
—¿Que tiene que ver eso conmigo? - dijo Klaus con seriedad.

— Eres duque de estas tierras. Por supuesto tu obligación es mantener a raya esos ataques. Eres nuestra primera línea de defensa. Y así es como debes actuar hasta que podamos llegar a un acuerdo.
— Sabes que el Reino de Darta lleva décadas hostigando a este ducado. No pasa ni un día que mis tropas no luchen. Pero esto lleva demasiado tiempo sin ser resuelto y va en aumento. No puedo hacer nada y mis hombres tampoco.
—¿Estás declinando una orden real? Creo que no he hablado con claridad al respecto. No te lo estoy pidiendo. Te lo estoy ordenando. Pero tranquilo primo. La familia real no exige sin dar nada a cambio.
— ¿No me has oído? No hay más tropas en el Norte. No hay más dinero para guerras sin fin. No hay forma de hacer más de lo que ya se hace.

Estaba atónita ante la contestación de Klaus. Se había atrevido a responder al Príncipe. Alguien que con solo un gesto podía arrebatarle todo sin contemplaciones.

—Voy a pasar por alto tu nerviosismo. Y por supuesto tu insubordinación de esta noche. Comprendo que hoy más que nunca, te sientas especialmente sensible. Tu futura esposa está presente y tu querida hermana también. Es normal querer ser firme ante tu título de Duque.
— Creo que no lo entiendes. — Klaus se levantó del asiento y se dirigió hacia la puerta del salón — La cena ha terminado. El tema está zanjado. Por mi puedes ir al emperador y contarle mi respuesta. No condenaré a las gentes de mis tierras por sus caprichos. Yo no soy mi padre. —La carcajada histérica del Príncipe inundo la estancia haciéndome sentir escalofríos.

—Que serio te pusiste de repente primo. Te citaré en el palacio real para hablar más cómodamente. — Casi pegué un salto para acompañar al Príncipe hasta su diligencia. —Señorita Ivetta. He quedado fascinado por su encanto. Espero recibirla en el palacio muy pronto para crear una buena amistad. — El Príncipe jugueteo con uno de los mechones rizados que no eran atrapados por mi recogido.

— Estaré encantada de ir a mostrar mis respetos a la familia real. — Y con el mismo semblante con el que llegó, se marchó. Dejando un sentimiento de angustia en mi interior.

Acaricie mis brazos por el frío y entre en la mansión. Klaus me miraba desde las escaleras mientras Claris le discutía.

— Cómo se te ocurre tratarlo así. ¿Acaso quieres que nos maten a todos? Eres peor que un niño. Que digo un niño. Eres peor que tu hermana y sus berrinches. — Caminé con paciencia hasta Claris y con la fuerza justa y necesaría le dí una bofetada.

— Lávate la boca con jabón antes de hablar de mi. — Klaus me cogió de la muñeca.
— ¡Claris déjanos solos! ¡AHORA!

Después tiro de mi con fuerza y cerró la puerta del salón de un soberano portazo. Al parecer todo había seguido igual. Y los problemas no habían hecho nada más que comenzar.

Raíces del SilencioWhere stories live. Discover now