Cap. 12 - Un Corazón Roto

1 0 0
                                    




Al entrar al salón Klaus me empujó contra la puerta. Sus brazos me cortaban el paso y su cabeza gacha miraba hacia el suelo.

— ¿Qué es lo que quieres?
— ¿Perdón?
—¡¿Qué se supone que quieres?!¡¿Acaso no lo tienes todo?!
— No se de que estás hablando, pero si vas a gritarme ya podemos dar la conversación por acabada. — intenté girarme pero me agarró bruscamente para posicionarme igual que antes.

— ¡No! Esto se resuelve aquí y ahora. ¿Dime que es lo que quiere? ¿Por qué saliste de tu dormitorio? ¡¿Acaso no te das cuenta al peligro que te has expuesto?! ¡¿Crees que él te dará aquello que deseas sin pedir nada a cambio?!
— ¡Yo no deseo nada! ¡¿O acaso en todo este tiempo pedí algo?!
— ¡Desde luego siempre me he encargado de dártelo todo!
—¡¿Cómo dices?! — mis ojos comenzaron a arder como antorchas.

— ¡Tienes una mansión para ti! ¡Criados y doncellas que se encargan de todo! ¡Dinero, joyas y vestidos! ¡Estatus! ¡¿De qué se supone que me olvidé para que te comportes así?! ¡Siempre dije que todo era para ti!
— Yo no quiero nada de eso...DE ECHO ESO SIEMPRE HA SIDO TUYO! ¡YO NUNCA TE PEDÍ NADA!
— ¡ENTONCES POR QUÉ HAS HECHO ESTO!
— ¡PORQUÉ TE ODIO!...te...odio...

La angustia me dio carta blanca para derramar mis lágrimas. Temblaba ante tal situación. No entendía que le había hecho para que fuese así conmigo.

— ... ¿De verdad me odias?

Quedé paralizada ante su pregunta. Realmente había dicho que lo odiaba. Pero no era así.

— ... No te preocupes, no tendrás que verme por mucho tiempo. Me marcharé después de la boda. Después podrás vivir como deseas.

Me apartó de la puerta para salir, pero yo sujete su manga.

— Espera... por favor...

En ese momento volví a notar la misma sensación que ya antes había sentido. Mi corazón se quebró y la punzada fue más fuerte que la vez anterior. Las mentiras tienen un coste. Y en mi caso, mi vida era el precio.

La sangre comenzó a nadar entre mis dientes para desembocar en mis labios. Caí de rodillas al suelo mientras me agarraba el pecho con fuerza.

— ¡IVET!— Klaus me cogió entre sus brazos y comenzó pedir ayuda.

— Yo nunca ... podré odiarte...

Veía borrosamente las lágrimas de Klaus cayendo en mi rostro. Pero su expresión no era tristeza sino impotencia. Impotencia por no poder hacer nada mientras de mi boca borboteaba sangre como de un manantial. También culpabilidad, de haberme gritado supongo.

— Tranquila... tranquila... ya mismo llega el médico. ¿Qué has comido? ¿Fue el coñac? ... ¡JEFFREY! ¡Por dios date prisa!

Klaus me cogió en brazos y me llevó a toda prisa a mi habitación. La cabeza me daba vueltas, pero creo que sentía paz por primera vez desde hacía mucho tiempo. Posé mi mirada en él y solo pensaba que quería besarlo. Me agarré a su cuello y deslicé mi mano por su rostro para que me mirara. Me miró angustioso antes de entrar a la habitación. Tenía algo que decirme. Podía notarlo.

—Dime lo que tengas que decir...
— Ivetta, tienes que vivir ...
— Aún me queda vida Klaus.
— Más vale que así sea... porque me perteneces.

Mi cuerpo se contrajo ante sus palabras. Sus ojos me miraban vacíos. Como si me sentenciara sin piedad. Y antes de desmayarme me confirmó lo que mi mente había entendido.

— Yo seré quien te de muerte, Ivetta.

Raíces del SilencioKde žijí příběhy. Začni objevovat