Cap. 13 - Nuevas Intenciones

1 0 0
                                    


La noche había sido prometedora. Las criadas iban y venían con palanganas llenas de sangre. Archibald había estado a mi lado todo el tiempo. Me sujetaba el pelo para vomitar, cubría mi frente con un paño húmedo para bajar la fiebre y tomaba muestras de la sangre para determinar la causa. Todos se preguntaban como era capaz de estar viva aún. Yo tampoco lo sabía, y Archi menos todavía.

Klaus se había marchado justo después de posarme sobre mi lecho. Supongo que tendría cosas importantes que resolver. O simplemente no quería verme. Aunque para mi era perfecto. Después de lo que había dicho, temía cruzarme con él. No sabía como interpretar tales palabras. ¿Acaso había otra manera de entenderlo que no fuera de forma literal? Pero decidí no darle tanta importancia por el momento.

— Señorita Ivetta, ¿cómo se encuentra?
— Cansada, pero mejor.
— Ha sido una noche dura. Esta es la segunda vez que le sucede y es considerablemente más grave que la anterior. Si vuelve a repetirse... usted no sobrevivirá. — su mirada se hallaba perdida mirando las sábanas. Estaba claro que no sabía que hacer.

— No es su culpa. Pase lo que pase. Todo esto no es culpa suya.
— Es mi obligación como doctor, salvaguardar a los pacientes.
— Si. Pero usted no es ningún dios. — me miró con un brillo especial y el ceño fruncido. Después colocó su mano sobre la mía y me dijo con seriedad.

— No vuelva a mentir señorita. Nunca. Ni por el bien de otra persona, ni por el suyo propio. — mi piel se heló. Él sabía el motivo. Yo lo había intuido pero el lo sabía con certeza. ¿Cómo podía saberlo? ¿Lo había visto en otros pacientes? ¿De verdad había una enfermedad que te matara por mentir?

— ¿Cómo...
— Debo irme señorita. Le prescribo reposo absoluto, mucha agua, dieta líquida fría y miccionar frecuentemente. No queremos que su sistema renal se vea también afectado y tener que operar dé cálculos.

Sin mayor dilación cogió su maletín y su abrigo y se marchó. Estaba claro que algo sabía y me lo estaba ocultando. Y aunque pensaba seguir su consejo los próximos tres días, nadie me impediría levantarme en busca de respuestas después.

⋅✧⋅ ────── ⋅✧⋅ ────── ⋅✧⋅

Esa mañana sirvieron el desayuno en el comedor principal. Klaus estaba sentado al otro extremo leyendo el periódico. Ni una sola palabra se había cruzado entre nosotros desde lo ocurrido. Pero creo que ya estaba acostumbrada a ese tipo de actitud.

Bebía con tranquilidad leche con canela cuando caí en que Claris no nos acompañaba.

— ¿Dónde está Claris?
— Se ha marchado.
— ¿Cuándo?
— Hace unos días.
— ¿Cuándo volverá?
— Nunca.
— Pero... tu compromiso...
— Ya no hay compromiso. — En el fondo me alegraba. ¿Pero por qué se había marchado tan repentinamente? Me había parecido bastante guerrillera como para que se marchara sin un motivo solido. Sobretodo con lo que ello suponía. Perder su posición, renunciar al título de duquesa etc.

— ¿Que ha pasado? — Klaus me miró por encima del periódico. Después se levantó y salió de la sala dando un gran portazo.

Como siempre el no iba a darme ninguna respuesta. Pero no me importaba. Si algo pasaba en esta mansión había dos personas que seguro lo sabrían. La primera el mayordomo. Pero siendo sinceros no me soportaba. La segunda era la Sra. Parkins. Ella si podría contarme algo si le apretaba un poco. Así que con una sonrisa de satisfacción me levante y dispuse rumbo a la cocina.

Raíces del SilencioWhere stories live. Discover now