Capítulo veinte.

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Mi balcón contaba con preciosas vistas al mar

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Mi balcón contaba con preciosas vistas al mar. Llevaba horas apollada sobre la barandilla de este, apreciando la belleza que se escondía entre las olas que rompían con fuerza e ímpetu contra el oro de la arena. Su sonido, combinado con la brisa nocturna que se extrellaba con delicadeza en mi rostro, creaban una paz, que poco a poco que iba alojando en tu alma para proporcionarte estabilidad y tranquilidad.

Si agudizabas la vista y te fijabas bien, podías ver gaviotas cruzar el oscuro cielo; volando libres, sin rumbo y sin preocupaciones. En estos momentos, me gustaría ocupar el sitio de una de ellas.

—¿Adivina a quiénes descubrí espiando a las vecinas?.—preguntó Hanni, entrando en la habitación.

—Sorprendeme.—sonreí al ver su enfado.

—¡A Brandon y a Oliver!. Ash, son unos asquerosos. Pero no te preocupes, ya me ocupé de ellos.—una sonrisa maliciosa se formó en sus labios al pronunciar las últimas palabras.

—Ay, no. ¿Qué hiciste, Hanni?.

—Puede que les halla puesto hormigas en los calzoncillos.

—¡Hanni!.—la reprendí.

—¿Qué?. Eso se considera acoso sexual, solo ayudo a cumplir la Ley; mi papá es jefe de policía, estaría orgulloso de que su hija siga sus pasos.

—Para empezar, Brandon no va por ahí acosando sexualmente a las chicas, y segundo, ¡¿Se puede saber por qué juzgas en la ropa interior de los demás?!.—torcí el gesto.

—Fue por una buena causa.—se defendió

—O porque estabas celosa.

—Yo no.....

—¡A comer!.—la voz de Charlie la sacó del apuro.

—Vamos.—dijo, saliendo de mi habitación a toda prisa.

Me apresuré a alcanzarla, pero una figura alta que ya conocía muy bien se interpuso en mi camino.

—No corras en las escaleras.—advirtió, sonriendo.

—Creo que estoy bastante grandecita como para que me des órdenes.—elevé las cejas.

—Digamos que tengo la necesidad de protegerte, chica del suéter.

—¿Piensas que no puedo defenderme yo sola?. ¿Acaso eso no es un poco machista?.

Alejandro río un poco.—Estas poniendo sobre mis labios palabras que no he dicho. ¿No prefieres poner otra cosa?.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, aún no lograba sacar nuestra conversación de mi mente, era como si sus palabras hubieran quedado tatuadas, imposibles de borrar u olvidar.

—Talvéz.—susurré, poniéndome de puntillas para intentar alcanzar su boca.

—Con permiso.—habló Pol detrás de nosotros, con cara de fastidio—Estan en el medio del pasillo, por si no se habían dado cuenta.

Cambios.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin