Capítulo cuatro.

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Al primer golpe le siguió otro, y otro, y otros cinco más

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Al primer golpe le siguió otro, y otro, y otros cinco más. Mi cabeza estaba tan aturdida que no pude asegurarme de si los recibía mi hermano o si era él quien los proporcionaba. Ambas opciones me asustaban.

Cuando pude ser consciente de el chico que me había estado sujetando ya ni siquiera estaba cerca de mí, ya habían pasado largos e interminables minutos. Ahora estaba tendido en el suelo, con mi hermano encima, dándole una paliza con rabia.

Me obligué a reaccionar y tirar a Brandon por los hombros, en un intento fallido de alejarlo del chico. Miré a mi alrededor, buscando ayuda, fue en ese instante que me percaté de qué habían dos chicos más, entre ellos, Alejandro.

—¡Alegre, apartarte!.—le oí decir, a unos metros de distancia, mientras forcejeaba con otro chico.

Mi hermano se había metido en una pelea por mi culpa, no lo iba a dejar aquí.

El moreno que peleaba con mi hermano, logro darle un golpe en la mejilla. El espantoso sonido de crujido me hizo reaccionar. ¿Qué estaba haciendo? ¿Desde cuándo yo era tan débil?.

Dejando de lado los nervios, tomé impulso con el pié y le encesté una patada en la entrepierna.

—No.Toques.A.Mi.Hermano.—grité, enfatizando cada palabra.

Brandon me miró, orgulloso, y su blanca sonrisa contrastó con la sangre de su nariz.

Pero eso no quedó ahí, aún Alejandro y el chico pelirrojo estaban dándole una paliza a los otros tres que quedaban, mientras el moreno aún chillaba en el suelo.

Minutos después, lograron noquearlos. No fue muy complicado, teniendo en cuenta lo borrachos que iban los imbéciles.

—¿Estás bien, Alegre?.—preguntó mi hermano, preocupado.

No era la primera vez que pasaba esto, toda mi vida la había pasado bajo los protectores brazos de Brandon. Talvéz, luego de tantos años, debería haberme acostumbrado, pero no podía evitar sentirme como una carga, como si él estuviera obligado a cuidarme, aunque eso significara salir herido.

Eché un vistazo a mi alrededor, era una escena horrible, pero, lo menos que podía hacer era reunir todas mis fuerzas y obligarme a decir:

—Fue solo un susto, no te preocupes.

Brandon pasó una mano por encima de mis hombros, encaminando nos a la puerta. Salí de la cocina con las manos temblorosas. En la puerta, un grupo de personas se había aglomerado para observar la escena entre murmullos.

—¿Dónde está Hanni?.—pregunté, frunciendo el seño.

—Nos está esperando en el auto.—contestó Brandon, suspirando.

Seguimos en silencio hasta subir al auto, donde, efectivamente, Hanni esperaba.

—¡¿Se puede saber que les pasó?!.—gritó, horrorizada, al ver toda la sangre y los moretones.

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