Cap. 14 - La Pista más Lujosa

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El jaleo que desprendían cocinas era ensordecedor. Nunca me habían dejado bajar hasta ahí  y cada detalle llamaba mi atención.

Al contrario del resto de la mansión la luz entraba por gran cantidad de ventanales. Tenía un aspecto de lo más campestre y los olores iban cambiando conforme me acercaba. Primero especias silvestres y orientales, después pan recién horneado, un toque a mermelada en el fondo... Pero al llegar a las ollas un rico olor a crema de boletus y trufa.

— !Cuantas veces le he dicho a la Señorita que no puede bajar aquí¡ — mi cuerpo se tenso y puse cara de culpable para girarme.
— Señora Parkins... la estaba buscando. No me quedó más remedio que bajar.
— No hay excusa. ¿Qué pasaría si se quemara? ¿Y si se cortara?
— Ya soy una adulta... tampoco voy a morir...
— Usted puede que no, pero si el Duque se entera, rodaran cabezas y la mía será la primera.
— Bueno, bueno. Entendido, pero necesito preguntarle algo. ¿Sabía que la Señorita Claris se ha marchado?
— Por supuesto. Y supongo que el duque le habrá dado las gracias señorita. ¿Tan difícil era comportarse como debe? — entorne los ojos. Sabía que su intención no era hacerme sentir mal, es solo que ella siempre hizo de madre conmigo. Pero por dios, se veía a la legua que no se gustaban. Ni siquiera un poquito. Ni que eso fuese también mi culpa.

— ¿Por qué se ha ido tan rápido?
— Debería preguntarle a su hermano, no a mí.
— Ya lo he hecho, no me habla.
— Ajá, pues ahí está su respuesta.
— Vale que no he sido la mejor cuñada, pero tampoco iba a matarla.
— A matarla no, pero manchar su reputación... si.
— ¿Por qué?
— Señorita, buscaba la atención de su hermano como si fuese su amante. La pobre señorita Claris no es tonta. — mi cara se puso tan roja que sin decir nada más, cogí un bollo de la encimera y me marché corriendo mientras lo comía con furia.

Atravesaba el enorme pasillo para salir de las cocinas cuando sonó un click. Quedé un tanto confusa sobre de dónde venía el sonido. Pero noté que debajo de uno de mis zapatitos de tacón azul había algo. Levanté el pie con cuidado para descubrir un pendiente de lo más refinado.

Tenía un rubí en forma de corazón en el centro, engarzado en oro y con una perla en forma de lágrima colgando. Pero lo más extraño era que la pala y el perno de cierre, además de estar rotos tenían restos de sangre.

Oí algunos pasos tras de mí, por lo que me lo escondí en el escote y caminé rápidamente hacia mi alcoba. Las sirvientas me saludaban mientras yo aligeraba más el paso en cada esquina.

Los bajos de mi vestido danzaban como las olas del mar de un lado hacia otro, hasta que se escondieron detrás de la puerta.

Solté todo el aire de golpe y me senté en el tocador. Abrí uno a uno todos mis joyeros para encontrar su compañero. En mi defensa diré, que no sabía si era mio porque muchas de esas joyas eran de la anterior duquesa, y el resto eran regalos carísimos que Klaus me había hecho durante todos estos años, y no, no los usaba. Siempre he sido una chica sencilla. No estrenaba nuevos conjuntos hasta que los anteriores ya estuvieran muy estropeados. Aunque cuando llegaba un nuevo regalo, lo usaba durante unos segundos para ver como me quedaba.

Su gemelo no estaba allí. Pero una cosa estaba clara, si mio no era y las sirvientas no podían costearse tal lujo, solo podía ser de una persona que lo había perdido por salir de la mansión a toda prisa. Claris Le Freux.

Raíces del SilencioWhere stories live. Discover now