Capítulo veintiuno.

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Alegre

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Alegre.

Desperté sobre una superficie dura y fría, incluso podía sentir ardor en mis músculos debido a la mala posición en que había dormido. Me retorcí mientras abría los ojos con dificultad y me adaptaba a la claridad del salón.

A mi alrededor todos seguían con las pupilas cerradas, acostados por  diferentes partes de la habitación. Recordaba perfectamente habernos quedado viendo películas hasta muy tarde, escuchar música y hablar sobre la vida a las seis de la mañana; pero por mucho que me esforzara en hacer memoria, no lograba recordar el momento en que me quedé dormida.

Me puse de pie, procurando no hacer ruido, y caminé hasta la cocina. Froté mis ojos repetidas veces en el camino, pero seguía teniendo sueño. Bostecé con cansancio, abriendo el refrigerador para buscar los espaguetis que Brandon había guardado para mi. Tomé el recipiente, y sin siquiera calentar lo que contenía, comencé a comer. Aproveché la tranquilidad y el silencio que reinaban en la casa para escuchar algo de música. Estaba indecisa, necesitaba algo que me ayudara a pensar todo lo que me había estado pasando; ¿Arctic Monkeys? ¿Strokes? ¿Girl in Red? ¿The Neibodgood?. Al final, opté por algo diferente a lo que estaba acostumbrada, algo fuera de mi repertorio habitual: Taylor Swift.

Por suerte, siempre traía encima un par de audífonos de respuesto.

Suspiré, y me dejé llevar con los ojos cerrados. Cárdigan comenzó a vibrar en mis venas como si se tratara de un suero que se encargaría de calmar mis nervios.

When you are young,
they assume you know nothing
Sequin smile, black lipstick
Sensual politics
When you are young,
they assume you know nothing
But I knew you
Dancin' in your Levi's
Drunk under a streetlight, I
I knew you
Hand under my sweatshirt
Baby, kiss it better, I
And when I felt like
I was an old cardigan
Under someone's bed
You put me on and said
I was your favorite

La música había hecho su efecto, ahora podía pensar estando mucho más tranquila y relajada. Mi mente viajó a todos los momentos que transcurrieron desde el día del suéter, desde esa fría tarde en la que conseguí amigos increíbles que me llevaron a donde estoy ahora. En este tiempo, me enamoré, me acepte, y me liberé. Y todo se lo debía a ese desconocido que me llamó chica del suéter.

—¿Cómo dormiste, preciosa?.—la voz de Alejandro me sobresaltó.

—Regular.—contesté mientras guardaba los audífonos en su sitio—¿Y tú?.

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