Cap.7 - Un Tirano Preocupado

11 3 0
                                    


Ala mañana siguiente mi cuerpo estaba más débil. Intenté levantarme de la cama por todos los medios pero solo conseguí quedarme tirada en el suelo.

Había sido una noche larga. No paraba de escupir sangre. El pecho me dolía y lo sentía oprimido. La verdad es que pensaba que iba a morir y sinceramente en ese momento casi lo deseaba.

De repente una sirvienta toco la puerta.

— Señorita, es hora de levantarse. Pido permiso para entrar.
— Puedes irte, hoy me quedaré en la cama.
— Pero Señorita, su hermano le espera para desayunar.
— No tengo hambre, márchese.

Pude oír como los pasos iban desapareciendo conforme recorría el pasillo. Me aliviaba que en ciertas cosas el servicio siguiera respetando mi autoridad. Pero mi paz duro poco tiempo.

— Ivetta, levántate inmediatamente y baja al comedor.
— Klaus, hazme un favor y vete.
— Te estás comportando como una niña. ¿Piensas vaguear todo el día? ¿Eso es lo que has aprendido los años que he estado fuera?— Estaba tan llena de ira, que pensaba que explotaría. Es que ni tranquila iba a poder morirme.

— ¡Klaus vete de una santa vez! ¡Hoy no estoy para tus tonterías!
— Voy a entrar.
— ¡Ni se te ocurra!

No se de donde saqué las fuerzas pero fui corriendo hasta la puerta para empujar.

— Ivetta, apartate de la puerta.
— ¡Largate!
— ¡Si no te apartas, la echaré al suelo contigo detrás! - Aún así no me aparté.

Entonces Klaus arremetió con su hombro en la puerta y caí al suelo, quedándo totalmente expuesta a su mirada. Por un momento quedó paralizado y no era de extrañar. Mi camisón y labios estaban cubiertos de sangre. Mi piel estaba pálida y mi rostro ojeroso.

Sin hacer ni una sola pregunta fue velozmente hasta la cama, cogió la manta de terciopelo rojo y me envolvió en ella. Después me cogió entre sus brazos y salió de la habitación con rapidez.

—¿Que estás haciendo?
— Te llevo al médico.
—No es necesario estoy perfectamente.
— Ivetta, te lo voy ha decir solo una vez. No vuelvas a mentirme, no vuelvas a poner tu vida en peligro de manera tan despreocupada y no vuelvas a impedirme estar cerca de ti. Si lo haces, no hará falta que mueras por que te mataré yo mismo. ¿He hablado claro?

Mis moribundas mejillas se enrojecieron tras oír sus palabras ablandando mi corazón herido por la noche anterior. Acomodé mi cabeza en su pecho dócilmente y comencé a disfrutar de su calidez.

— Nunca rechazaría tu compañía...

Raíces del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora