Cap. 15 - Un Mundo Invisible

1 0 0
                                    

Nunca había salido de esa enorme mansión. Siempre me sentía como un pajarito enjaulado, solo que mi prisión no estaba compuesta por barrotes, sino por muros. La única visión del exterior era proporcionada por mis dos lugares preferidos. La ventana de mi habitación, por donde contemplaba a lo lejos, bajo el cielo nocturno, una cúpula de luz cálida que abrazaba al pueblo. Y el cenador, una estructura de piedra y mármol sacada del mismísimo Olimpo, donde tomaba el té por la mañana o tarde junto a una delicada brisa. Desde allí veía el pie de las Montañas Gradizas, mitad enverdecidas por la hierba fresca y mitad nacaradas por la nieve.

Solo una vez había pedido permiso para salir de la mansión. El día del Festival del Simiente, una fiesta tradicional del pueblo que conmemora su nacimiento a través de una leyenda, la cual nadie me ha contado. Pero la negativa fue tan rotunda, que nunca más me atreví a preguntar. Sin embargo ya era momento de exigir cierta libertad.

El almuerzo, como era costumbre en las últimas semanas, relucía por su silencio sepulcral. Y aunque el miedo ahorcaba mi garganta, tenía decidido hablar.

— Hermano. Me gustaría hablar contigo sobre algo. — Klaus parecía no haberme oído, pues ni siquiera dejo de cortar el entrecot. — Quiero visitar el pueblo. — entonces si que se paralizó por completo. Los cubiertos traquetearon en la porcelana y su mirada se alzó lo suficiente para fijarse en mi. — S...solo deseo pasear con el frescor de la tarde, mirar algunas tiendas, tomar té con pastas... Nunca he podido ir y es triste no conocer el lugar donde vives, podría hacer alguna amiga, quizás de esa forma no te molestaría tanto... solo... a veces siento desasosiego estando tanto tiempo aquí y puede...

— Está bien... Siempre que te acompañe alguien. Por supuesto tienes prohibido entrar en cualquier negocio de baja reputación o que no sea adecuado para una señorita. No hables con gente desconocida, sobretodo si son hombres, fuera de lo estrictamente necesario. Tendrás que volver, sin excepción, antes del anochecer. Y bajo ningún concepto puedes salir del pueblo o adentrarte en el bosque. ¿He hablado claro Ivetta? — mi alegría culminó con una enorme sonrisa de oreja o oreja. No podía creer que aceptase mi propuesta sin riñas de por medio, y mucho menos por lo valiente que me sentía por haber hablado con él.

Me levanté rápidamente y corrí hasta abrazarlo. Su calidez siempre era especial para mí. Y hacia tanto tiempo que la relación entre nosotros era amarga, por no decir de siempre, que aquel abrazo fue igual de reconfortante y tranquilizador para mí que para él.

— Muchas gracias Klaus. — dije susurrando mientras el calor y la rojez de su oreja irradiaba mi rostro.

Estaba tan ansiosa por lo que había conseguido que aquella misma tarde quise disfrutar de mi nuevo privilegio. La Señora Parkins se encontraba ocupada organizando con varios sirvientes algunos objetos personales que la señorita Claris había dejado atrás en su huída, así que mi compañía fue la de una criada contratada un par de años atrás, por sus dotes como costurera,  que era cercana a mi edad. 

Se llamaba Lidia, su cabello también era rubio rizado como el mio, pero sus ojos eran verdes. Algunos decían que parecíamos hermanas cuando ella vestía ropa normal. Pero aquel día lo parecíamos aún más. Su vestido de los domingos estaba ya bastante viejo y era evidente como admiraba mis vestidos. Muchos nunca los había usado, ya que no salía de la mansión, así que le dije que escogiera tres de su gusto. Me sentía mal ofrecérselos así, ya que no quería que pudiera sentirse ofendida, pero si algo tenía Lidia, es que nunca tenía un mal gesto hacia nadie. Tenía una personalidad tranquila y complaciente. Se sentía feliz con su vida ya que gracias al puesto de sirvienta ayudaba a sus padres y hermanos. Además, ahorraba todos los meses una porción de su sueldo para poder abrir una tienda de modas en el pueblo.

Al llegar, bajamos una a una con la ayuda del cochero. Mi cuerpo solo podía seguir fielmente a la vista. Contemplando mi alrededor para no perder detalle, y he de admitir que todo me parecía fascinante. Algunos edificios de tres plantas arrojaban sombra en la plaza, pero a todos los sobrepasaba un gigantesco roble plantado en el centro de la misma. Todos los negocios estaban abiertos y eran de lo más pintorescos. Un olor a dulces recién horneados  te embaucaba con cada oleada de brisa mientras un violín acompañaba la escena de fondo.

Sujete mi sombrero y caminé enérgica hacia la tienda más pequeña de todas, la librería. Puedo afirmar que se convirtió en mi nuevo lugar favorito. Curioso por una parte, ya que había salido de mi ratonera para entrar en otra, pero predecible si comprendemos mi pasión por los libros. Los libros acumulaban polvo en las estanterías, aunque algunos más limpios que otros, símbolo inequívoco de ser los más leídos. Otros se acumulaban en pilas por los rincones, pero los que más llamaron mi atención eran los protegidos tras unas vidrieras con cerrojo.

— Bienvenida a la tienda señorita. Mi nombres es Orestes. ¿En que puedo ayudarla?

— Encantada Orestes. Me llamo Ivetta. La verdad es que no se muy bien lo que busco, simplemente me sentí atraída.

— No se preocupe, seguro que encontramos algo de su gusto. Acompáñeme. — lo seguí intrigada por lo que me mostraría, aunque nunca pensé que pudiera ser una persona tan observadora, casi parecía guiarme a mi destino en vez de venderme un libro. — En esta estantería están todas las novelas románticas llegadas a la capital. "El Secreto de un Amor Inesperado" o "La Luz de tus Días" son dos de las novelas más vendidas entre las jóvenes de su edad, aunque a mi parecer no es lo que busca realmente. Quizás un misterio sin resolver o un monstruo acechante sería más de su agrado, pero me sigue pareciendo poca cosa para su mente curiosa... Mmm... ¿Qué le parece algo más instructivo? Tengo libros de botánica, zoología... medicina...

— Eso es. Quiero ver los de medicina.

Me senté en un maravilloso sillón orejero y contemplé cada uno de los tomos que Orestes depositaba en una mesita de lectura adjunta. "Anatomía Humana", "Historia de la Medicina", "Enfermedades del nuevo siglo"... Pero uno captó por completo mi atención, "Tratado de Histología y Anatomía Microscópica". Por supuesto no entendía absolutamente nada de lo que decía pero me parecían asombrosas sus ilustraciones. Como alguien era capaz de ver cosas tan pequeñas para el ojo humano que son invisibles. Cosas que están dentro de nosotros y nos hacen ver como nos vemos. Pero sobretodo me sorprendí al ver como era la sangre realmente, puntitos diminutos casi todos de igual tamaño. Fue entonces cuando la duda surgió en mi mente... ¿Había alguna forma de saber si la sangre de los pendientes pertenecía a Claris?


You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 16 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Raíces del SilencioWhere stories live. Discover now