Espirales que marean, espejismos que te aprisionan

24 3 0
                                    

Es como si fuera sacado de un manual.

Las mismas frases.

El mismo tono.

Las mismas promesas que has roto más de una vez.

El mismo discurso aprendido una y otra vez.

Hubo un tiempo en el que creí todo lo que me dijiste.

Si creías que iba a llover, seguramente sería así. Cuando me decías que estabas ocupado... Te creí. La vez que me dijiste que si tú la dejabas ella se iba a matar, me hiciste sentir culpable.

"Se hubiera matado, ni siquiera le dijo a nadie... ¿Entiendes porqué no puedo dejarla? Pudo haberse matado."

Lo tuve claro una vez, no tenías por qué repetirlo.



No te entiendo. Nunca lo haré. Sólo fue otra cortina de humo.

Pero fingí que sí.

Y fingí que ese día no me terminaste de destruir, ese día acepté que te creería todo sin importar qué estúpido fuera porque se supone estabas haciendo un "bien mayor" ¿no era eso? A tus ojos eras una especie de Salvador, de Dios.

No quería ser la culpable de que alguien se muriera porque mi amor hacia ti estaba mal... Yo no era el problema. Eran ustedes. Destruyeron a todo y todos con tal de seguir sus retorcidos movimientos, era ella sonriéndome mientras te besaba frente a mí, asegurándose de que los viera. ¿Qué no se sentía tan mal como yo por quererte?, ¿Qué no había dicho que ella no podía sentir atracción? ¿Qué hay de aquello de que nunca haría daño a nadie?

Todo lo creí. Todo fue falso.

Era tu sadismo que nunca pudo poner un estúpido límite.

Y sigues negado, prefieres fingir que eres una especie de mártir a aceptar que sólo destruyeron por ese torcido amor, si es que se le puede llamar así, porque no es eso lo que el amor debería ser.

Pintaron una diana en mi frente y en el de las demás ilusas sólo para dispararnos a placer. Y luego, cuando alzaba la vista entre la ráfaga de cuchillos, navajas y otras heridas vi algo aterrador: Más mujeres. Algunas no tan inocentes ni libres de culpa pero eso sí, todas igual de rotas que yo cuando llegué.

Se me revuelve el estómago de saber que me besas a mí y también a ella.

Me da pena ahora porque no es ningún triunfo. Que estuvieras a plena luz del día con ella y conmigo escondidos por la tarde entre tus sábanas. Sentía que de alguna manera estaba ganando terreno, que por fin estaba más cerca de ser los dos. ¿Qué era lo que esperaba ganar después de tantas noches de confusión que pasé completamente sola?

Pero no era más que otra cortina de humo, una que yo te ayudé a mantener.

La abrazabas a ella cuando hacía apenas unas horas me habías dejado en el transporte rumbo a mi casa; me metí hasta el cuello en ese lodazal por ese amor obsesivo que me consumió. Que me agotó. Y que tú te esmeras tanto en no ver, porque entonces verías que no eres el ángel que tu mente te dice que eres.

Eres el demonio que prende fuego. Y yo fui uno también, permití que cortaras mis alas, que usaras cada fibra de mí a tu antojo, sabías que no había nada a lo que yo no accedería... Y jugar detrás de bambalinas acabó humillándome.

No sabes las veces que tanta gente me dijo que debía vengarme, que debía mandarle fotos y capturas a ella por "arrebatarme" lo que era "mío"... Me dio pena, pelear por un hombre. Que no me amó a mí y que tampoco la ama a ella. Pero ella siente que "nos ganó"

Como si fuera el puto año de 1600 donde necesito a un hombre para sobrevivir. No en esta era.

No en estos años.

Conectando Estrellas *Notas de autora*Where stories live. Discover now